Ciclismo antiguo
Les Orres, Tour 1973: El gran choque de Ocaña y Fuente
La gran rivalidad de Fuente y Ocaña les llevó a una locura de 160 kilómetros
La octava etapa del Tour de 1973 transcurría entre Moutiers y les Orres, fue un 10 de julio y el mundo no estaba preparado para la maravilla que nos iban a ofrecer Luis Ocaña y José Manuel Fuente.
Llevaba días Jacques Anquetil advirtiendo en las columnas de los diarios que Ocaña, en líder ya, debería templar esas ganas de secar todo ataque que le viniera de Fuente.
El asturiano, brutal como le conocéis, en una forma cumbre, era prácticamente lo único que quedaba delante el conquense, en una edición en la que había causado baja, desde el inicio, Eddy Merckx.
Pero Ocaña no era un tío de victorias convencionales, lo suyo era el aplastamiento y dejar huella, como otros tantos valientes que pueblan los almanaques del ciclismo.
Aquel día, el tránsito alpino era una barbaridad de 237 kilómetros y 6200 metros de desnivel acumulado, vista hoy, la tercera etapa más dura de la historia del Tour, sólo superada por la Sestiere del 92 y aquella de Morzine, en 1984, que recordamos hace unos días.
La jornada arrancaba con una leve bajada hasta el pie del Col de la Madeleine, a 2000 metros y primer pico de la jornada.
Tras el descenso, la carretera ganaría altura hasta Saint Michel de Maurienne para abordar el «doblete», el Télégraphe más Galibier, llevando a los chicos más allá de los 2600 metros.
Luego otro tramo picando para abajo hasta Briançon, para empalmar con los casi 2400 metros del Col d´Izoard, cuya cima se situaba a unos 70 de meta, un largo tránsito, en descenso y llano hasta los trece kilómetros finales hacia Les Orres, a 1500 metros de altitud.
En total más de 86 kilómetros de ascensión sumada.
Esto es lo que había.
Ya sabéis que cualquier comparación entre éste y aquel ciclismo no nos dejaría bien, ni en uno ni otro sentido, pues como siempre se insiste son tiempos diferentes, personas diferentes, carreteras y material diferentes.
Pero sabéis a ciencia casi cierta que el llano de 55 kilómetros que precedía la subida a Les Orres podía ser un freno a cualquier aspiración lejana, lo sería hoy, pero ¿entonces?
Entonces había un par de monstruos que estaban dispuestos a darnos una e esas etapas que sólo por leerlas y recordarlas quisieras haber visto en directo
La prensa hablaría de Ocaña y Fuente en los mismos términos que Coppi y Bartali en 1949, o como Nencini y Battistini o como Walkowiak y Bauvin, aunque a diferencia de estos, los dos españoles no corrían con la selección y si con sus equipos patrocinados por marcas comerciales.
El tema fue que Fuente pasó tranquilo la Madeleine pero ya no se estuvo quiero en el Télégraphe, propiciando una selección bestial con Ovion, López Carril, Thévénet, Torres y el mentado Ocaña.
Ya en el Galibier el dúo iba solo, quedaban 160 kilómetros para meta y la nada más absoluta por delante
No fue problema, hicieron camino a hachazos de Fuente y ritmo de Ocaña, quien no le dejó ni respirar, a tal punto que ya en el Izoard, el astur dijo que se acabaron los relevos, un escenario que no amedrentó al líder, quien se puso en plan rodillo hasta que acabó llegando solo a la cima de Les Orres con un minuto sobre su rival y más de siete sobre el resto.
El último, el neerlandés Tobak, llegó a una hora, es decir que si Ocaña empleó ocho, haced las cuentas.
Aquel día la rivalidad Fuente-Ocaña había alcanzado su cénit, un choque en el que no se escatimaron ni acusaciones ni declaraciones sonadas, en aquel ciclismo la guerra era total.
Ciclismo antiguo
Cuando Banesto se quedó con Amaya
La fusión entre Banesto y Amaya juntó a Indurain y Antonio Martín por unos meses
Aquella historia se produjo en el otoño de hace treinta años, un paso inesperado en aquel entonces, la fusión de dos de los mejores equipos españoles, Banesto y Amaya, que estos días recordamos en plena vorágine entre Soudal y Jumbo.
La historia la contó bien entonces Carlos Arribas en El País, con todos los protagonistas en la crónica, explicando una acción que evidenciaba que los años de muchos equipos en el ciclismo española habían tocado a su fin.
Si tres temporadas antes, podíamos tener hasta once equipos nacionales en la Vuelta, en 1994 el filtro dejó sólo a cinco, además del Banesto, que hizo desaparecer Amaya del mapa, la ONCE como gran rival, el Kelme como eterno aspirante al trono de los grandes y la suma de Deportpublic y Artiach, pues el Clas había pasado a la panza del Mapei, con una buena parte de sus activos (Rominger, Olano y Escartín).
Es curioso que aquel Mapei que empezaba a ser grande sea el germen de lo que hoy es el Soudal-Quick Step.
Volviendo sobre aquel movimiento, que Banesto absorbiera parte de Amaya era en la práctica la unión de la gran estrella del momento, Miguel Indurain, con la gran promesa del ciclismo español, Antonio Martín Velasco.
Aquel camino compartido duró unos meses, pues el ciclista madrileño murió atropellado mientras entrenaba coincidiendo con la disputa Ruta del Sol.
Del Amaya, Banesto no sólo tomó al de Torrelaguna, y se trajo a los hermanos Zarrabeitia, Juan Antonio y el también prometedor Mikel que sería segundo en la última Vuelta en abril, año 1994, Jesús Montoya, Vicente Aparicio, Santiago Crespo y un viejo conocido de la estructura de Echávarri, Melcior Mauri.
El nuevo superequipo español manejaba un presupuesto de 2000 millones de pesetas y llegó a tener hasta 29 ciclistas, entre los que emergían ciclistas del filial como Ángel Casero o Santiago Blanco.
Así las cosas, fue curioso el carrusel de declaraciones por todas las partes esos días.
Fracasadas sus negociaciones con Freixenet, Mínguez vio bueno el cobijo de Echárvarri, mientras en la ONCE se lamentaban en el golpe que se le propinaba al equilibrio del pelotón español, no en vano los amarillos tenían en ciclistas internacionales (Zulle, Jalabert y Breukink) sus principales líderes.
El mago Echávarri, con Miguel Indurain coronado tres veces ganador del Tour y dos del Giro daba un golpe de teatro certero y eficaz, juntando un equipo que le proporcionaba el fondo de armario necesario para competir en las tres grandes.
Lo que estos días estamos viendo con el Soudal y Jumbo, ya lo vivimos en España, Banesto y Amaya confluyendo en unos nombres y dando salida a otros también importantes, como Lale Cubino que se fue a Kelme u Oliverio Rincón a la ONCE.
Todos estos movimientos recordadlos estos días, si lo de Soudal y Jumbo se acaba confirmando.
Imagen: La Guía del ciclismo
Ciclismo antiguo
DEP Francis Lafargue y las historias que nunca sabremos
Figuras como Francis Lafargue explican mi amor por el ciclismo
De la foto que ilustra este artículo me gusta todo, Perico en medio con ese maillot, el más bonito de la historia del ciclismo, interpelado no sé por quién y con Francis Lafargue detrás.
Sabéis que Francis ha fallecido este jueves, nuestro pésame para toda su familia y abundante grupo de amigos, como hemos podido ver.
Para los de mi generación, Francis Lafargue era algo así como el amigo que sabías que iba a tener a tus ídolos perfectamente cuidados.
En tiempos en los que salir más allá de los Pirineos era una aventura, tiempos en los que no teníamos ni idea de otros idiomas y pensábamos que Alpe d´Huez estaba en otro planeta, sólo oír que Perico, Laguía, Indurain y Gorospe estaba con Francis Lafargue antes y después de cada etapa, que los ayudaba por los vericuetos de algo tan complicado y gigante como el Tour, sólo oír su nombre nos calmaba.
Han pasado muchos años de aquella época, años ochenta y noventa, pero en especial los ochenta, tiempos de descubrimiento del ciclismo al que España estaba ajeno, el Tour de 1983, mágica edición que recordamos hace un año con su gran protagonista, Ángel Arroyo.
Con la muerte de Francis Lafargue recaigo en lo que otras veces hemos comentado en este mal anillado cuaderno y es que perdemos historia hablada y viva del ciclismo.
Recuerdo con mucho cariño el par de días que he podido hablar con Fede Bahamontes con calma, porque le saqué aquello que buscaba, le preguntaba y tenía respuesta a unas inquietudes que poco a poco pierden quienes las responda.
Es un poco lo que dice Carlos Arribas en su obituario de Francis, un texto escribo con la ternura y cariño que sólo él puede transmitir.
Leo ha historia cómo Francis Lafargue abordó a José Miguel Echávarri en la Plaza del Castillo de Pamplona y les veo ahí, jóvenes e inquietos tramando con toda la ilusión lo que sería el gran éxito del Tour de 1983.
Esas cosas, esos encuentros, esa intrahistoria que explica tan bien la historia que vemos, nos la estamos perdiendo mirando siempre adelante, siempre vigilantes del presente y futuro inmediato, sin saber que por lo que pasamos han pasado ya muchos antes.
Me apena la pérdida de Francis, como la de otros personajes de este circo que he tenido la suerte de conocer y a los que siempre recurriré en los momentos de incertidumbre, pues al final el ciclismo, a pesar de todo lo que le ha rodeado, sigue siendo sentimiento, recuerdo y emoción.
Imagen: Lorenzo Ciprés
Ciclismo antiguo
Ulrrich en 5 esenciales
Pocas fuerzas de la naturaleza he visto equiparables a Jan Ullrich
Cuando Jan Ullrich subió el Angliru, el primero de la historia, lo hizo hace casi un cuarto de siglo al lado del líder Abraham Olano, cuando el maillot era dorado.
Recuerdo aquel día, hicieron más ruido el puerto y sus desniveles que los propios nombres de la jornada, y eso que hubo quien se coronó para la eternidad, como el Chaba Jiménez, ganador entre la niebla y el tétrico final que debió protagonizar Pavel Tonkov.
Jan Ullrich fue contemporáneo del Chaba, dos corredores diametralmente diferentes pero con algo en común, agitaban la admiración de la gente como nadie.
Quería por eso hablaros del alemán en cinco esenciales.
Explosión y ocaso muy rápidos
En el ciclismo actual nos impresionamos por la proliferación de ciclistas jóvenes con la lección muy bien aprendida, pero no son ni de lejos los primeros en saltar a la fama muy jóvenes.
Jan Ullrich irrumpió entre Indurain, Rominger, Jalabert, Zulle y Riis a la edad de 22 años y los puso firmes desde el primer Tour que corrió en cabeza.
De hecho al año, ganaría la carrera de una forma tan aplastante y completa que muchos entendimos que aquel reinado iba a para largo,… hasta que llegó un tal Lance Armstrong.
Condiciones físicas como pocos
La sensación que en ciclismo he asistido a dos fuerzas de la naturaleza se plasma con Jan Ullrich y Miguel Indurain.
Ambos han exhibido unas condiciones que no recuerdo en muchos más, con un poder en cada pedalada que hacía temblar la concurrencia.
Como Ullrich tuviera el día, poco se podía hacer.
Un desastre táctico
Era tan el poder del alemán sobre la bicicleta que su capacidad táctica nunca fue su fuerte.
Se brindó a duelos al sol en escaladas ante gente como Marco Pantani y Richard Virenque de los que salió muy perjudicado y achicando agua.
A diferencia de Indurain, Ullrich no manejó la pizarra con la destreza que se le supone a superclase.
Con los años su duelo con Armstrong hizo más acusada esa sensación.
Los inviernos de Ullrich eran muy largos
La vuelta a la competición cada mes de febrero era un reguero de fotos y periodistas hablando del estado físico de Jan Ullrich y lo redondo que a veces lucía.
Si en plena forma, era como un cuchillo en la mantequilla, lo vemos en la imagen que ilustra el artículo, su cara redondeada por los excesos del invierno fueron un clásico de las primeras carreras.
¿Un día?
De entre las jornadas que nos dio el alemán destaco una en la que no logró el objetivo pero que habla de su calidad.
Al día siguiente de su desfondamiento en Les Deux Alpes, armó un ataque en plena Madeleine que sólo siguió Pantani y no miró para atrás en momento alguno.
Ganó la etapa, pero no recuperó el amarillo, aunque dejó un sello imborrable sobre aquel infausto Tour de 1998.
Imagen: Narración Deportiva
Ciclismo
Lejarreta en 5 esenciales
Cuando hablamos de Lejarreta, lo hacemos de los valores mismos del ciclismo
Con la Vuelta en efervescencia y con ese Conexión Vintage que acaban de dedicarle y que quiero ver, queremos echar una mirada a uno de los corredores más queridos y apreciados que he disfrutado desde que veo ciclismo: Marino Lejarreta.
Le llamaban el «Junco de Bérriz», junco porque nunca se doblaba ni se doblegaga, sacando os mejores valores de este deporte como pocos han logrado hacer
En la conclusión del Vintage de Paco Grande, Benito Urarburu, quien estuvo en el estudio hablado de Marino y su trayectoria, habló del enorme carisma alcanzando por un ciclista que no tuvo el mejor palmarés de su tiempo.
Marino Lejarreta convivió con egos enormes, en una historia llena de muchos nombres queridos y seguidos en aquel pelotón español.
Marino convivió con Perico, Pello, Alvaro Pino, Fede Etxabe, Eduardo Chozas, Alfonso Gutiérrez y una larga lista que habla de la cantidad y calidad que se manejaba a este lado de los Pirineos, durante los años ochenta.
Pero vamos con el vasco, vamos con Marino Lejarreta y los cinco elementos que quiero destacar.
Humildad en la competición
Todo lo que Marino representaba era humildad, una ambición tranquila, honesta y sincera, un ciclista que voló muy alto en lo deportivo, que compitió con lo que tuvo, sin que nunca ofendiera a nadie.
Ejemplo de sacrificio
Seguimos con los valores más evidentes del ciclismo para hablar de Marino.
Conocidas fueron sus temporadas con las tres grandes en escasos cuatro meses, cuando la cosa arrancaba con la Vuelta en abril y finalizaba con el Tour en las postrimerías de julio.
Acostumbraba a hacer dos grandes bien o muy bien, y «flojear» un poco en la otra, pero ello no le sacó nunca de las quinielas de outsider.
Pionero en el extranjero
A inicios de los ochenta Marino fue uno de los grandes nombres del ciclismo español en irse a Italia y conocer de primera mano lo que allí se cocía.
Aprendió mucho y cuando volvió a España, entonces un país aún lejos de las grandes potencias, supo transmitir esos aires de modernidad.
Clave en la explosión del equipo ONCE
Aunque dejó el ciclismo de forma abrupta, por una caída en Amorebieta, Marino Lejarreta fue uno de los personajes que le dio relevancia y peso al primer equipo ONCE en el pelotón.
De amarillo, fue protagonista en grandes momentos, como la etapa que ganó en el Tour, en Millau, la Vuelta en la que colaboró para que Melcior Mauri se llevara el amarillo o en el Giro de Franco Chioccioli, que por algún instante pensamos que tenía opciones serias de disputar.
La Vuelta del 83
Cuarenta años después, podemos seguir diciendo que Marino Lejarreta fue sin duda uno de los grandes protagonistas en la que muchos consideran la mejor Vuelta de la historia.
Un mal paso en unos abanicos le dejaron fuera del concurso de una general en la que sin embargo brilló de inicio a fin, siendo el primer ganador de la historia en los Lagos de Covadonga, plantándole cara a un tal Bernard Hinault.
Defendía ese año el dorsal uno que le vino de rebote por el positivo de Angel Arroyo un año antes y lo hizo hasta el final, saliendo en la foto de días tan icónicos como el de Ávila y la masacre de Hinault.
Hoy a Marino le vemos como entonces, con pelo blanco, pero con el mismo poso de tranquilidad, humildad y cercanía de siempre, sabedor que buena parte de nuestros mejores recuerdos de ciclismo pasaron por sus piernas.
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Toni Muñoz
1 de noviembre, 2022 En 1:55
Ocaña no dejó a Fuente. Fuente pinchó y la asistencia fue lenta. TVE vía Eurovision, retransmitió la etapa.