Ciclismo antiguo
El homenaje que Miguel Indurain tributó a Barcelona 92
Publicado
10 años atrásen
Por
Iban VegaHoy he leído una cita realmente estimulante en nuestros tiempos. “Si el pasado fuera bueno se llamaría presente”. Dardo en la diana, sinceramente, me dejó sin más palabras que felicitar a quien la clavó en twitter. Pero hoy nos permitirán irnos dos décadas atrás. Sí, ayer hizo veinte años el Estadi Olímpic de Montjuïc abrió el telón de los XXV Juegos Olímpicos. Una efeméride así es transversal. No hay nada que se mida a la nobleza olímpica, nada. El lamento es que son sólo quince días y separados por cuatro años.
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Ciclismo antiguo
Las increíbles historias de Perico en el Tour
Publicado
19 horas atrásen
7 de julio, 2022Por
Iban Vega

La relación de Perico con el Tour sedujo una generación entera
Fueron a verlas venir y casi se traen un Tour para casa. Sí el de 1983, con Angel Arroyo y Perico Delgado.
El Reynolds de caras imberbes vistiendo aquellos buzos azules debutó en Francia cuando nadie en España quería jugarse los cuartos en la mejor carrera del mundo.
El ciclismo español venía de un paréntesis que iba camino de la década, desde la desaparición de Luis Ocaña en las posiciones de vanguardia, y pocos ciclistas nacidos en España habían brillado en los julios galos.
Pero ese equipo de raíz navarra se la jugó, hoy no sabemos si con certeza alguna de éxito, y forzaron un punto de inflexión en la suerte del ciclismo a este lado de los Pirineos.
Con imágenes del Tour de 1983 Perico Delgado analizó hace unos años en un bonito documental de Teledeporte sus andanzas en la mejor de las competiciones en un in crescendo que rompe cinco años después cuando logró el éxito final en París.
Especialmente sugerente es el camino que va desde el mentado 83 a la prueba que pierde a manos de Stephen Roche, cuatro años después.
En 1983 se ganó ese apelativo “le fou des Pyrénées” cuando se jugó su bonito rostro en aquel descenso insensato por coger a Robert Millar camino de Luchon días antes de su pajarón en ruta a Morzine.
Un año después se descalabró en el Joux Plane y a los dos probó el éxito de etapa en medio de la niebla de Luz Ardiden con Emilio Tamargo esperando adivinar su figura en la confusión y José Ramón de la Morena esperándole a pie de meta.
En 1986 ganó otra etapa, esta vez en compañía de aquel campeón enajenado que fue Bernard Hinault en su flagrante incumplimiento en la promesa de ayudar a Greg Lemond.
En los Alpes el repentino fallecimiento de su madre le obligó a dejar la carrera que sí tuvo a tiro en la siguiente edición.
Luego el Tour de Roche, que analizado desde la distancia hasta pudo ser suyo si la tiritona no le entrara en la crono Dijon.
Para un servidor, el periodo comprendido entre 1983 y 1987 fue el más atrayente de este documental de dos horas conducido por Paco Grande y las cuñitas del protagonista.
Lo que pasó en el 88 lo he visto muchas veces.
Ahora sí debemos agradecer el trabajo de Teledeporte en la divulgación del ciclismo, si bien nos abre la puerta a la necesidad de más cosas así, pues en los archivos de TVE das una parada y te surge un material de valor incalculable para veinte documentales.
Qué poco acostumbrados estamos a estas faenas de profundidad, por eso nos admiramos cuando Michael Robinson hacía alguna perlita.
Sea como fuere, y si no yerro en los cálculos, ésta es la segunda vez que el comentarista con legión de admiradores pareció fuera y vuelve a estar dentro. El año pasado la operación fue similar, y el desenlace idéntico.
Todo muy a última hora, todo en tono de ultimátum hasta que surgió una gran superficie para colmar un patrocinio en el ente público, que no tiene publicidad convencional pero picotea de aquí y allá. Todo muy de aquí.
Imagen tomada de Parlamento Ciclista
Ciclismo antiguo
Cuando los adoquines decepcionaron en el Tour
Publicado
2 días atrásen
5 de julio, 2022Por
Iban Vega

Angel Arroyo llegó a salir en cabeza de los adoquines del Tour
Tener adoquines en el Tour de Francia es atractivo, un reclamo brutal para la primera semana de carrera una forma de separar el grano de la paja en terrenos en los que los grandes favoritos no están acostumbrados a jugarse los cuartos.
El ciclismo actual está tan igualado y medido que a veces tenemos la impresión que las cosas sólo se rompen en superficies peligrosas e imposibles, tipo pavés, como la moda de la tierra o los circuitos «súper ratoneros».
Pero los adoquines no siempre ha sido decisivos en el Tour…
Nos vamos al Tour de 1983, edición icónica que estos días vamos visitando a retazos, desordenados y a golpe de memoria y capricho.
Tras ver a Arroyo en Puy de Dôme y Perico jugarse el bigote en los Pirineos, retrocedemos unos días, al inicio de aquella carrera para visitar la etapa de los adoquines.
Situada en la primera semana, entre Valenciennes y Roubaix, la jornada de piedras del Tour 83 llegaba al día siguiente de una nada sutil contrarreloj por equipos de 100 kilómetros, como aquellas olímpicas de Barcelona 92 hacia atrás.
En el test colectivo se impuso el Mercier de Zoetemelk, con el Reynolds de Perico y arroyo dejándose casi seis minutos.
Aquella máquina triturar que eran las cronos por escuadras no tenía compasión de aquellos españolitos que iban a conocer el Tour.
Que se lo digan a Julián Gorospe, sobre el papel el líder del equipo de Echávarri, que al día siguiente se dejaría 25 minutos tras desfondarse persiguiendo incordiado por un par de pinchazos.
«He venido aprender, a ver cómo iba esto» se sacudía el joven vizcaíno, atosigado por preguntas sobre su balance deportivo.
Lo de Gorospe fue mala suerte de manual, porque la jornada resultó extrañamente lenta e indefensa.
A una salida a full, le siguió una ralentización de todos los hombres importantes una vez empezaban a sucederse los tramos de pavés, tramos que llegaban a sumar unos 30 kilómetros de una etapa de 150.
En el pelotón, Ángel Arroyo se emocionaba al ver que todas aquellas plazas que pedía en las alfombras empedradas, las recuperaba en los tramos de conexión de asfalto.
El abulense estaba de dulce, tan de dulce, que antes de entrar en el velódromo de Roubaix se armó de valor y saltó a ver qué pasaba.
Un ataque que le hizo ser el primero del pelotón entrar en el célebre velódromo.
Había salvado las mil circunstancias del adoquín, había aguantado ante los armarios belgas y neerlandeses, había salido vivo de la jornada más conflictiva… hasta que se cae en el mismísimo velódromo.
«He sido un idiota» decía Angel, siempre sencillo y directo, lamentándose por la «flipada» que protagonizó en puertas del templo del infierno del norte.
Marc Gómez tuvo que irse a casa por esa misma caída con fractura en la cabeza del fémur.
Ángel salía de Roubaix a cinco minutos de los mejores, pero sólo a medio de Laurent Fignon.
Antes que ellos llegaran Rudy Matthys había dado cuenta de Kim Andersen, el nuevo líder.
Y es que como reza el articulo del servicio especial para El Mundo Deportivo, aquel día de julio de 1983, la etapa de adoquines del Tour fue «venida a menos».
Ciclismo antiguo
Tour 1983: Cuando Perico fue el loco de los Pirineos
Publicado
6 días atrásen
2 de julio, 2022Por
Iban Vega

En ese descenso Perico revolucionó la imaginería del Tour 1983
Aquella bajada del Peyresourde en el Tour de 1983 fue un icono, al punto que llegó a inspirar hasta cuadros perfilando a Perico dándolo todo cuesta abajo, al punto que le llamaron el «Loco de los Pirineos».
En castizo francés: «Le Fou des Pyrénées».
No hace mucho vi una fotografía de Perico con Philippa York, su nombre actual, aunque hace casi cuarenta años, era el de Robert Millar.
Cuántas historias firmaron estos dos, cuántas veces se cruzaron aunque si hubo una sonada fue ésta, en el Tour de 1983, cuando Robert Millar le rebañó una etapa de antología a Perico.
Una jornada que fue de Pau a Luchon por el círculo de la muerte de los Pirineos aunando Aubisque, Tourmalet, Aspin y Peyresourde, para acabar, como tantas veces en Luchon.
Una de esas jornadas de antes, que quisiéramos revivir ahora.
Sea como fuere aquello fue brutal, bestial, casi 200 kilómetros corridos a cuchillo merced al primer acelerón de los colombianos, ya en el Aubisque, dando las primeras pinceladas del infierno que se avecinaba.
Luego en el Tourmalet, Patrocinio Jiménez aguantaba en cabeza con un Robert Millar que olía la pieza.
El escocés no dio más de un relevo en condiciones, sabedor que lo importante estaba por llegar.
Montaba ese día un cuadro que fue el primero con piezas de carbono en ganar una etapa del Tour un cuadro que, no hace mucho, vimos en un hotel de Flandes que recomiendo a quien quiera sumergirse en el ciclismo de todos los tiempos, el Flandrien Hotel.
Millar se escapó solo en el Peyresourde y emprendió el descenso hacia Luchon.
Lo hizo con 35 segundos sobre Perico que venía de dejar atrás al que acabaría siendo ganador de aquella carrera, el rubio Fignon, entonces un buen ciclista, joven y prometedor que, de repente se vio con dos Tours y toda la vida por delante.
Una vez fijadas las posiciones en la cima del Peyresourde, vino esto…
Pedro delgado, alias le Fou des Pyrénées (Tour 1983).pic.twitter.com/zoofTbm4zh
— David Guénel (@davidguenel) May 2, 2022
Con un riesgo que excedía toda norma, Perico se acoplaba, sin casco, a pelo hacia la parte delantera de su manillar, con la barbilla por delante, la mirada en la siguiente curva y todo el valor del mundo.
Le faltaron al bueno de Perico, 23 años en su bautismo internacional, seis segundos para dar caza a Robert Millar, haciendo de esa etapa del Tour de 1983 la primera página de un libro que recoge una de las grandes rivalidades de tiempos recientes.
Ser el loco de los Pirineos no le valió a Perico ese día, pero su estampa hizo fortuna, demostrando que no todo es ganar, también hay que marcar y emocionar, cosas que a Pedro se le dio muy bien siemore.
Ya sabéis, a los pocos días sería segundo en el Puy de Dôme.
El ciclismo español entraba en la modernidad.
Imagen: FB Movistar Team
Ciclismo antiguo
Angel María de Pablos: «Fignon me dio una entrevista en español sin problema»
Publicado
1 semana atrásen
29 de junio, 2022Por
Iban Vega

Al habla Angel María de Pablos con Pello Ruiz Cabestany sobre las sutilezas de la narración ciclista
En los días más duros del confinamiento por el Covid, hace más de dos años, las reposiciones de ciclismo fueron uno de los momentos más esperados de la jornada, un instante que aguardábamos cada tarde y que nos llevaba, entre otros sitios, a los años ochenta con la voz de Angel María de Pablos.
Para muchos fue un descubrimiento, una voz radiofónica en Televisión Española, perfectamente modulada y cargada de poesía que nos narró el primer ciclismo que recordamos.
Angel María de Pablos y Pello Ruiz Cabestany, ciclista por aquellos años, nos ayudan a reconstruir la vida del narrador de las Vueltas de Pino, Perico, Belda Hinault y Marino.
Cabe recordar que Angel María de Pablos empezó como redactor de ciclismo del Norte de Castilla, en el Trofeo Virgen del Carmen, en su provincia de Valladolid.
Ha pasado mucho tiempo, tanto que sólo cabe recordar que aquel día compitió un tal José Pérez Francés, del que hablaban maravillas, pero que no era profesional aún.
Era entonces un chaval que casi no había cumplido la mayoría de edad y ahí empezó, contando el ciclismo en vivo y directo desde el coche.
Con Angel y Pello, transitamos, por las sutilezas de la narración ciclista, una habilidad de la que el periodista vallisoletano hizo un arte que despertó el interés del mismísimo Miguel Delibes.
Este podcast cuenta con el patrocinio de Tuvalum.com
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Para calentar el Tour, de Merckx al vacío francés
C.S.DelAlamo
26 de julio, 2012 En 20:12
Sinceramente no te imagino agarradito de la mano de tus padres con quince años, más bien te imagino de otra forma…Tengo recuerdos difusos de los Juegos de Barcelona, creo recordar que veia los resumenes de la noche después de que acostaba a mi hija y como siempre sóla.En cuando a que Miguel Indurain no hiciese el último relevo, no creo que le hubiese supuesto ningún problema a un ciclista como él y ahora serían unas imagenes dignas de ver.