Ciclismo antiguo
La singularidad de Anquetil no sólo se apreciaba en la carretera
Publicado
9 meses atrásen
Por
Iban Vega

Todo lo que leemos de Jacques Anquetil nos dibuja la singularidad de un ciclista único
El pasado jueves se cumplieron 34 años de la muerte de “maitre Jacques”, en otras palabras del primer grande de la historia del ciclismo, si con ello cometemos la injusticia de omitir a Fausto Coppi.
Nacido en una aldea normanda de nombre Quincapoix en 1934, su infancia fue entre alemanes y aliados, en un campo minado en la historia por la Segunda Guerra Mundial.
Aquí también reposan sus restos desde que el reloj, que tan bien dominaba, se parara para él el 18 de noviembre de 1987.
Víctima de un cáncer de estómago, se le fueron los últimos segundos de vida. Julio Jiménez, el relojero, estuvo en su homenaje.
Su palmarés es de excepción y hasta la fecha nadie cuestiona revisarlo: cinco Tours, dos Giros una Vuelta a España y un registro único, nueve veces ganador del Gran Premio de Las Naciones, una suerte de récord numérico que en contadísimas carreras se da.
Cuando las brasas de la época más oscura del ciclismo aún humean, si recontáramos confesiones, intuiciones e indirectas, lo cierto es que Anquetil fue de los pocos que hablaron con claridad de la “magia del ciclismo”.
«Sólo un idiota se puede imaginar que se puede hacer una Burdeos-París a base de agua. Los corredores tienen el mismo derecho a tratar sus dolores que un profesor de geografía» aseveró con una claridad que hoy sería punible.
El mítico periodista Pierre Chany comentó que «Jacques tenía la fuerza – que siempre fue criticado – decir en voz alta lo que otros sólo susurraban”.
Esa sinceridad camina a la par con la faz de modernidad que revistió su obra. J
acques fue un grande en la innovación, en estrujar la técnica.
Su perfección sobre la bicicleta inspiró generaciones.
Aupó una forma de hacer única, jamás vista hasta la década de los sesenta, que fue el grueso de su carrera. Los golpes de genio de Coppi y Bartali eran prehistoria, Jacques probó el doble filo del ciclismo contemporáneo.
Porque a pesar de todo, este magnífico ciclista fue un bon vivant, alejado de las directrices que ceñían con surco profundo los grandes agonistas de la época.
Le molaban las cervezas, incluso durante carreras.
El carácter itinerante del ciclismo le llevó a ser generoso en el conocimiento de las viandas locales por donde le llevaba su profesión. Aquella anécdota de Andorra, cuando se empachó de carne en el día de descanso le hizo sufrir un ataque en manada al día siguiente en el Tour de 1964.
Anquetil se salvó mecido por los brazos de la inmensa clase que atesoraba.
Imagen: El viajero accidental
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Ciclismo antiguo
Pocos ciclistas impactaron como Jan Ullrich
Publicado
2 días atrásen
10 de agosto, 2022Por
Iban Vega

Jan Ullrich fue tan poderoso como efímero en lo más alto del podio
No hace mucho dijimos que Jan Ullrich fue lo más brutal que vimos desde Miguel Indurain y, 25 años después de su Tour, seguimos en las mismas.
Quiso el azar que a segunda mitad de los vilipendiados años noventa viera la colisión de los dos talentos más grandes que ha tenido este deporte en los últimos cuarenta años: Miguel Indurain y Jan Ullrich.
Fue un choque muy desigual, reducido al Tour de 1996, una de las ediciones que flotan en la polémica perenne con un danés sentenciando la carrera en Hautacam ¿Os suena la película?
Al margen de todo ello, aquella carrera tuvo un ganador real y otro moral.
En el declive de Indurain, emergió un corredor que podía hacerlo todo, tirar del grupo de los mejores por kilómetros y llegar con ellos hasta el final, un escalador potente y pesado, de desarrollo largo, una bruta bestia, que diría Ares, que en la contrarreloj no hacía presos.
Jan Ullrich explotó de tal manera, en esos días, que sigo pensando que fue uno de los motivos para que Miguel Indurain diera un paso al lado.
¿Qué habría sido del Tour 1997 si ambos hubieran estado de dulce?
No lo sabremos, aunque una cosa es cierta, lo que vimos en aquella edición, hace 25 años de eso, pasó a los anales como una de las palizas más hirientes jamás vistas.
El tramo que va desde Andorra a Saint Etienne es un chorreo en toda regla, como yo creo que nunca he visto nunca más.
Con Riis lejos del nivel de antaño, ya en la primera de los Pirineos, Ullrich ejerce de patrón sin el uno a la espalda.
En Arcalis, se acabarían las bromas. el alemán, campeón de su país ese año, abrió gas y destrozó los sueños de Pantani y Virenque en su terreno: les envió más allá del minuto en una etapa concluida tras 250 kilómetros.
A los pocos días en Saint Etienne, «diferencias Indurain» con éste retirado
Ullrich le tomó más de tres minutos en 55 kilómetros a ambos escaladores en una exhibición en la que Olano, especialista total, estuvo casi en los cuatro minutos de pérdida.
Esas eran las carnicerías que dejaba Ullrich a su paso, golpes de efecto que a veces le jugaban malas pasadas, como cuando salía a rueda de Pantani, volando en Alpe d´Huez, para reventar y pasar a controlar los daños.
Su reinado se presumía largo y duro, pero nada hubo de eso.
Ullrich quedó rápido apeado del trono, esa mala cabeza que mostró en etapas como en los Vosgos, la ineptitud de Virenque aquel día le salvó, le traería de cráneo durante toda su vida.
Ver a aquel ciclista de 1997 fue lo más parecido a Indurain que recuerdo, 25 años después lo sigo pensando.
Aunque no volvería a ganar el Tour, hizo pequeños los registros de Poulidor batallando hasta el final y de buena lid con Pantani -memorable su ataque en la Madeleine- y Armstrong, en los Tours que no salen en los libros.
Queríamos acordarnos de este monstruo que esperemos esté mucho mejor y muy alejado de los entornos en los que le hemos visto no hace tanto tiempo.
Imagen: NDR
Ciclismo antiguo
«Monsieur Anquetil, no le pedimos que pierda, sólo que no despliegue todo su potencial»
Publicado
2 días atrásen
10 de agosto, 2022Por
Iban Vega

A Jacques Anquetil le pidieron que no abusara de los rivales
Ese día a Anquetil le llegó una propuesta tremenda.
En Lugano cuando el cielo luce azul, el sol entra por entre las crestas del Ticino y el agua refleja una luz que no calienta, pero sí reconforta.
Una luz de esas que llena el alma e inspira.
Lugano, en el vértice italiano de la confederación helvética, acoge su gran premio, una suerte de mundial oficioso contra el crono que Jacques Anquetil tuvo a bien dominar durante más de media década.
Encantados, pero asustados, los organizadores del evento, no saben cómo aproximarse a la estrella normanda.
Jacques, maitre Jacques, el señor del reloj, el estilista que cinceló la imagen perfecta del hombre sembrado sobre la máquina, la perfección perenne que medio siglo después seguirá como los cánones clásicos, sin perturbarse por las modas.
Temor, como decimos en los garantes del evento.
Temor porque sospechan que el astro va a copar la clasificación.
Sinuosos se escurren ante Anquetil.
Le vienen a decir: “No decimos que pierda, sólo que no despliegue el potencial de su enrome talento”.
Eso tenía un precio, una media verdad que no mintiera al público, pero que le hiciera humano, que le diera emoción. Anquetil pacta un precio por su no victoria.
El pacto de bambalinas no saldría de entre los firmantes, pero Anquetil riza el rizo.
Tiene en Ercole Baldini, italiano, elegante, querido en la zona y uno de los mejores bajadores de los tiempos, su posible gran rival.
Al final sería Gianni Motta el segundo.
De cualquiera de las maneras, con Ercole pacta otra prima, parte del premio de éste por “no desplegar el potencial de su talento”.
Ya son dos bolos más el fijo de salida.Pero el día pinta fenomenal, la gente aclama a maitre Jacques y al final gana, porque no podía ser de otra manera, es el mejor y los arreglos, tan traídos en la época, no funcionan.
Le maitre se lo guisa y se lo come, se lleva el premio del primero, sin necesidad de ofender a la concurrencia, dándole pábulo a una cierta emoción.Todo queda como lo establecido, Jacques Anquetil es siete veces ganador en Lugano, esas marcas que nadie osaría igualar, porque como el tiempo demostró no son de este mundo.
Ésta es una de las historias de «La soledad de Anquetil», el excepcional libro de Paul Fournel dedicado al primer quíntuple ganador del Tour de Francia.
Ciclismo antiguo
La inédita y olímpica historia de Christa Luding y Clara Hughes
Publicado
3 días atrásen
9 de agosto, 2022Por
Iban Vega

Christa Luding y Clara Hughes han sido campeonas olímpicas de ciclismo e invierno
La historia por poco sabida no merece ser omitida. El día que los Juegos Olímpicos coreanos echaron el cierre, hace ua cuatro años, con una fenomenal final de 50 kms de esquí nórdico, queríamos acordaros de dos campeonas olímpicas que las cuñas de Eurosport nos recordaron esos días porque lo fueron de invierno y verano, y en verano lo consiguieron en las pruebas de ciclismo. Hablamos de Christa Luding y Clara Hughes.
La primera era alemana del este, la antigua RDA, en tiempos en los que los mapas de geografía política en Europa borraron fronteras marcadas desde el mismo final de la Guerra Mundial.Christa Luding fue patinadora y ciclista de velocidad. Es una de nuestras campeonas olímpicas.
Christa Luding fue fija en los podios de los ochenta e inicios de los noventa
Su leyenda empieza como patinadora de velocidad. Medio kilómetro y kilómetro, medallas de oro en Sarajevo 1984 y Calgary 1988.Ese mismo año sería plata en la final de velocidad en Seúl 88, la primera olimpiada coreana y la anterior a la de Barcelona, en el 92, como la de Albertville, donde sería bronce de patinaje velocidad en 500 metros.
Clara Hughes es una leyenda en Canadá
La otra protagonista es de Winnipeg. Es una leyenda, una celebridad en un país de honda tradición olímpica, como es Canadá.De hecho, Clara Hughes fue la abanderada en los juegos de Vancouver 2010.
Los juegos de casa, como Chris Hoy en Londres.Para tal honor, Hughes, subcampeona del mundo de contrarreloj en Tunja, año 1995, donde Indurain y Olano, ya había pisado podios olímpicos.
En Atlanta, año 1996, se colgaría dos medallas de bronce en las carreras de carretera, crono y ruta, pero con el tiempo se pasaría a patinadora de distancias más largas que Luding.Hughes ganaría medallas desde Salt Lake City, año 2002, a Vancouver, año 2010.
Por medio, en Turín, 2006, entraría en la galería de campeonas olímpicas: oro en los 5000 metros.
Con la final de hockey hielo aún resonando, las emociones del frío y deslizante, hemos querido tener una esquinita de estos preciosos juegos en este mal anillado cuaderno que es El Velódromo.
Imagen: Olympics
Ciclismo antiguo
El día que Greg Lemond sí batió a Sean Kelly
Publicado
6 días atrásen
6 de agosto, 2022Por
Iban Vega

Ese mundial de Chambery condenó a Kelly ante Lemond
Sitúense. Década de los ochenta, años vintage.
Tiempos de transición, de respeto real y cariño sincero hacia el ciclismo. Guimard diría que los últimos tiempos de inocencia.
El pelotón es poblado por leyendas vivientes.
Nos centramos en dos. Un americano de grácil pedaleo y afortunado sino, Greg Lemond. Enfrente el mejor ciclista del momento, Sean Kelly, un corredor cuyo bagaje excede los límites de la estadística.
En 1989 el Campeonato del Mundo se desarrolla en la ciudad francesa de Chambery, la puerta de los Alpes, un sitio mágico, de montañas preciosas y duendes escondidos.
La jornada es lluviosa y fría. El mundial, siempre en el ocaso del verano rara vez se corre bajo tanta agua. Aquel día descargó el cielo sobre los corredores, tanto que pasarían unos años hasta ver ediciones tan húmedas.
Oslo a los cuatro años y Valkenburg a los nueve le harían honor.
La carrera se decide en un sprint, qué sprint.
Uno entre un millón, Greg Lemond, sorpresivo ganador del Tour un mes antes ante el desconsuelo de Laurent Fignon, lo hizo, ganó a Kelly en una llegada explosiva, casi icónica, en un ambiente espeso y húmedo, con huesos asomando bajo el maillot calado, imitando eso que griegos inventaron en la Victoria de Samotracia, la técnica de los paños mojados para descifrar la anatomía.
Sean Kelly vs Greg Lemond. Un duelo desigual si en grandes clásicas nos fijamos y asimétrico si añadimos mundiales.
Kelly llegaba como ganador de la recién creada Copa del Mundo, fue cuatro veces verde en el Tour, ganador de una Vuelta.
Kelly amasó victorias parciales sobre Lemond en San Remo, Lombardía y Lieja. Le sacó del podio de la Roubaix de 1985.
Sólo en una clásica Lemond rompió la tiranía de Kelly, el Gran Premio de las Américas de ese mismo año cuando se clasificaron cuarto y quinto respectivamente.
Greg pudo con Sean en esa clásica y en todos los mundiales en los que se cruzaron.
Sean nunca pudo con Greg cuando el arco iris amanecía en el horizonte.
La carrera tuvo otro protagonista, Dimitry Konishev, un jovenzuelo soviético que clavó la carrera siempre en vanguardia.
Posiblemente él fuera, con su plata colgando de la nunca, el tipo más feliz del podio francés. Lemond ya había sido campeón del mundo, Kelly nunca lo sería. El ciclismo, caminos paralelos, caminos cruzados, siempre tuvo estas cosas, estos azares.
Lemond nunca ganó a Kelly hasta que lo hizo, y en un Campeonato del Mundo.
Una historia discreta pero latente que explica por ejemplo lo que este año le ha pasado a Peter Sagan, quien nunca fallaba hasta que se vio en el sprint de San Remo.
Historia y foto tomadas de greglemondfans.wordpress.com


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