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Echamos a rodar sobre nuestro primer Bkool
A algunos os vendrá a la mente aquel ciclismo de salón. Los que somos contemporáneos a la generación de los éxitos del ciclismo español, nos poníamos el rodillo en nuestro comedor, llevados por el ansia de estar en forma y poder ascender cualquier puerto y a rueda de cualquiera cada fin de semana. Bkool nos lo pone en bandeja.
Subirse en aquellos rodillos manuales era un arte, mantener el equilibrio, a veces un milagro, siempre con una pared cerca o un punto de apoyo para evitar el tortazo.
Los tiempos han cambiado, para bien. Aquellas sesiones de quejidos en la soledad de la salita, en esecomplicado equilibrio, han pasado a la historia. Bkool ha puesto la solución con esa gama de rodillos para que el entreno sea mucho más sencillo y como no, más divertido.
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Una vez desembalamos el rodillo, nos sorprende lo sencillo que resulta todo. No es necesario ningún trabajo mecánico con nuestra bicicleta, más allá del cambio de buje en la rueda trasera para anclar la flaca al rodillo de la forma más fácil posible y preocuparse sólo de disfrutar de los ejercicios que nos proponen desde el sistema.
Como veis, el buje de Bkool Pro, sÓlo necesita de un trípode trasero y un accesorio de apoyo delantero, para poder realizar sesiones de entrenamiento con el rodillo en tu salón de casa.
Principales características de Bkool
Lo que más destaca en Bkool y sus rodillos de entreno es la interactividad con una serie de alicientes, que harán de la sesión algo ameno y productivo. Nosotros tenemos la versión Pro, que conecta sus rodillos de entreno a un ordenador y nos lleva por un mundo digital, donde escoger la «salida» del día entre infinitas etapas, planas, de montaña, en solitario o en grupo, es sólo uno de los atractivos.
Y es que, como decimos, su punto más fuerte es la conectividad a su web. El rodillo Bkool dispone de un simulador de etapas que, después de haberlo instalado en nuestro ordenador, podremos empezar a recorrer, bajo suscripción previa a Bkool.
Como si fuera un juego 3D, Bkool nos propone una inmersión total en su entorno virtual, donde para empezar nos deja escoger el nivel de inmersión del “juego”, pudiéndonos ver en primera persona o ver nuestro “avatar” por los diferentes escenarios.
Bkool permite personalizar el avatar de entreno, con la ropa y físico que uno desee
Subscripción a Bkool
Desde Bkool se quiere conseguir reunir una numerosa comunidad de corredores, conectados entre ellos, que se conozcan y compartan experiencias. Por una cuota de 10€ mensuales, 8€ en Premium si optas por opción anual, se puede entrar en ese universo y experimentar entrenamientos de un realismo brutal con gente de tu nivel. En muchos hogares el rodillo ha pasado a ser un actor más del paisaje, pues resulta sencillo de usar y no ocupa espacio. Si estamos abonados a miles de historias ¿por qué no tener un entrenador en casa para aumentar nuestros resultados en las carreras y salidas?.
La versión Pro de Bkool ofrece escenarios reales con mapas e imágenes al más puro estilo Street View de Google con fotografías actuales y entornos que podremos ir cambiando, o si queremos más sencillez, simular algún juego ordenador virtual.
Diferentes tipos de entreno, con escenarios de Bkool en carretera o indor
En este vídeo hemos tomado una etapa nocturna, donde podemos ver como el sistema ofrece varios tipos de pantallas en primera persona, proporcionando una inmersión mayor o viendo nuestro avatar en diferentes distancias, para tener una mejor visión de grupo.
Para probar e introducirnos, hay una primera versión free con un vistas en 2D que pueden crear una extraña sensación en un primer momento, aunque eso sí, mantiene todas las características del funcionamiento de su rodillo.
Porque Bkool se ha esforzado en que tengamos sensaciones reales encima de nuestra bici, pero ¿cómo conseguir esto? ¿cómo llegar a decir que has hecho una salida virtual en bici? ¿cómo subir una montaña desde tu salón?
Aquí es donde Bkool ha dado el paso.
Deja obsoletos los rodillos de antaño, obsoletos pero también entrañables, nadie se vaya a ofender, e introduce mejoras obvias con la conectividad y otras que experimentaremos, como el nivel de ruido, sorprendéntemente muy bajo, evitando ese martilleo perenne de sonido continuo mientras te machacas en el salón de tu casa.
Ahí veis lo sencillo que es el montaje en cualquier lugar.
Bkool, una vez conectado a tu ordenador y escogida la etapa, te lleva por la ruta a la velocidad que tú vayas y se va a ir adaptando al terreno, escogiendo la resistencia ideal, para emular la sensación de pendiente en cada momento, ganando virtuosismo y consiguiendo que no sea un entrenamiento monótono ni aburrido.
Perfil de una etapa Bkool. El simulador emula la pendiente y te da los datos «live»
No sólo hay montañas, planos y curvas, esta versión nos deja escoger entre ciclismo de pista o de montaña, nacional o internacional, el abanico de lugares es múltiple y hace que cada entreno sea una prueba diferente. Hasta poner público que te anime. Un pasillo rollo Tour en tu salón.
Como decimos, en cada momento Bkool nos ofrece datos de la potencia, calorías y aquellos parámetros que precisamos saber sobre nuestro nivel de entreno. Huelga decir que por supuesto podemos conectar nuestro pulsómetro al programa, para tener los datos perfectamente registrados y/o que queden grabados en nuestros perfiles usuales de deporte Strava oSuunto
Compartir entrenamientos
Porque Bkool tiene claro cómo divertirte mientras realizas esas sesiones sobre su rodillo, quiso dar otro salto en el grado de inmersión en el entreno: compartir con otros usuarios en vivo lo que haces. Bkool tiene una comunidad de adeptos entre los que puedes encontrar grupos que por afinidad se adaptan a tus entrenamientos. Cualquier día puedes practicar tu sesión de entreno de forma grupal o competir con ellos. Lo que te apetezca.
Sesión de entreno en vivo, con otros corredores conectados en ese momento
Como veis no son pocos los argumentos. Así es cómo la marca pretende “engancharte” a tus entrenamientos en casa, sin que sean aburridos y si es posible, tomártelo como un juego, compitiendo con otros y quedando en escenarios reales para entrenar en grupo.
¿Puedes pedirle más?
Por Toni Marín
Destacado
Un, dos, tres,… Purito
Hemos escogido tres momentos de ciclismo para recordar a Purito Rodríguez
Finalmente tras un campo curvas, declaraciones y la inédita situación de verse corriendo cuando ya se había despedido, Purito Rodríguez dejó de competir hace ya seis años.
No quiero saber cómo fue el momento de ver que, pese a las energías que quiso dedicarle a su retorno, aquello era una tarea literalmente imposible, porque el día que dijo que lo dejaba, aquella tarde de agosto en Río, se descolgó de esa vida que marca el sacrificio de un ciclista: una vida de penurias, rutina y trabajo duro que retomar, una vez has probado la vida más allá de las dos ruedas, debe ser un muro de dos dígitos de pendiente.
Sobre Purito se arrojó mucha literatura estos años, pero quería traeros con tres momentos, tres flashes de su trayectoria profesional.
Son tres retazos que consideramos representativos de quién fue y qué hizo este ciclista que, en un entorno muy complicado, conviviendo con dos leyendas del tamaño de Valverde y Contador, pudo hacerse un hueco, grande y cómodo en el corazón del aficionado.
La primera etapa en el Tour
Tras varios años en “chez Unzue”, Purito admitió la oferta del Katusha, para medir sus posibilidades más alá de la zona de confort del pelotón español. Con los rusos tendrá algo que tardó mucho tiempo en conseguir: debutar en el Tour, carrera a la que Unzué no le llevaba porque Valverde tenía prioridad.
Y Purito fue al Tour, cargándose de las razones que había esgrimido durante años para que llevaran a la mejor carrera. Y en el Tour le salió la carrera perfecta pues se situó entre los mejores de la general y ganó una etapa en Mende que pasa, yo creo, por ser el espejo de su latente rivalidad con Alberto Contador.
Escapados ambos, el madrileño le azuza paz meter tiempo a Andy Schleck. Purito busca negociar, etapa para él, amarillo para el de Astana. Contador sacude la cabeza negándose. Se acabó el trato. Purito, más rápido sobre el papel, se reserva y gana la etapa. Un mal negocio para el rival.
La Vuelta de 2012 tiene llegadas en alto novedosas salpicando el recorrido, pero el paisaje al final siembre es el mismo. Purito, generalmente de rojo líder, con Valverde y Contador, en la carrera que reveló la igualdad en carisma y fuerzas que reinó entre los tres. Día tras día, la estrategia de ataques de corto radio de Contador se revela inútil. Parecía que la Vuelta tendría ganador catalán 21 después de Melchor Mauri, hasta que hubo un cortocircuito que lo cambió todo.
Camino de Fuente De, Alberto Contador hace gala de aquello que siempre le movió incluso cuando todo pintaba mal. Contador lanzó ciclistas por delante y tomó metros, metros que se hicieron segundos y luego minutos. Purito había perdido una Vuelta que pareció suya, que era suya. Aquel día encajó un golpe durísimo, pero subió al podio y admitió el valor de su rival. Grandeza para perder.
Hay mundiales que yacen en la memoria por los años de los años. Florencia, la cuna de los hombres que sabían hacerlo todo, vivió la mejor edición que recordamos en los tiempos recientes. La tormenta que recibió al peloton viniendo de Lucca fue el presagio del final más increíble, el desenlace más surrealista.
Purito siempre en vanguardia, vence la resistencia de los rivales. Parecía que la carrera era suya, debía ser suya. Valverde con Rui Costa y Vincenzo Nibali por detrás. Parecía hecho, pero en un desliz, nunca confesado al 100%, el portugués toma unos metros que le acercan de forma irremisible a Purito. En meta, gana Costa, Purito, roto, llora en el podio. Aquello fue duro, uno de esos chaparrones que quebrarían el junco más duro, le cabría el consuelo de su querida Lombardía, a la semana y con el sentimiento de que él debía haber sido el campeón flotando en el ambiente. Años después aquel día sigue escociendo. Nos sigue escociendo.
Ciclistas
Ganar como ganaba Fabian Cancellara
La victorias de Fabian Cancellara dejaban huella
Ganar, me dijeron una vez, se gana mucho, también en ciclismo, cada fin de semana hay carreras, incluso entre semana, pero victorias que marquen no hay tantas.
En esa tesitura se sitúa Fabian Cancellara, colgó la bicicleta hace unos años y siguen vigentes muchos de sus éxitos, incluso los de aquel 2010, primavera, en los que no tuvo casi contestación.
Mis favoritas de siempre:
Tour: 1998 Pantani
Giro: 1994 Berzin
Vuelta: 1995 Jalabert
Sanremo: 2004 Freire
Flandes: 2010 Cancellara
Roubaix: 2002 Muuseuw/ 2007 O’Grady
Lieja: 1999 Vandenbroucke
Lombardia: 2006 Bettini
Mundial: 1995 OlanoLa mejor: Duitama 95 https://t.co/q5kRDJpw3I
— Ramón Espinar (@RamonEspinar) November 11, 2022
Seis años después de su retirada os dejo estas palabras de Markel Irizar, son de entonces, escritas con el sentimiento de esos momentos, hablado del que había sido su ilustre compañero…
Llevo trece años de profesional y acabo de empezar las que será mi decimocuarta. Mucho ha pasado desde aquel chaval de Oñati que debutó en Euskaltel. Estos últimos cinco años los he tengo el privilegio de ser el compañero de Fabian Cancellara.
Fabian es una persona muy cercana en las distancias cortas, donde la gente no le ve. Es un líder dentro y fuera de la carretera, exigente, como no podía ser de otra manera pero muy agradecido.
Ha ganado mucho, muchísimo, Si me pedís por una victoria en especial, es difícil quedarse con una. Tiene oros olímpicos, Flandes, Roubaix, Mundiales, etapas en el Tour… si queréis que os sea sincero, yo me quedaría con su trayectoria, porque es excepcional. Fabian será recordado por ser uno de los más grandes en la historia del ciclismo.
Ademas todo lo que ha logrado ha sido fruto de su forma de correr, con su peculiar estilo y con una manera de correr que tenía por norma ganar dando espectáculo, dando la cara… de ser una locomotora. Puedes ganar que si lo haces como lo hizo ayer, marca y queda en la memoria de todos.
El ciclismo pierde a uno de los mejores clasicómanos de la historia del ciclismo, uno de los grandes. Nadie puede llenar su hueco. Peter Sagan tiene mucho carisma y la gente le quiere mucho, pero es un corredor distinto a Fabian.
De momento no veo a nadie que pueda ser como él. Su hueco es inmenso.
He podido estar y disfrutar en Gante de su despedida, una despedida que fue muy emocionante. Él estuvo tranquilo, cercano con el público y relajado.
Disfrutó de un momento muy especial para cualquier deportista profesional. Seis mil personas acudieron a la fiesta y despidió como debe hacerlo alguien como él, a lo grande. Ciao Fabian.
Por Markel Irizar
Imagen FB de Strade Bianche
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Países Bajos: un ancestral amor por la bicicleta
Así se vive la bicicleta en cualquier viaje por los Países Bajos
Poned un pie en Amsterdam, en los Países Bajos. Si usamos la vía normal será a través del principal aeropuerto del pequeño estado que ganó terreno al mar, Schiphol. Luego cogeréis un tren dirección estación central y allí accederéis a la vida normal de una ciudad que parece no dormir nunca.
Y lo veréis, un parking de varios pisos de altura donde se sitúan encajadas que digo cientos, miles de bicicletas, perfectamente acopladas, situadas y alineadas en grandes hileras.
Un espectáculo de civilización. Daréis dos pasos y os pitarán por izquierda y derecha, quizá hasta por arriba y abajo, son bicicletas que van y vienen. Gente de todas las edades, chicas con falda, ejecutivos con traje.
Todo armonía. Todo simple.
Apreciaréis riadas, continuos movimientos informes de personas sobre su bici, también que el tráfico es menos denso, como más fluido.
Atascos habrá, como en todas las grandes urbes, pero mucho más llevaderos. Coger un bus, llamad a un taxi. Comparadlo con Madrid o Barcelona. Aquello va como más ligero.
Coged un tren e id a La Haya, o Delft, ciudades preciosas, modernas con sus enclaves de siempre, acanaladas en algún caso y sembradas, auténticamente trufadas de bicicletas.
Disfrutad de los bajos de las estaciones de tren con bicis que van y vienen, mirad el parking para bicis en Delft.
Acercaros a la que dicen ser la más católica de las ciudades de los Países Bajos, id a Utrech, la que vio la salida de Tour de 2015 o la de la Vuelta 2022.
Es una ciudad por y para ciclistas.
Sinceramente, las flacas abruman, es terrible, son las reinas del paisaje, de la calzada y casi de las aceras, los coches frenan al verlas pasar, son el auténtico motor del lugar y del país.
Una isla en medio de países fuertemente motorizados, porque en sus senos crecieron grandes industrias automovilísticas.
Al norte Suecia, donde el respeto al ciclista no es la norma, al oeste Francia, al sur Alemania.
Ahora estos países y otros se quieren subir a los beneficios de la la bicicleta, pero estos ya se respiran en los Países Bajos desde hace tiempo ¿por qué? ¿de dónde viene ese arraigo?
Pues le viene de lejos, de tan lejos que hay que irse al 1870. Mientras Alemania sueña en grande con Bismarck, los neerlandeses adoptan la bicicleta como elemento propio y diferenciador, un instrumento que además perdura ante la inexistente industria del coche del país, lo que le confiere autonomía en la planificación de las ciudades.
En esas fechas surgen las primeras asociaciones de velocipedistas, que hacen un ímprobo trabajo en la promoción de la bicicleta, esa máquina que entroncaba con la época de los grandes navegantes que yacen en las iglesias de Amsterdam, tiempos de esplendor que se recrean a través del equilibrio, libertad e independencia, valores que transmite la bicicleta, hoy la reina del lugar.
Y si no mirad lo que era Amsterdam en los años setenta, una utopía que casi cincuenta años después muchas ciudades europeas sueñan con ser.
Ellos ya lo eran entonces, nos llevan mucha ventaja.
Imagen: Amsterdam Bikes
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Grandes vueltas: ¿Vuelven las contrarrelojes?
El Giro 2023 puede significar la verdadera recuperación de las contrarrelojes
Hace unos días se celebró la Crono de Naciones, podríamos decir que ahora mismo la gran meca de las contrarrelojes, con Stephan Küng tomándose revancha sobre Tobias Foss.
Desconozco la antigüedad de la carrera, pero viene a ser algo así como la heredera del otrora grandísimo Gran Premio de las Naciones, durante generaciones el mundial contra el reloj oficioso, lugar de registros imperecederos como las ocho victorias de Jacques Anquetil.
Recuerdo alguna edición en Cannes, con Rominger, Mottet y Fignon, luciendo aquellos manillares de triatleta que Lemond tuvo narices para usar en el epílogo de un Tour.
Hablamos del lugar del esfuerzo individual, de la lucha contra uno mismo para medirse con los demás.
Un esfuerzo que tuvo maestros, dicen que el primero fue Jacques, el mentado Anquetil, el ciclista de la pose perfecta, quien sentó el precedente de la postura sobre la bicicleta.
El espejo de la Francia cosmopolita que quería dejar atras la penurias de la Segunda Guerra Mundial.
Anquetil fue el primero de una saga que sin embargo tiene antecesores, porque de la lucha individual, contra sí mismo y los elementos, Fausto Coppi hizo un arte de escapismo.
Luego vinieron otros buenos nombres, Eddy Merckx y Bernard Hinault, campeones completos que en cronos kilométricas, de más de 70 y 80 kilómetros, abrían la brecha que nadie tenía bemoles a cerrar en la montaña.
Francesco Moser, otro que tal, un corredor que dominaba el arte de la crono como otros terrenos, dígase el pavés. Si hasta ganó un Giro, el Giro de las malas artes.
En esas también anduvo Sean Kelly, master en cronos y adoquines. En los setenta habían rodado como los ángeles Luis Ocaña y Felice Gimondi.
Los tiempos más recientes trajeron los grandes especialistas en el prólogo.
Thierry Marie, maestro de maestros, con sus manillares revolucionarios.
Chris Boardman el impulsor del ciclismo en las islas, con Miguel Indurain, “Anquetil en vida”, como maestro de ceremonias.
El paso se marcó al estilo de Jan Ullrich y Abraham Olano, aunque croner de las grandes ocasiones fue el omitido Lance Armstrong.
En los últimos diez años la corona se dirimió en nombres muy concretos.
El duelo a tres Wiggins-Cancellara-Martin.
Cada uno con su estilo y cadencia, nombres grandes.
Tom Dumolin, recién retirado, era la perfección, la figura redonda, la evolución de la especie.
Con él han competido máquinas del rodar como Van Aert, y especialistas perfectos sobre la bici, dígase Ganna o el citado Küng.
Remco Evenepoel entra directo y sin peaje en esta lista, al punto que dicen que el Giro, para seducirle, le ha puesto tres cronos.
Ahí los tenemos, son los croners, los especialistas en abrir brecha en contrarrelojes, ciclistas que ahora viven medio desplazados en las mejores plazas.
Tienen el mundial, alguna pieza suelta y poco más y casi siempre con distancias ridículas.
Si el Tour en su historia hubiera sido como en ediciones recientes, muchos de estos ciclistas no existirían o no en la envergadura que tienen en nuestro subconsciente.
No sé qué ha pasado contra las cronos en el ciclismo moderno, pero ha sido injusta su marginación.
Sé que la crono ofrece problemas, primero de logística, luego de retransmisión, no es tan gráfica como una jornada en línea, luego existe la posiblidad de que sea muy decisiva, pero es arte, el ciclista contra todo y todos, él solo, sin referencias, sin ruedas a las que agarrarse.
¿Hay mejor medida del esfuerzo?
Imagen: Unipublic / Charly López
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