Ciclistas
El Tour 2020 en el Mont Aigoual: no hubo maravillas
Lutsenko salva una jornada sencillamente prescindible más allá del desgaste que Mont Aigoual haya dejado en los aspirantes al Tour 2020
Este Tour, como el año pasado, como el anterior… es el de «hoy sí», pero el Mont Aigoual, y su hermoso puerto anterior, demostró que este Tour 2020 es como los demás.
Y ¿qué es?
Una carrera como otra cualquiera, atenazada por una palabra: miedo.
Miedo a perder, miedo a quedarte descubierto, miedo a que te rematen… miedo a cualquier cosa que indique valentía.
Abajo -bajo la fotografía- tendréis lo que dijimos esta mañana y no es más que la constatación de este ciclismo donde se vende la igualdad entre los mejores como sinónimo de emoción y espectáculo, cuando lo que sucede en realidad es que hay pavor a dar un mal paso que te saque de la foto.
¿Qué pasó en el Mont Aigoual?
Ganó Lutsenko, un corredor de esos de primavera, de Tirrenos, Liejas e Itzulias, ahora en el Tour por que está negociando a lo grande con Astana su renovación.
Jesús Herrada hizo una subida memorable, pero insuficiente ante el kazajo y el resto, el resto, atrás…
Si Bernal gana el Tour 2020, que se acuerde del Mont Aigoual
Entre los grandes lo previsto, este ciclismo es así, punto.
Esta vez los Jumbo se dieron una jornada de descanso que sinceramente quizá se arrepientan.
Llevamos días oyendo que Egan Bernal va con el gancho, lo oímos desde el mismo Dauphiné, pero lejos de probarle, cuando parece posible distanciarle, se deja el mando a su equipo.
Que la subida decisiva del día fuera conducida por Jonathan Castroviejo habla del caché que Ineos, ahora Grenadiers, guarda en el pelotón.
No hay respeto, hay miedo, pesa el poder de los ingleses en el gran pelotón, entre los grandes, pesa tanto que les dan la llave de la carrera y no le tientan, ni siquiera cuando muchos dicen que no están para florituras.
Uno no gana siete de ocho Tours sin dejar mella en los rivales.
Espero, eso sí, que hoy al menos Adam Yates acepte de buen grado ese amarillo que Alaphilippe perdió por no saberse el reglamento y que «sabe tan mal vestir en estas circunstancias».
Ahora el Mont Aigoual, el Tour 2020 tiene tantas llegadas en alto que desincentiva los movimientos
Quienes hemos leído «El ciclista» de Tim Krabbé saben bien del Mont Aigoual que el Tour de Francia ha esperado hasta 2020 para visitar por primera vez.
Su perfil es hipnótico, sobre el gráfico…
???????? Así son los últimos 35 kilómetros de la etapa de hoy #TdF2020 #TourEnCOPE pic.twitter.com/s0Nbg9Tbiv
— COPEdaleando (@Copedaleando) September 3, 2020
Hasta su base, un recorrido lleno de trampas, en pasillos abiertos al Mistral que nos traen la memoria aquella llegada de dibujos animados que nos regalaron Sagan, Geraint y Froome hace cuatro años en Montpellier.
Y es que Montpellier no está lejos del lugar, de este brazo montañoso a caballo entre Alpes y Pirineos cuyo faro es el Mont Aigoual, la segunda llegada en alto del Tour 2020.
Sobre ese perfil imaginas avispas lanzadas por adelantado, compañeros de favoritos que esperarán para hacer puente, si no en el primer muro, sí en el postrero, muy tendido y a merced de los elementos.
Tened rueda hoy va a ser clave, tener rueda para los ciclistas y paciencia para os aficionados que esperan ver batalla, todo roto, la carrera por los aires, y sinceramente eso es mucho esperar.
El Mont Aigoual es uno más, otra montaña, en este Tour del 2020 que se trufa de llegadas en alto, muros, trampas… tantas cosas que a veces el problema reside en elegir el sitio donde atacar.
Y claro, ante la duda los Jumbo Visma irán haciendo.
O no, por que si se repite tanto eso de que Egan Bernal no está para fiestas, quizá a los amarillos les convenga ir a por él, sin dilaciones ni miramentos.
Si una cosa tiene Egan Bernal es que va a ir a más según pasen los días, el año pasado estuvo agazapado todo el Tour, su equipo también, e hicieron saltar la banca en los Alpes, haciéndose no sólo con el maillot amarillo, también con la plaza de plata, con Geraint, en una carrera en la que si el Ineos hizo algo fue correr de forma muy alejada de sus años de Team Sky, cuando se dedicaban a pasar lija entre la concurrencia.
Con unos Pirineos, descafeinados sobre el papel, en el horizonte, marcar paquete el Mont Aigoual no creo que entre en los planes de muchos, y eso que nos encantaría equivocarnos.
Este ciclismo de llegadas en alto en días alternos que vende la igualdad en la general como algo emocionante no deja de ser como el cuento de la vieja, donde siempre ganan los mismos, los equipos que un día inventaron en el US Postal con Sky y Jumbo como alumnos aventajados.
Imagen_ © BORA – hansgrohe / Bettiniphoto
Ciclistas
5 desenlaces de capo en los monumentos
Ganar en los monumentos es tan complicado, que hacerlo de forma contundente tiene valor doble
Me encanta la expresión italiana de «capolavoro» para retratar esas victorias que dejan huella en el aficionado. victorias que si se producen en alguno de los cinco monumentos valen por dos e incluso por tres, si se logran sin dudas ni titubeos, demostrando superioridad en un entorno de competitividad total.
En estos años creo que han habido jornadas en la que se veía de lejos el ganador.
Los tres Lombardías de Tadej Pogacar o las dos Liejas de Remco Evenepoel están en ese nivel, pero hemos querido ir un poco más allá y recordar esas jornadas en las que el ganador ya se daba por seguro de lejos…
La Lieja 2015 de Valverde
Es cierto que las cuatro victorias de Alejandro Valverde en la Lieja-Bastogne-Lieja han sido para enmarcar, en términos de estrategia y sprint en condiciones de fatiga máxima, pero la que gana en 2015 es una exhibición rotunda.
La forma en la que el murciano controló el desenlace, sabiéndose favorito y vigilado, fue suprema, un punto más en su grandeza.
Les controló desde adelante en el Muro de Ans, dejó hacer a Dani Moreno y a 500 metros de meta se fue a por él, cerró el hueco y se dispuso a lanzar el sprint que acabó ganando.
Parece sencillo, porque así lo hace, pero sin duda que la complejidad de esos momentos explica la enormidad de ganar en los monumentos.
La Lieja 2011 de Gilbert
Ese año había un coco en el pelotón y respondía al nombre y apellido de Philippe Gilbert.
El belga se incrustó entre los dos Schleck y les mantuvo a raya hasta el mismo sprint final.
Nunca hubo opción para los hermanos luxemburgueses, el Gilbert aquel venía de ganar Amstel y Flecha, era favorito y ejerció como tal.
Incontestable.
La San Remo 2019 de Alaphilippe
Está lejos este Alaphilippe de aquel de hace cinco años, pero es que ese ciclista fue superlativo, en especial aquellos días.
Su rueda estaba marcada, venía de ganar Strade y de batir a los velocistas en un sprint de Tirreno, pero ello no fue suficiente para que ejerciera con solvencia hasta la misma Via Roma.
Jugó, literalmente, con los rivales en una carrera que se precia de ser la más complicada de ganar entre los monumentos.
La Roubaix 2015 de Degenkolb
Qué ciclista aquel John Degenkolb en 2015, antes de aquel maldito accidente entrenando.
Ganador en San Remo, dobló Roubaix a las pocas semanas como Van der Poel el año pasado.
Ese día el alemán sacó remató el córner, quedando cortado en un primer término, pero remontando desde atrás, cogiendo el primer grupo y batiéndoles al sprint.
La San Remo 2014 de Kristoff
El noruego tuvo años muy buenos y en especial en ese ciclo, cuando todo le salía.
Su victoria en la Milán-San Remo fue una exhibición de equipo, con un Luca Paolini de excepción en la Via Roma para dejarle sembrado el camino.
Qué poco estético ha sido siempre Kristoff, con ese casco torcido, pero qué jodida fuerza de la naturaleza cuando estaba inspirado.
Este año, en Flandes y Roubaix, he vuelto a tener esa sensación de asistir a algo único y brutal, el control y aniquilación de competencia que ha ejercido Mathieu Van der Poel en ese sentido, ha rescatado esos momentos en los que ganar uno de los cinco monumentos parece la cosa más sencilla del mundo.
Ciclistas
Mola Pidcock, mola mucho Tom Pidcock
El pequeño pero curioso bagaje que está construyendo Tom Pidcock no es desdeñable
He leído de quienes han estado cerca de él que Tom Pidcock es gallo, tiene ego, cierto aire de suficiencia e incluso de distancia.
He leído eso y me lo creo, incluso diría, que lo celebro porque en esa expresión sobrada de ciclista top se prolonga una actitud en carrera que sólo puede gustarte, y al final estamos aquí para valorar a esta gente si son buenos o malos ciclistas, no si en la vida cotidiana resultan más o menos amables.
Tom Pidcock siempre ha sido una estrella, mucho antes de pisar el Ineos y destacar en el World Tour.
Con ese «cuerpo escombro», que diría Alix, ha logrado granjearse éxitos y notoriedad por donde ha pasado, por una forma de correr que no genera indiferencia, más bien todo lo contrario, cualquier amante del ciclismo tiene que estar encantado con lo que hace Tom Pidcock en la carretera.
Él siempre se mueve, arriesga y ataca, e importa más bien poco quién sea el rival.
Lo demuestra cada invierno en ciclocross cuando se mete en las cuitas de Van Aert y Van der Poel, entre los dos, como la cuña que calza una mesa.
Lo evidenció el año pasado saliendo a por Pogacar en Amstel y Remco en Lieja
En ambas ocasiones salió desplazado hacia atrás, pero no se escondió.
Exactamente igual que ayer en la Amstel Gold Race.
Con la duda de Van der Poel activaría el rodillo, él no espero y se metió en una fuga de «mortales», eso es Hirschi, Benoot, Vansevenant…
No escatimó el relevo, tampoco rehuyó algún «ataquito» por si acaso y en el sprint se sacó la espina de esa llegada de hace tres años, aquí mismo, con Wout Van Aert.
A Tom Pidcock le vemos muchas veces a remolque, cerrando huecos, algo descolgado, pero también le vemos y con la misma intensidad que cuando coge el mando y no se deja nada.
Como dijimos el año pasado tras la Lieja es «Juan sin miedo», ha construido un carisma sólido, y apuntalado por la hinchada anglosajona, basado en presencia en carrera y triunfos, pocos, pero muy buenos.
Imagen: FB Amstel Gold Race
Ciclistas
El día y la Amstel que merecía Tom Pidcock
Esta Amstel es un bálsamo para Pidcock e Ineos
Habiendo sido tercero y segundo, a Tom Pidcock no le valía otro resultado que la victoria en la Amstel Gold Race.
Simbólica, en este sentido, la imagen de Tom Pidcock abrazándose con Michal Kwiatkowski en la meta de la Amstel, ganador dos veces aquí, como su los saberes para ganar la clásica de la cerveza se transmitieran en el seno del equipo.
A inicios de año, nos preguntamos en este mal anillado cuaderno cuál sería el día grande de Tom Pidcock este año.
¿Cuál sería su Alpe d´Huez o Strade Bianche en 2024?
Pues bien lo ha sido la Amstel Gold Race, la carrera que le negó fortuna a Tom Pidcock mediante dos fuera de serie.
Hace tres años frente a Van Aert, en un photofinish muy discutible y el pasado ante Pogacar, intratable.
Esta vez Pidcock fue el más listo de la clase.
En una jornada en la que Mathieu Van der Poel no pareció en su prime, se apresuró a sacarlo de la ecuación rápido.
En estas carreras hay un momento en el que si Van der Poel no se ha ido solo, el tema se revuelve y el pronóstico se torna incierto.
Así, fue, en un corte de cortes, Pidcock se metió con gente que no racanea como Vansevenant, Hirschi y Benoot para hacer hueco y jugarlo todo al sprint final, sabedor que es muy fuerte en estas lides.
Su victoria es agua de mayo caída en abril sobre el palmarés de un Ineos que ha dado un claro paso atrás en su presencia en el pelotón, que yo no hegemonía.
Es el tercer triunfo, ojo del equipo inglés, pero qué triunfo, toda una Amstel Gold Race que el equipo británico ya tenía en sus vitrinas, una carrera que un soplo a un equipo sin duda en apuros.
El imperio sigue de pie…
Imagen: @Eltiodelmazo
Ciclistas
3 clasicómanos que se aproximarían a Mathieu Van der Poel
Lo que está logrado Mathieu Van der Poel empieza a ser muy serio
En vísperas de una carrera fetiche para Mathieu Van der Poel como la Amstel Gold Race, le he dado vueltas como el otro día con Pogacar en esfera de las vueltas, a otros corredores que yo haya visto y me recuerden lo que está haciendo el neerlandés: hacer de clásicas tan exigentes e impredecibles tantas veces como Flandes y Roubaix su casi seguro coto del éxito.
Llevo viendo ciclismo hace más de treinta años, he visto clasicómanos que me han impresionado de forma puntual -Alaphilippe en la San Remo que gana-, otros alguna vez más, pero lo de Mathieu Van der Poel excede a la amplia mayoría y sólo se podría medir con tres nombres, cuya sola pronunciación habla del tamaño de la obra que está construyendo el campeón del mundo.
Tom Boonen, el «pedrusquero» perfecto
Es posiblemente el más bueno de todos, al que Mathieu Van der Poel mejor se podría equiparar.
Tom Boonen hizo de las piedras una obra de arte alargada en muchos tiempos estado con el mejor de siempre en Roubaix, Roger De Vlaeminck, y entre los más grandes en De Ronde, entre los que ya se ubica el mismo Van der Poel.
Por su forma de abordar los adoquines, de volar sobre ellos, de mover el cuerpo, de hacer de su estructura sobre la bicicleta un todo perfecto y demoledor, el belga me pareció un maestro en estas lides, un tipo del que seguro el actual coco se ha inspirado alguna vez.
Boonen tenía velocidad pero era muy fuerte, como para ganar en Roubaix con la solvencia que lo hizo el domingo Van der Poel y en Flandes condicionaba a los rivales y resultó decisivo para que un tal Devolder se llevara dos ediciones seguidas.
Fabian Cancellara, en todos los terrenos
Si Boonen era elegancia, conocimiento táctico y efectividad, Cancellara tenía un punto de fuerza que le hacía temible, lo suyo era intimidad a los rivales.
El suizo amasó un palmarés similar a Tom, mostrando una evolución mucho más significada, pues no tenía el sprint del belga.
Eso le llevaba a victorias por derribo de los rivales, hasta que, no podía dejarlos a todos detrás, pero batía al sprint, como con el pobre Sepp Vanmarcke en sendas «majors» del adoquín.
Johan Museeuw, el inspirador
Sin duda el primer gran especialista de estas carreras que he visto.
Se apoyaba mucho en el equipo -ahí está esa famosa Roubaix de 1996-, pero también en su fuerza bruta y en el conocimiento del lugar.
Nunca dio la sensación de poder total que exhibe en la actualidad Mathieu Van der Poel, como si todo lo que puede influir en la carrera lo hará, pero a su favor, sin embargo, era grande torciendo situaciones complicadas de carrera.
Museeuw bebió de los grandes de los ochenta y creció viendo a los mejores de épocas anteriores y lo transmitió en carrera, dotando de un innegable romanticismo sus éxitos.
Pero si hemos de valorar lo que estamos viendo ahora es otro nivel, son máquinas que no dejan nada al azar, ciclistas a los que nada parece afectarles, ni siquiera en las heridas de las manos…
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