Ciclistas
La intrahistoria de Peter Kennaugh
Cuando el Team Sky anunció el nueve que llevaría al Tour para defender la corona de Brad Wiggins a través del liderazgo de Chris Froome, el nombre de Peter Kennaugh resaltó por lo inesperado de su selección. Nacido en la Isla de Man, este inglés moreno y afilado, de tez rosada pero horadada por los elementos y laureado fue la carta interesada e inesperada que Dave Brailsford, tan juguetón en esto de los golpes de teatro, sacó de cara a la cita de la citas.
Pero la baza de Kennaugh se coció a fuego lento, muy lento. Como bien cuenta en su edición de diciembre Procycling, la opción de Kennaugh no estaba sobre la mesa del Tour. Recién proclamado campeón olímpico, joven y con margen, su camino marcaba el Giro de Italia. Sin embargo dos malos resultados en Tirreno y Volta a Catalunya le hicieron desistir. Resentido de su lesión en el tendón de Aquiles el ciclista no encontraba el punto. Fue la baja de Brad Wiggins en el Tour la que le abriría las puertas de la mejor carrera, aquella por la que bebía los vientos.
Porque paradójicamente, en un país donde se idolatra la pista, al margen de unas ingentes inversiones, el corazón y la mirada del ciclista nunca estuvieron en el velódromo, éstas fueron más allá, a la carretera, al Tour.
“Nunca quise ser un mero persecucionista. Siempre ansié probar en el Tour y ahora no veo el momento de volver” dice.
Kennaugh se presentó en sociedad en los Pirineos. Concretamente en el Col de Pailhères comandando el pelotón que perseguía a Nairo Quitana y surcando la senda para el primer y definitivo ataque de Chris Froome en Ax 3Domaines. El joven ciclista de Man, sí como Cavendish, rompió el hielo en plan estelar y en esa línea se mantendría a pesar de caídas, magulladuras y cortes y a pesar de esos momentos críticos en los que Froome sólo se vio rodeado de rivales y enemigos afilando el cuchillo como camino de Bagneres de Bigorre.
Porque el Tour es otra historia, ni siquiera comparable con una Olimpiada en la capital de tu reino. El Tour implica stress perenne, pensar en él en el desayuno, en el masaje, en la merienda. Significa estar compitiendo, mentalmente, mientras duermes, mientras te revuelves entre sábanas y oteas tu iPad. Eso es el Tour. Un sueño y una pesadilla.
Pero la intrahistoria de Kennaugh incluye una moraleja venida del velódromo. Un papelillo no público que siempre los británicos amamantados por la pista llevan en la cartera. Esa chuleta habla de beneficios marginales, pero decisivos. Acostumbrado a la presión que se les somete en la persecución por equipos, Kennaugh ha aprendido a sostener el peso moral que implica una gran competición, durante días, semanas y meses, a sortear esa convivencia con las exigencias del oficio, con esas noches en vela. Todo eso se gestiona mejor viniendo del velódromo. Una gestión integral de los detalles, de todo lo que implica salir a 101%.
Kennaugh es joven y tiene un techo lejano –si su tendón de Aquiles se lo permite- pero es un libro abierto, un perfecto incunable de cómo la pista, sí la pista, se puede prolongar en la carretera, siempre y cuando haya voluntad.
Ciclistas
Tour: No hay nada escrito entre Pogacar y Vingegaard
Mucho ha de pasar entre Pogacar y Vingegaard en este Tour
A ver, una cosa es lo que está sucediendo, otra lo que sucederá, y al final lo que nosotros queramos. Lo digo por el Tour, su primer tercio, y la igualdad aún no contrastada entre Jonas Vingegaard y Tadej Pogacar.
Ahora mismo, las cosas están con ese minuto largo entre los dos por la crono, donde el danés falló como no se podía esperar, o sí, porque seguirle a Pogacar, encajar esos golpes, por breves e intensos que sean, te debe romper por la mitad.
En todo caso, el Tour ha cumplido un tercio de recorrido con varias etapas complicadas y una crono como grandes filtros, nada más.
El terreno ha sido suficiente para demostrar que, cuando estos dos abren gas, el cielo se parte por la mitad. Se van solos, sin remisión, ante la frustración del resto, en especial de Remco, pura ambición aguada por el poderío de sus rivales.
A mí, a pesar de todo, el Tour no me parece decantado para nadie.
Pogacar lleva el dorsal uno, ejerce de capo, de favorito principal, lleva la iniciativa, también porque el terreno le favorecía más. Pero no abre hueco. Vingegaard se le solapa, parece que se va a quedar, pero se rehace, reconstrucción sobre la marcha, y le neutraliza, para bien del Tour.
Uno tiene el carisma y la moral; el otro crece en mentalidad y tiene el equipo.
Ojo a este aspecto, porque la fortaleza de Pogacar estos años se ha cimentado mucho en el poder de destrucción previo del UAE.
El lunes, con Sivakov KO y Almeida retirado, todo recayó en Politt, Soler y Wellens.
Narváez y Adam Yates fueron eliminados por los Visma, que ni siquiera tuvieron que activar a Van Aert y Simon para aislar a Pogacar y hacer menos poderoso su ataque.
No quiero pensar en lo que va a ser la aproximación a Hautacam el jueves: una jungla es quedarse corto.
Pogacar no compite en este Tour como en él es habitual. Farol o no, coincide que delante tiene a Vingegaard, el único capaz de seguirle y, llegado el momento, responderle.
Yo creo que, a más no tardar, UAE va a buscar golpe de efecto en Hautacam. Por su lado, Visma quiere mantener la situación hasta la semana final, pero al mismo tiempo necesita aislar al líder.
Qué maravilloso enredo, qué maravilloso Tour. Bienvenidos al segundo de los tres actos.
Imagen: ASO./Maxime Delobel
Ciclistas
¿Remco Evenepoel al Red Bull? Todo cuadraría
Aunque Remco Evenepoel fichara por Red Bull, el equipo no sería la clave
El gran bombazo del mercado ciclista está a punto de hacerse realidad: Remco Evenepoel dejaría el equipo Soudal Quick-Step para fichar por el Red Bull-Bora con un contrato de cuatro años a partir de 2026.
Imagen: A.S.O./Charly Lopez
Ciclistas
Tour: Van der Poel quiere volar «demasiado» alto
Mathieu van der Poel, en el punto de mira por su acuerdo con una empresa de jets privados
Van der Poel vuelve a brillar en el Tour, cumple con lo que esperábamos -dos de dos en Alpecin-.
Yendo unos días antes, pensé en Icaro cuando leí esta noticia, en el momento de saber que Mathieu van der Poel es embajador de una compañía de jets privados.
Es tan inusual esto entre ciclistas que cualquier reacción que haya leído el neerlandés estos días era más que previsible.
Lo que me alucina es que se sorprenda, más cuando ya había oído murmullo cuando llegaba a los circuitos de ciclocross en un deportivo italiano de alta gama o llevaba esos relojes que patrocinan también el UAE.
Seguimos con el cliché del ciclista, como el deportista menos rico de la elite, y quizá sea cierto.
El tema es que al ciclista le ha venido la polémica a ver tras anunciar en Instagram que será embajador de Flying Group, una empresa de vuelos en jet privado.
El anuncio fue breve: “Encantado de compartir que soy embajador de Flying Group, orgulloso de representar a una empresa que está revolucionando la aviación privada”.
La respuesta del público no se hizo esperar: más de 1.100 comentarios, en su mayoría críticos, señalaban la contradicción entre el uso de jets privados y la necesidad urgente de reducir las emisiones contaminantes.
Algunos comentarios iban al grano: “Coge el tren, tío, y da ejemplo” o “¿El cambio climático te parece una broma?”.
Ante la avalancha de críticas, Van der Poel respondió defendiendo su elección: “Entiendo las preocupaciones medioambientales y respeto todas las opiniones, pero también tengo que cuidar mi tiempo, mi salud y mi tranquilidad. Viajar relajado, con menos estrés y menos exposición, me ayuda a rendir mejor y a mantenerme sano”.
Insistió en que el acuerdo no es por lujo sino por rendimiento deportivo: “Este acuerdo no va de lujo, sino de recuperación y de apoyo para rendir al 100%”.
El argumento, aunque pillado, no deja indiferente más cuando afirma que intenta tomar decisiones responsables con el medio ambiente siempre que puede, aunque reconoce que a veces prioriza sus objetivos profesionales.
A pesar de sus explicaciones, los datos no le ayudan mucho: un vuelo privado medio emite 3,6 toneladas de CO2, más de la mitad de lo que contamina en un año entero un ciudadano medio en Países Bajos.
Y un solo trayecto corto, como de Amberes a Alicante, puede emitir 6,29 toneladas de CO2, lo que supone más de 45 veces lo que emite un vuelo comercial por persona.
Mientras tanto, Flying Group se presenta como una empresa comprometida con la sostenibilidad, aunque no publica cifras concretas de emisiones.
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