Valverde sabe que unas buenas Árdenas empiezan con una Amstel prometedora
Como en los buenos tiempos Alejandro Valverde estuvo adelante, muy adelante, en la Amstel Gold Race y como en los mejores años, perdió el caballo con la sensación de que la victoria no era imposible.
Este es Alejandro Valverde, poco diremos que resulte original, nos ha dejado sin palabras, sin expresión, la vida pasa, los ciclistas vienen y van, pero Valverde permanece.
Y es así, desde hace casi veinte años, un logro que, en el veloz ciclismo que disfrutamos estos días, nos deja sin palabras.
Situábamos a Valverde en Valencia, pero nos alegramos que se decantara por Amstel.
Los mejores en las mejores careras, dicho con todo el resto para una Volta a Valencia que el año pasado se libró por semanas del azote de la pandemia, pero que esta vez le ha condicionado de raíz.
El Valverde de esta Amstel abre la puerta a soñar, pero también a propiciar pesadillas en los rivales.
Ganador cinco veces de la Flecha Valona y cuatro de la Lieja-Bastogne-Lieja, acumula un caché tan complicado de compilar en este tipo de carreras que verle tan bien en la Amstel rompe las cuentas a más de uno.
A nosotros los primeros, no lo vamos a esconder.
La Amstel de este año también fue de circunstancias, con un recorrido tipo mundial, mucho más corto, que por tanto no exigió los rigores del gran fondo entre los que Valverde nada a la perfección.
En la Flecha Valona, el murciano vuelve a ser rueda marcada, toda vez que los dos últimos ganadores Alaphilippe y Hirschi no parecen en el mejor momento.
En Lieja, ahora mismo, sólo veo a los dos eslovenos por delante de Valverde, ni siquiera adivino al mentado Alaphilippe, quien pasa la primavera con más pena con gloria, con mucho tiro de cámara, pero pocos resultados, más allá de la etapa que se saca de la chistera en Tirreno.
Jakob Fuglsang tampoco está y es complicado esperarlo, Wout Van Aert no saldrá en Valonia y Tom Pidcock, hombre éste sí que suena bien, igual Max Schachmann, quien ya sabe lo que es pisar el podio de Lieja.
Que Alejandro Valverde tras el veinte veinte tan complicado que pasó y a los 41 años se vea en éstas, pone los pelos como escarpias y sitúa a sus rivales ante lo peor.
La edad no parece un elemento disuasorio para que la realidad siga contando con Valverde, quien ha tejido un estado de forma que recuerda los buenos tiempos, esos que no tenemos tan lejanos, pero que pronto extrañaremos.
Es que da confianza hasta su sprint, ese que pensábamos que teníamos amortizado, que ayer sólo le supera Matthews pero gana a Alaphilippe, Trentin, Kwiatkowski y Aranburu, entre otros.
La clave para él, para esa forma de correr, de nadar y nadar, hasta sacar la cabeza en el final, estará en el equipo, en Amstel extrañó una rueda amiga, y cuán fuerte sea selección cara a Lieja, pues tenía tomada la medida de Ans, pero ahora la carrera acaba abajo.
Un triunfo en la ciudad, en el boulevard, sería cuadrar el círculo.