Ciclismo antiguo
Aúpa, Pafadnam! (el Induráin negro)
Publicado
2 años atrásen
Por
Jordi Escrihuela
La increíble historia de Hamado Pafadnam, «el Induráin negro», de Burkina Faso a Durango
Nos viene a la mente aquel ciclista que llamaron el «Induráin negro»
«El destino te brinda una gran oportunidad , por fin tus sueños se convierten en realidad.
Aúpa, Pafadnam!
Eres grande como las montañas, dejaste África y sus entrañas, llegaste a Euskadi desde Burkina hasta Durango.
Es la hora, demuestra cuál es tu rango, no estás solo, tienes nuevos amigos, aprenderás con ellos y ellos contigo».
Esta es la letra de la canción -un rap- que se puede escuchar en la película documental dedicada a Hamado Pafadnam, el «Induráin negro», como lo empezaron a llamar cuando llegó a Durango (Bizkaia) en marzo de 2002.
Tenía entonces 27 años.
La verdad es que escuchándola resume muy bien la historia de este pedazo de ciclista con un corazón enorme.
A pesar de que cuando llegó al País Vasco no sabía ni leer ni escribir, siempre se comportó con amabilidad y educación, haciéndose querer por todo el mundo y la afición que le apoyaba (aúpa, aúpa!) durante los 6 meses que vivió en Durango.
Era simplemente, «Hamado».
Al inicio del film vemos a Pafadnam entrenando duro en su habitación, mientras afuera llueve, sacándole humo al rodillo y ya equipado con su maillot del Café Baqué, uno de los mejores equipos amateurs del país.
En la siguiente escena ya vemos a nuestro campeón pedaleando rápido por las pistas asfaltadas de su país, Burkina Faso, de los más pobres del continente africano.
Aquí empieza la emotiva historia de un sueño hecho realidad.
Todo se remonta a otra película española: «El Tour de los hombres íntegros» (2002) centrada en el humilde Tour ciclista de Burkina Faso que gracias a la influencia francesa se viene disputando en algunos países africanos.
Alguien del Café Baqué visionó esta cinta y se fijó en él, sobre todo en sus amargas palabras, finalizado el Tour del 99.
En aquellas declaraciones se quejaba que nunca conseguía ganar la carrera de su país, porque los equipos europeos, mejor preparados, siempre le arrebataban la victoria.
Explicaba que su deseo era poder correr en Europa algún día.
Ese alguien tomó nota y lo invitó a entrenar con el equipo durante seis meses.
Pafadnam no se lo pensó y abandonó provisionalmente su país, completamente llano, y las grandes distancias que recorría para conseguir agua o ir a trabajar desde los 7 años.
Llegaba a entrenar hasta 180 kilómetros diarios con un plátano como único sustento.
Al llegar a Durango se encontró de repente con una tierra completamente diferente para él: las costumbres, la comida, la lengua, la lluvia y hasta la nieve.
Pero sobre todo se topó de frente con la dura montaña vasca y con los muy exigentes entrenamientos de su equipo, que lo acogió en su residencia de Txakurzulo, en plena ascensión a Urkiola y en su tramo más duro.
No hace falta decir que el renombrado puerto vasco sería para él su referencia y donde entrenaría duro, ascendiéndolo una y otra vez.
Le costó seguir la rueda de sus rivales en la carretera y hasta la de sus propios compañeros, ante la expectación de niños y mayores, todos ellos aficionados, que lo animaban y coreaban su nombre: aúpa Pafadnam! aúpa Pafadnam!
Fotograma a fotograma iremos viendo la evolución de Hamado, sufriendo, haciendo grandes esfuerzos por acabar las carreras en las que participa compitiendo.
Lo que peor llevaba eran las ascensiones a las verdes montañas de la comarca de Durangaldea, en la que los amantes del ciclismo y el turismo disfrutaremos con la visión de un entorno natural incomparable y de gran interés paisajístico: una de las tierras más bellas de Euskadi.
Pafadnam disputaría toda la temporada hasta septiembre, lejos de su pueblo y de su familia.
Al final veremos cómo acabará una carrera entre los mejores.

Este hecho le animará a volver a su país para cumplir su sueño: ganar el Tour de Burkina Faso.
Lo hará acompañado de algunos integrantes del Café Baqué, auténticos gregarios de lujo que aceptarán el reto de ir a correr bajo el tórrido sol africano, teniendo que soportar temperaturas por encima de los 40 grados.
Lo importante de la peli no es si Pafadnam ganó o no al final aquel Tour, sino como aquella experiencia le cambió a él y a todos lo que le conocían.
Hoy en día Hamado es mecánico del equipo Café Baqué, es un durangués más y es fan, cómo no, del Athletic.
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Nadie dominó la Amstel Gold Race como Jan Raas
Jan Raas fue una de las esas buenas figuras que tuvo el ciclismo a finales de los setenta y principios de la siguiente, que hizo de la Amstel Gold Race su feudo..
Nacido en 1952, fue posiblemente el primer ciclista con pinta de intelectual.
Todo un espejo donde se miró el maître Fignon.
Fue posiblemente el gran valedor de esa megaestructura neerlandesa llamada Ti Raleigh comandada por Peter Post.
A Raas la victoria le gustaba más que a un tonto un lápiz
Era perrete, parecía italiano más que ciudadano del respetable reino neerlandés.
Gustaba, además, de tomar el pelo a los rivales.
Su último gran triunfo fue en el Tour de 1984, una etapa donde puteó con tino al visceral Marc Madiot, hasta que le rebañó la victoria toda vez que le había asegurado que no estaba para dar relevos.
Sin embargo tuvo gestos encomiables, como cuando renunció al amarillo en un prólogo muy condicionado por la furiosa lluvia.
Eso sí, al día siguiente se empleó a fondo para vestirlo en buena lid.
Éste era Jan Raas
En 1977 Jan Raas ganó su primera Amstel, poco después de hacerlo en San Remo
Ciclismo antiguo
Francesco Moser, “signore Roubaix”
Publicado
6 días atrásen
11 de abril, 2021Por
Iban Vega
En la leyenda de Moser, Roubaix es un lugar esencial
La historia es caprichosa, como muchas veces hemos dicho, y situamos a corredores en nuestro imaginario en una faceta que, aunque siendo cierta, no es la única que vistió su leyenda, sucede con Moser y Roubaix.
Por eso cuando la imagen más divulgada de Francesco Moser es la de ese ciclista ancho, profunda mirada, pelo negro, angulada cara y perfil corpulento, sobre la rompedora máquina con la que destrozó el récord de la hora en las altitudes de Ciudad de México, sólo es eso, una faceta, un perfil ideal, una forma de recordar un corredor que fue mucho más y logró mucho más.
Moser también tiene un Giro, el de 84, una carrera marcada por las múltiples influencias que concurrieron para que ganara un italiano ante la insolente juventud que despertaba de Laurent Fignon, que a todas luces fue el ganador moral de aquella carrera. Público hostil, helicópteros que empujaban en las cronos,… Moser tenía que ganar por lo civil o lo criminal. Así lo hizo.
Pero hay una tercera faceta, conocida aunque quizá menos por muchos, las clásicas, y es que Francesco Moser, ese ciclista de porte elegante, rodar agresivo y tremenda ambición, tiene en su palmarés nada menos que seis monumentos: tres Roubaix, dos Lombardías y una San Remo, un botín que le sitúa entre los mejores de siempre, especialmente en el Infierno del Norte, donde sólo le superan De Vlaeminck y Boonen.
De hecho Moser es el tercer mejor ciclista del mundo sobre los afilados adoquines encadenando, y eso sí que es difícil, por lo imprevisible de la carrera, tres triunfos consecutivos, logrados en un tiempo en el que las clásicas tenían grandes nombres de todos los tiempos, aunque especialmente uno, Roger De Vlaeminck, ese que llamaban el Gitano, que nunca tuvo amigos, ni siquiera en su propio equipo.
Así las cosas en la Roubaix del 78, Moser, arco iris a la espalda, arco iris que ganó en Venezuela, se presentó ante “Monsieur Roubaix” como alternativa ganadora a la mejor carrera del año.
El italiano, listo como el hambre, jugó sus bazas sin esperar instrucciones del gran jefe. Realizó dos ataques, primer a 23 de meta y luego a 18 para romper la resistencia de Maertens y Raas, mientras el influjo de De Vlaeminck se hacía notar.
Moser llegó solo al velódromo y De Vlaeminck echaba fuego. “Este tipo es un desagradecido” escupía por esa boca que no dejaba indiferente, como cuando dijo que las cuatro Roubaix de Boonen tenían menos mérito que las suyas.
Cabreado, el gitano cambió de equipo, a sabiendas que su tiempo, aunque glorioso, era caduco frente a las hechuras del joven Moser.
El belga al Gis, Moser en el Sanson.
En 1979 le ganaría por la mano otra Roubaix, dejándose segundo, sintomático.
Al año Francesco renovaría la corona en el infierno tras reaccionar a un ataque de largo radio protagonizado por Thurau. Moser arrastró a su sombra, De Vlaeminck, y a Duclos Lasalle. Les acabaría dejando. Era la tercera.
Pero si Roubaix fue el foco de su enemistad con De Vlaeminck, Lombardía fue otra de las cabezas de esa hidra de mil cabezas que fue su relación con Giuseppe Saronni.
En una rivalidad que para Italia era reverdecer los tiempos de Coppi y Bartali, Moser y Saronni entablaron su enemistad desde el momento que corrieron juntos el mundial haciendo de todo aquello que compitieran un corralillo de gallos enfermizos.
En ese clima se corría en la Italia a caballo entre los setenta y los ochenta y en ese clima Moser se llevó dos Lombardías, uno de ellos delante de Hinault, y San Remo, entrando solo en la Via Roma, tras desplegar toda su sabiduría en el descenso del Poggio.
Imagen tomada de www.sbs.com
Ciclismo antiguo
Centrum De Ronde Van Vlaanderen: La caja que guarda la esencia
Publicado
2 semanas atrásen
3 de abril, 2021Por
Iban Vega
En el Centrum De Ronde Van Vlaaderen hay una Tour de Flandes diario
Este primer domingo de abril, dicen que han corrido un Tour de Flandes virtual que cumplió con el deseo, disfrazado de pronóstico, que muchas veces hemos lanzando al aire, que Greg Van Avermaet ganara en Oudenaarde
Van Avermaet ha ganado la que esperamos que sea primera y última edición de Flandes virtual…
Obviamente Greg Van Avermaet no entrará en el hall of fame que viste el epílogo de la vista al Centrum Van Vlaanderen.
Oudenaarde es un típico pueblo flamenco, tranquilo, reposado, cerrado en las tardes de otoño, frío e inhóspito, que cae en la euforia cada primavera, presa de la pasión y calor que el ciclismo desierta en estas tierras.
En el corazón de Oudenaarde, tenemos el Centrum Van Vlaanderen, la caja que guarda los secretos de la mejor carrera de Flandes y posiblemente una de las mejores del mundo.
Su visita es una inmersión en la atmósfera que fija ojos de medio mundo en este pequeño territorio encajado entre Francia, Valonia y el mar del norte.
Es la caja de las esencias, entrar en él, desde la gran plaza de Oudenaarde ofrece un Tour de Flandes diario.
Saborear una cerveza acompañada por las frites, mientras las imágenes de Tchmil, Bugno o Van Petegem en bucle llenan nuestra mirada y tocan los recuerdos.
Una sorpresa, y no es raro, cruzarse con un tal Johan Museeuw, inquirirle sobre el dominio que alcanzó en esta carrera, de las pasiones que desató, y sigue desatando, pues una marabunta se concita alrededor suyo, justo en la entrada de la exposición permanente.
Y aquí el Centrum Ronde Van Vlaanderen pone sobre la mesa los recortes de la historia, una historia que escribieron las leyendas del «hall of fame», pero también periodistas, gente, equipos y sobre todo lugares.
Y entre ellos el Kappelmur…
Lo cierto es que lo que nos cuenta Sander, responsable de marketing de Centrum Van Vlaanderen, lo compartimos al 100 x 100, creemos que aquel recorrido que empalmaba Kappelmur y Bosberg era mucho más atractivo, primero por el valor icónico de ese encadenado y segundo porque el circuito actual parece enfriar los ánimos a los ataques cargados de épica.
Y no es para menos, las pantallas de aquella edición de 2011, memorable carrera, no paran de poner en bucle el duelo Cancellara vs Chavanel que ganaría Nick Nuyens.
Antes habremos pasado por rotativas flamencas, por estudios de radio, por plazas flamencos y pululado entre kioskos de patatas y cervezas, viajando de esas ediciones que se salvaron del veto de los nazis a la carrera global que es hoy en día.
Si queréis una experiencia ciclista basada en uno de los grandes símbolos de este deporte, si queréis partir hacia el Kwaremont o el Koppenberg, si queréis echar una cerveza con Johan Museeuw id al Centrum Ronde Van Vlaanderen, en Oudenaarde, donde la bicicleta y el ciclismo se plasman hasta en los pasillos de los hoteles.
Ciclismo antiguo
El rampante león de la bandera de Flandes
Publicado
2 semanas atrásen
2 de abril, 2021Por
Iban Vega
El león llena la bandera amarilla de Flandes
Flandes, amarillo, por otro lado: Tres colores verticales visten la bandera belga: negro, amarillo y rojo.
Repartidos equitativamente, en tercios, cada color tiene su qué. El negro viene de la armadura, el amarillo por el color del león de las armas y el rojo procede de la lengua y dientes de ese león. No siempre fue así. Hasta hacer su enseña una réplica de la tricolor francesa, ésta era horizontal y con ésta combatieron el rodillo de los Austrias en el siglo XVIII.
Bélgica es un país que alcanzó la independencia en 1830. Sus colores vienen heredados de la heráldica de Bramante, la región central de un país polarizado por dos vertientes muy opuestas en todo: Flandes y Valonia.
En la primera la vida es rural y vecinal, la otra es industrial y afrancesada. Ni mejor, ni peor, diferentes.
Sin embargo son cuatro las grandes regiones belgas.
En medio, Bruselas, color púrpura y flor de lys en medio, flor amarilla por cierto.
Al sur, encajada en montañas, al final de las Árdenas, territorio hostil y bélico, la región alemana, también llamada Limburgo, con león desafiante, casi flamígero rojo y nueve rosas, tantas como ayuntamientos.
Encima de ésta Valonia, la patria de la Lieja y la Flecha.
Su bandera es un gallo, semi protectorado francés.
La bandera de Flandes es otro cantar, harina de otro costal. La verán mucho estos días. Prácticamente sondeará el camino de los pelotones desgajados por estas carreras dibujadas por el demonio. Curva, viraje, giro, contra giro, pasarán mil veces por el mismo lugar, por el mismo cercado, primero bajando, luego en transversal, después subiendo.
Un laberinto en medio de la nada, de pequeñas colinas que fueron atravesadas por la metralla de dos guerras mundiales.
El león negro sobre fondo amarillo es la bandera de Flandes y casi diría que la del ciclismo.
Sólo algunas otras se podrían medir a ella, la ikurriña vasca, inspirada en la Union Jack, y la luxemburguesa –la civil, que es de franjas azules horizontales con león rampante coronado y con dos rabos- muy frecuente en los muros que van a Lieja cuando los Schleck guardaban opciones de victoria.
La bandera flamenca echa raíces en 1302 cuando Pieter de Coninck la desplegó en la batalla contra los franceses en la ciudad de Kortrijk. Hay dos versiones de esta bandera, adoptada como la oficial flamenca hace poco más de cuarenta años.
Una, la formalmente establecida en los libros, que es amarilla con un león negro y la lengua roja. La otra no diferencia la lengua del rampante animal, que también es negra, porque de esta manera se omite el vínculo con Bélgica.
Esta es la más usual en la Ronde, en Harelbeke, en la Kuurne, en la Het Nieuwsblad,… es la bandera independentista.
La categoría del león flamenco es tan grande que dos ciclistas fueron apodados con tan viril etiqueta. En los años cincuenta, mientras Italia se relamía las heridas de la guerra entre Coppi y Bartali, el tercer hombre, Fiorenzo Magni, hacía historia en Flandes. En la década pasada Johan Museeuw se ganó también el apodo. Ambos fueron leones, y no unos leones cualquiera, leones de Flandes.
Imagen tomada de deronde1.wordpress.com

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@ramacabici @joseamartinmdv @ClubRACC Hola, no es cierto. DGT apuesta por la Formación y no tiene ninguna intención de implantar un carnet para ciclistas. Un saludo.
Carlos Betancur se toma un respiro, pero lo cierto es que hace mucho tiempo que no sabemos de él como ciclista.
Como quizá pase como Dumoulin, le veo de salida en todo esto...
Aún no me explico qué pensó Movistar que podía sacar de él...
https://joanseguidor.com/a-carlos-betancur-se-lo-trago-la-tierra/
Excelente artículo de @ikguallas sobre el grafismo de los grandes organizadores de pruebas ciclistas. Estoy de acuerdo con lo que dice, y eso que creo que voté, por deformación italófila, por RCS. https://twitter.com/JoanSeguidor/status/1383028147302567948
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