Ciclismo antiguo
¿A dónde habría llegado el duelo Contador- Andy Schleck?
El pulso Contador vs Andy Schleck fue más efímero de lo esperado
La etapa del Mont Ventoux del Tour 2009 que recuerda Teledeporte esta tarde de sábado en el que los ciclistas han vuelto a salir es una de esas fotos que, viéndola ahora, da la dimensión de lo cambiante y complicado que este esto del alto nivel del ciclismo.
Recuerdo que al año siguiente, cuando Andy Schleck y Alberto Contador se iban solos en la ascensión a la Madeleine, Carlos de Andrés acertaba a decir: «Miren esto, es el duelo del ciclismo en los próximos años».
Todo apuntaba a una rivalidad legendaria entre Contador y Andy…
Una rivalidad hispano-luxemburguesa que no hablaba de una «deal» automovilístico pero que hundía raíces en historias de dualidades que habían hecho grande este deporte.
Un mano a mano en la mejor carrera que quedó ahí, en esos años.
Para la siguiente vez que el Tour subió el Mont Ventoux, los capos eran otros, respondían al nombre de Chris Froome y Nairo Quintana que llevaron hasta la cima pelada uno de los duelos que mantendrían casi tantos años como Contador y Andy Schleck.
Y es que en dos años, ese pulso memorable que tomó forma en 2009, tocó cénit al año siguiente y languideció en el Tour que ganaría Cadel Evans, quedó en la memoria de los más acérrimos al madrileño.
Si preguntas por el rival antagónico de Contador, seguro que Andy Schleck será la respuesta, una respuesta sin embargo que en los libros no se respalda.
Por su forma de correr, era complicado competir a tope con el luxemburgués, un talento enorme, una clase afilada, que lo jugó todo al Tour hasta empezó su declive en 2012, con Alberto Contador sancionado por el positivo de 2010 y el Team Sky desembarcando en el Tour.
¿A dónde habrían llegado ambos juntos?
Sin duda mucho más lejos de lo que hemos visto, un dominio que no ha sido tal en el tiempo pero que sigue perenne en nuestra memoria.
Y es que esto es tan complicado que las previsiones quedan en papel mojado al capricho del destino que maneja la voluntad de esta gente.
Por eso, cabe valorar que de ese grupo de grandes que abría camino en el Ventoux hubo quien se perpetuó en el tiempo, Vincenzo Nibali, por ejemplo, imberbe en ese monte pelado y hoy ganador de cuatro grandes y muchos podios.
Estar en este negocio mucho tiempo son años de salud.
Imagen: Pinterest
Ciclismo antiguo
La Volta que descubrió el Mont Caro
Aquel verano de 1991 acabó con Indurain coronado ganador de la Volta en Mont Caro
Han pasado más de 30 años de la primera vez que muchos supimos del Mont Caro, la llegada clave de la Volta a Catalunya de 1991.
Por aquel entonces, como firma el maestro Javier de Dalmases en su crónica de El Mundo Deportivo, el ciclismo era, como hoy, una gran dualidad: Miguel Indurain y Gianni Bugno.
Ambos se habían visto días antes en el Mundial de Sttutgart, el primero ganado por el italiano, pero no coincidirían en la Volta.
A Catalunya acudió Indurain, el recién coronado ganador del Tour, con la firme intención de renovar su corona de tres años antes.
La carrera que se inició con una crono por equipo en Manresa que acabó en manos de la ONCE -Manolo y sus CRE´s- guardaba la clave para el final.
La primera fue en la crono de Tarragona, 25 kilómetros que Indurain dominó a placer ante el dúo ruso del Lotus, Vassilichenkov y Manoylov para acceder a una plaza que ya no soltaría, incluso con la incertidumbre que suponía la jornada reina de aquella edición.
Al día siguiente la Volta salía de Salou, donde año antes Miguel se había caído, para acabar en el Mont Caro tras 154 kilómetros pasando por Falset, Gandesa y Tortosa, lo más granado de Terres de l´ Ebre.
La carrera transcurrió al trantrán de Banesto alrededor de su líder hasta la misma base del puerto desde el que se ve el mar, de forma nítida y sin rodeos.
Un ritmo que Fabian Fuchs y Marino Alonso, de quien me dicen vive desconectado del ciclismo, sirvió para controlar los primeros intentos de los colombianos, entre otros, aquel Kelme con cara de buena persona que era Néstor Mora.
Más arriba Álvaro Mejía buscó la fortuna que sí encontró Lucho Herrera, quien aprovechó que no era peligroso para la general y tomar ventaja.
Perico tiraba de Indurain hasta que tomó nota que líder iba tan fresco en el control de la carrera que decidió salir a por Herrera y disputarle la etapa.
El segoviano cogió al colombiano, incluso se llegó a ir por delante, pero le kilómetro final del Mont Caro le dejó tan seco, que tuvo que claudicar ante el jardinerito.
Al menos, a Perico le cupo la alegría de pisar la segunda plaza del podio en un copo para Banesto, pues Indurain controló sin problemas los movimientos de Ugrumov y Hampsten por detrás.
Años más tarde, americano y letón se cruzarían en el camino del navarro, aunque eso fue otra historia.
Imagen: TourdeGila
Ciclismo antiguo
3 desenlaces top de la Milán-San Remo
La belleza de la Milán-San Remo reside en los desenlaces más mágicos de toda la campaña
Cada año el ciclismo nos ofrece dos instantes top, dos de esos momentos que ves venir, que anticipas con la seguridad que te van a dejar seco en el sofá: los desenlaces de la Milán-San Remo y el Mundial de ciclismo.
Si en la pugna por el arcoíris suele suceder en las dos vueltas finales -a no ser que tercie un Remco-, en la la primavera acontece en la subida y bajada Poggio.
Una suerte de carrusel de emociones en la que cada gesto, cada trazada y la suerte juegan un papel total para entrar en la historia.
En este magno escenario, han ganado grandes nombres, pero también otros notables ciclistas que tienen en San Remo su mejor logro y que ,en cierto modo, les hace justifica ante la ausencia de fortuna en otros teatros.
En los tiempos recientes recuerdo la victoria de un tipo brillante pero con escaso palmarés como Jasper Stuyven, o los inesperados éxitos de Matt Goos o Gerald Ciolek, hace diez años justo, cuando la lluvia y la nieve obligaron a recortar el tramo central de la carrera.
Es cierto que durante muchos años hemos tenido desenlaces al sprint en Milán-San Remo.
Los años de Zabel, de Freire, incluso los de velocistas como Cipollini o Cavendish, algunas ediciones tuvieron sus cocos en el Poggio pero no lograron romper.
Y es que la clave está ahí, en romper en el Poggio, si no para arriba, para abajo, una tachuela en cualquier carrera que pesa tras casi 290 kilómetros de carrera.
La entrada en las curvas, frenando para no salir despedido, es la mejor imagen de la dureza real del Poggio en cuanto pendiente, otra cosa es la velocidad a la que van las balas.
En todo caso, los años recientes nos han traído ediciones memorables que entran en colisión con eso que muchas veces he leído sobre qué era mejor, ¿la Strade o San Remo? cuando yo creo que no son cosas comparables.
No me voy muy lejos en el tiempo para marcaros tres desenlaces top de la Milán-San Remo, tres además que son diferentes entre ellos.
En 2014 la victoria fue para el noruego de casco torcido, Alexander Kristoff
Entonces en el Katusha, el nórdico sabía muy bien que todo lo que no fuera llegar al sprint le iba a complicar la carrera.
Sabedor de las que se lían en el Poggio, él dejó hacer, Nibali fue el intento más brillante, pero sin éxito.
Luego del descenso, ya con la meta en el horizonte, Kristoff adelantó plazas y puso a un ciclista hoy controvertido como Luca Paolini a controlar con tal maestría el grupo que el noruego, hoy en el Uno X, se vio obligado a imponerse con esa fuerza bruta que le caracteriza.
Cuatro años después, hubo quien rompió el grupo en el Poggio y ganó en San Remo
Si en la edición de Kristoff, Nibali se había quedado con las ganas, esta vez no le pasó factura el gran grupo.
Atacó en el momento exacto en el Poggio para coronar con lo justo y descender hasta la Via Roma con tiempo para celebrarlo con Caleb Ewan maldiciendo su suerte.
Y vamos a por la última que quiero reseñar, la de 2017 y el sprint increíble, con roce incluido, entre Peter Sagan, Julian Alaphilippe y Michal Kwiatkowski, un ciclista mayúsculo en estos escenarios, ganador en San Remo tras soldarse a Sagan en el Poggio, cuajar un descenso impecable y la rúbrica en la volata final.
Como veis tres momentos, tres desenlaces diferentes pero todos poniendo en común que la Milán-San Remo es eso, una carrera mágica.
Ciclismo antiguo
MMR personaliza la bicicleta irisada de Oscar Freire
El arcoíris de Óscar Freire brilla sobre la Adrenaline Aero personalizada por MMR
Óscar Freire, tiene desde este miércoles en su residencia de Torrelavega, la bicicleta más personal y representativa de su carrera. El homenaje de MMR a su trayectoria y destacadísimo palmarés. Su carácter único merecía un objeto irrepetible.
Citar a Freire es situarnos en un récord de tres victorias en los campeonatos mundiales de ruta. Y esa es una mesa solo compartida por Alfredo Binda, Eddy Merckx, Rik Van Steenbergen y Peter Sagan.
La Adrenaline Aero, modelo de alto rendimiento aerodinámico y gran presencia visual de MMR, logra extender su impacto estético con el acabado escogido por Javier González, director de arte de MMR y máximo responsable del proyecto de personalización para Óscar Freire.
El proceso creativo de MMR en la obra de Óscar Freire
Un diseño de MMR basado “un cromado oscurecido con reminiscencias a tendencias de décadas pasadas. El acabado final queda enriquecido por la combinación con el color negro, que le aporta connotaciones de exclusividad y moderación”.
Profundizando aún más “la combinación monocromática se ve contrastada por una bandera arcoíris de colores saturados, un elemento que, aunque clásico, es el protagonista indiscutible del diseño y de la propia carrera de Óscar Freire”.
Un proyecto que se prolongó durante 4 meses, entre la sede de MMR en Avilés y el estudio madrileño Muse Bikes, responsables del pintado “a mano” de esta Adrenaline Aero.
Montaje al completo
La Adrenaline Aero customizada para Óscar Freire se ha configurado con el grupo Dura-Ace Di2 R9270, ruedas Shimano Dura-Ace C50, cubiertas Hutchinson Fusion con perfil 28mm, manillar Vision Metron Aero ACR, potencia FSA ACR 110mm y sillín Selle Italia SRL.
Freire fue un activo colaborador en el desarrollo de productos Shimano y uno de los primeros en probar la tecnología Dura-Ace Di2. La sede central de Shimano en Madrid goza del privilegio de albergar la bicicleta protagonista de una de sus victorias en los campeonatos mundiales de ruta.
Ciclismo antiguo
Y con Fausto Coppi amaneció la primavera
Una tarde hacia San Remo, Italia respiró primavera con el campeonissimo
«Un uomo solo é al comando». Cuando Coppi salía del negro túnel del Turchino, Italia entera resoplaba tras años de humillación: estaba floreciendo la primavera.
Ya lo creo que iba solo: El francés Tesseire, segundo, circulaba a un cuarto de hora, los otros más lejos.
Cuando la Milán-San Remo ni siquiera había dejado la Lombardía, el vencedor ya iba solo.
Era Fausto Coppi, lo estaba haciendo en la primera gran carrera de Italia tras la Segunda Guerra Mundial.
Nos vamos la Milán-San Remo de 1946.
Coppi logró culminar su magna obra con 147 kilómetros de escapada en solitario.Ya en las pedanías milanesas, Fausto ya estaba al frente.
Turchino ese punto celebre de la Milán-San Remo es un paso de no más de 50 metros, oscuro y perentorio, el momento de dejar atrás el interior y empezar a atisbar el azul Mediterráneo.
Ese día vio la luz, la primavera que vino con Fausto Coppi, cargada a sus espaldas. Una multitud lo aclamaba. “Habemus Campeonnissimo”.
Una vez cruzada la meta de San Remo, Bartali se mostraba abatido, se sabía en retirada ante el nuevo fenómeno surgido de las cenizas de la conflagración mundial. Emergía sin embargo una legendaria rivalidad que fue llevada a todos los campos.
Coppi era el hombre moderno, libre pensador, estiloso, adscrito a los avances de la dietética y del entrenamiento científico.
Gino fue “el piadoso”, el campeón monacal en una Italia que necesita estímulos.
Un ser humano excepcional que jugó a ser héroe, anónimo durante mucho tiempo, en la guerra. Coppi era díscolo.
Dejaba a Bruna y su domicilio conyugal para irse con la conocida como “Dama Blanca”.
Bartali, el feligrés, icono de la Italia puritana y férrea, incluso rechazó besar a la miss Josephine Baker, en la salida del Tour de 1938 en París por estar comprometido.
Pero las exhibiciones de Coppi tenían “truco”.
Trabajaba con un masajista ciego que le seguía por doquier.
Con él Coppi revolucionó el concepto de optimización en el ciclismo. Sacó partido y punta a todo aquello que los grandes anteriores habían omitido. Su esfuerzo y sacrificios serían pasto de técnicas inusitadas hasta entonces.
Coppi resultó la Primavera del ciclismo, tal cual.
El punto de inflexión.
Nada fue igual tras él.
Pero Coppi no se entiende sin Bartali.
Entre ambos ganaron ocho Giros y cuatro Tours.
Su pique les llevó a autoeliminarse ante la incredulidad de los rivales en el Mundial de 1949.
Incluso Bartali llegó a pensar que las pócimas de Coppi le daban un poder sobrenatural.
Dijo: “Miraré todo lo que me parezca sospechoso. Todos los frascos, todas las pomadas, todas las botellas. Se los daré a un amigo farmacéutico”.
Hay que cosas que desde entonces no han cambiado, la sospecha, la mirada de reojo al de al lado, eso tan latino que han adoptado todas las familias y apellidos del ciclismo.
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