Ciclistas
Una marmota entre ciclistas por los Pirineos
La Marmota es un nombre muy ciclista, pero en caso se hablamos del animal que te asalta en pleno sueño
Unos fuertes silbidos, muy agudos y rápidos, me llamaron la atención e hicieron que levantara algo la cabeza de mi manillar, tan concentrado como andaba para superar el último kilómetro del Aspin, respirando puro aroma pirenaico.
— ¿Hay alguien más por aquí? —pregunté.
La respuesta fue un silbido aún más potente. No sé si en aquel momento la cabeza, o mi imaginación, me estaba jugando una mala pasada, mientras me secaba el sudor de mi frente y pensando… ¿qué demonios era eso?
Tardé un rato en reaccionar, intentando tranquilizarme, volver a la calma y recuperar el pulso después de una exigente ascensión de 12 km a una pendiente media del 6,6%, habiendo superado un desnivel de 800 m. No me había exprimido demasiado, pero el calor de aquel día del pasado mes de agosto me había dejado bastante tocado, y algo mareado, después de retorcerme sobre mi bici en aquella carretera que pasaba una media docena de veces por el mismo lugar, pero siempre elevándose varios metros por encima.
— ¡No se asuste!
En aquella cima, contemplando en todo su esplendor los Pirineos, majestuosos, fue cuando la vi por primera vez y donde casi me caigo de la bici del sobresalto.
— No estoy asustado.
— Sí, ¡lo está!
La verdad es que no era para menos, porque… ¿qué hacia yo, allí arriba, hablando con una enorme rata rampante de más de medio metro erguida sobre sus patas?
— ¡No soy una rata! ¡No se pase!
— Lo siento, lo siento… si usted es, es… ¡usted es una marmota!
— Ah, bueno, eso es otra cosa, amigo.
— Disculpe, es que nunca antes le había visto por aquí.
— Ni yo a usted, tampoco, forastero.
En aquel momento pensé que vaya pajarón debía de llevar para vivir semejante alucinación, yo, que siempre he sido pireneísta y he recorrido estas montañas, arriba y abajo, siempre con mi bici y nunca anteriormente me había encontrado con una marmota.
Ni mucho menos que hablara, claro.
— Perdone, si no le importa, soy una Marmota marmota, descendiente de la marmota alpina.
— Oiga… ¿pero usted habla?
— ¿Qué no habla usted también?
— Ya veo, ya, es usted una marmota de mucha palabra, ¿pero qué hace aquí? ¿Ustedes no viven en los Alpes?
— Le acabo de decir que mis antepasados vinieron de allí.
Así, casi sin darnos cuenta, entablamos una animada charla que hizo que hasta nos hiciéramos amigos, explicándome muchas cosas de su vida privada como que, en efecto, su familia y ella no llevaban mucho tiempo viviendo aquí.
Sus abuelos vinieron a parar a estas montañas después de años de exilio en los Alpes, donde encontraron refugio hace nada menos que más de 10 mil años, cuando sus ascendentes tuvieron que huir víctimas de la última glaciación.
— ¡Buf, sí! Casi quedamos todas extinguidas. Menos mal que las más fuertes pudieron llegar hasta los altos prados alpinos.
— Entiendo, ¿pero ustedes no deberían estar viviendo a más de dos mil metros de altitud?
— Sí, pero nos hemos tenido que ir acostumbrando a bajar a esta altura, por encima de los mil metros.
— Claro, ya se sabe, buscando refugios, comida…
— ¡Y sol! ¡Mucho sol! La verdad es que aquí en Pirineos nos hemos adaptado enseguida al entorno. Esto es una maravilla.
Hablando con mi montañera amiga me enteré por tanto que su presencia aquí no era para nada exótica, simplemente habían vuelto, ayudadas, eso sí, por la mano del hombre.
— Hace más de 60 años que un cazador francés soltó a seis de mis antepasados por aquí cerca, en el pequeño valle de Barrada, junto a Luz-Saint-Sauveur.
— Y procrearon y se expandieron por todo el Pirineo francés ¿no?
— Bueno… ¡no fue tan fácil! Otros cazadores siguieron el ejemplo y llegaron a traer hasta más de 500 de mis antiguos parientes.
— ¿Y eso? ¿Qué querían hacer?
— ¡Calle! ¡No me hable! Nos trajeron para servir de comida a las águilas…
— ¿Qué me dice?
Pues sí, se ve que incluso amparados por el Gobierno francés, el objetivo era que las águilas doradas dejaran de hacer la competencia a los cazadores; así, con esta nueva fácil y rechoncha presa, no atacarían ni a liebres ni rebecos.
— ¡Qué canallas! ¡Y encima usted me llama rechoncha!
— Oiga, no es culpa mía que estén gordas y bien alimentadas… ¡que ustedes viven muy bien!
— ¿Y qué quiere que hagamos? Pues en verano a comer, que aquí hay muy buenos pastizales.
— Ya, ya, y en invierno a dormir calentitas bien juntitas, ¿no? Y luego en primavera… ¡hala! a fornicar como locas.
Con algunas risas, me continuó revelando secretos íntimos como el que me confesó cuando, llegado el mes de noviembre, se preparan una buena cama de hierba seca en el fondo del agujero para comenzar la hibernación y echarse a dormir, bajando la temperatura de su cuerpo y su ritmo cardíaco a la mínima expresión. Y no despertarán hasta la primavera, época en la que entrarán en celo.
— Al mes ya tenemos nuestras crías que, pobrecitas, nacen ciegas.
— ¡Ah! No sabía, pero… ¿luego?
— Pues poco a poco, van creciendo y abriéndolos, hasta que no tienen 40 días de edad.
— ¿Y después?
— Oiga…usted pregunta mucho…
— Quiero saberlo todo sobre ustedes. No siempre se encuentra uno con una marmota que habla. Prosiga… por favor.
— Pues nada, viven con nosotros hasta los dos o tres años, cuando alcanzan su madurez.
— Entiendo, ya son mayorcitas y dejan que se espabilen solitas.
— Exacto. Por aquí no les falta de nada, en estos valles y estas montañas, rodeados de buenos pastizales.
— ¿Y no sufren ustedes por ellas?
— Mucho… pero si hay algún peligro al acecho, avisamos enseguida.
— ¡Ah! Por eso casi me deja sordo con ese silbido que me ha pegado ¿no?
— Oiga… no se pase. Nosotras ni silbamos ni gritamos. Nosotras ladramos. Sí, como los perros.
— Usted perdone mi ignorancia…
— ¡Claro! Es que hoy me tocaba guardia y le he visto a usted y a sus amigos.
— ¡Ah, sí! Mis amigos ciclistas, mis compañeros de ruta que, por cierto, no sé dónde se habrán metido.
— Se habrán asustado. La verdad es que no sabía si ustedes eran peligrosos o no.
— ¿Nosotros peligrosos? No, no, parada nada.
— Es que tenemos la obligación de avisar de las amenazas por tierra o si vemos una silueta sospechosa en el cielo, también.
— Son ustedes muy listas.
De esta manera, me dejó con la palabra casi en la boca, cuando de un salto, y amablemente, me dijo que tenía que marchar, que ya había perdido demasiado tiempo y tenía que avisar a su familia.
— ¡Adiós!
Y allí me quedé solo y sin mi amiga marmota cuando, de repente, un excelente ejemplar de quebrantahuesos sobrevolaba majestuoso por encima de aquella mítica cima. Miré la hora y yo también había perdido mucho tiempo. ¡A saber dónde estaría el grupo!
— ¡Hey, tío! ¡Despierta!
— ¿Qué? ¿Cómo? ¿Qué ha pasado?
— Que te has quedado dormido, chaval. Estabas tan cansado que has acabado rendido aquí en la hierba.
— ¿Cómo dices? Si yo estaba hablando con una marmota.
— ¿Cómo? ¿Hablando con una marmota? A ti te ha dado mucho el sol ¿eh?
— Que no, que no, que es cierto. Sí estaba aquí mismo, en este prado.
— ¡Buf, chico! ¡Qué mal estás! Háztelo mirar ¿eh? Lo que sí estás es en «La Marmota», no con una marmota, ¡así que espabila!
Con perplejidad, me fui incorporando poco a poco para observar que en efecto había pegado una pequeña cabezada. Se ve que bajé de la bici, me estiré un rato en la hierba y me quedé dormido al momento.
— ¡Venga, en marcha! Hemos perdido un tiempo excesivo, y aún nos queda el Tourmalet, a ver si pasamos el control.
Allí estaban mis compañeros de club, esperándome a que me pusiera el casco y las zapatillas para ponernos en ruta, de nuevo.
Iniciamos un rápido descenso mientras la brisa refrescaba mi cara, aún algo somnolienta, soltando bostezos y desesperanzándome, cuando de repente volví a oír el potente silbido y un simpático animalillo, sonriente y bigotudo, apostado en la cuneta, me guiñaba el ojo y aplaudía a rabiar con sus patas.
Por Jordi Escrihuela
Ciclistas
Tirreno-Adriático: Juan Ayuso en hora y forma
Juan Ayuso puede añadir la Tirreno-Adriático a un inicio de 2025 inmejorable
No ganó de forma aplastante, quizá acostumbrados a ver exhibiciones brutales vestidas de UAE, pero la temporada de Juan Ayuso, hasta esta Tirreno-Adriático, está siendo de 10.
Los rivales los conocíamos, estaban marcados, incluso un Filippo Ganna, y eran buenos, Tom Pidcock, hiperactivo, Jai Hindley y el propio Mikel Landa.
Ninguno se lo puso fácil.
Pero Juan Ayuso, marcado desde la salida, vivo y con todas las opciones de cara a esta etapa reina, cumplió el pronóstico.
La etapa había arrancado muy movida, con Mathieu van der Poel atacando desde el kilómetro 0, lo que prometía emoción.
Después de un ritmo frenético, finalmente se escaparon ocho corredores: Gianni Vermeersch, Benjamin Thomas, Samuele Battistella, Jasper Stuyven, Chris Hamilton, Magnus Cort Nielsen, Andrea Vendrame y Andrea Pietrobon.
El pelotón no dejó que la fuga se distanciara demasiado, con equipos como Bahrain y UAE interesados en la etapa, ya que era la única montaña del Tirreno-Adriático.
La diferencia comenzó a reducirse en la subida final, donde primero Bahrain y luego UAE, excelso Del Todo, como el año pasado en esta misma carera, pusieron presión a Filippo Ganna.
Vendrame, que ya había ganado una etapa en esta carrera, se lanzó en solitario con 5 kilómetros para la meta. En esa misma subida, Ganna fue descolgado del grupo por Isaac del Toro, quien, como decimos, impuso un ritmo muy duro.
Poco después, Ayuso atacó y, tras él, se unieron Pidcock y Hindley.
Mikel Landa logró conectar con ellos, pero Ayuso no dejó de atacar. En los últimos 3 kilómetros, el español lanzó varios ataques hasta dejar atrás a sus rivales.
Fue una gran demostración de madurez de Ayuso, quien, pese a la presión y las expectativas sobre sus hombros, controló la situación y ganó con autoridad.
Pidcock fue segundo y Hindley tercero, y no se lo pusieron fácil.
Imagen: FB TirrenoAdriatico
Ciclismo
La caída y abandono de Vingegaard son una muy mala noticia
Ciclistas
La seguridad le quita el sueño a Vingegaard
La caída de Itzulia ha disparado los temores de Vingegaard sobre la seguridad
Para Jonas Vingegaard el accidente de la pasada Itzulia puede ser un antes y un después, lo admitió en su día y ahora lo refleja cada vez que habla de seguridad en el ciclismo.
Ciclistas
Jasper Philipsen va para MVP
Hay pocos ciclistas más valiosos que Jasper Philipsen
Podríamos decir que Jasper Philipsen aún no está en la mesa de los grandes, pero sin duda es uno de los ciclistas que más se acerca a reclamar su lugar.
Hoy en día, Philipsen es uno de los corredores más valiosos del pelotón, no solo porque tiene el nivel para competir y no desentonar al lado de ciclistas como Mathieu van der Poel, sino también porque ha demostrado ser capaz de asumir el mando en momentos cruciales y decidir las carreras a su favor cuando la situación lo requiere.
En las últimas temporadas, el belga ha dejado huella, especialmente con sus victorias en el Tour de Francia y en la Milano-San Remo.
Además, sus dos segundos puestos en el París-Roubaix resaltan la consistencia y el nivel de sus actuaciones.
Es impresionante la cantidad de victorias que ha logrado, muchas de ellas de gran calidad.
Su capacidad para adaptarse y brillar en diferentes escenarios lo ha consolidado como uno de los referentes del pelotón.
Es cierto que a veces se le ha señalado por su actitud algo «mafiosa», como aquella vez en el Tour de Francia, cuando mostró una ambición y control casi abusivos dentro del pelotón. Sin embargo, no se puede negar que Philipsen ha evolucionado hasta convertirse en un ciclista indispensable en la actualidad, un verdadero diferenciador en la carretera.
Su presencia, por ejemplo, ha elevado el nivel de su equipo, Alpecin, y le ha dado a la formación una dimensión competitiva que rivaliza con los grandes equipos.
Mientras que a Van der Poel no se le conoce tanto por sacrificarse por un compañero, Philipsen ha demostrado ser un corredor por quien Mathieu pone el equipo por delante cuando es necesario.
Además de su talento, Philipsen destaca por el buen ambiente que transmite en el pelotón, manteniendo una buena relación con otras grandes estrellas, como Tadej Pogacar y Michael Matthews.
A pesar de sus momentos de tensión, su carácter competitivo y su espíritu de equipo han sido clave para consolidarlo como uno de los ciclistas más completos.
En cuanto a su evolución como sprinter, Philipsen ha dejado atrás las críticas que alguna vez recibió, como cuando nuestro querido Adrián García lo apodaba «Jasper Disaster».
Hoy es uno de los sprinters más letales, habiendo superado las 50 victorias, muchas de ellas de gran nivel, como las nueve etapas del Tour de Francia y varias etapas en la Vuelta a España. Además, su victoria en Kuurne-Bruxelles-Kuurne este año ha sido una clara señal de su potencial, demostrando a Visma que en Alpecin tienen un rival formidable.
No solo es un hombre de victorias en el sprint, sino también un corredor versátil.
La victoria en el Gran Premio de Escalda de hace dos años, donde brilló rodando de manera sublime sobre los adoquines, lo consolidó como un gran especialista en terrenos difíciles, donde se mostró eficiente y competitivo, conectando con otros velocistas belgas que también dominaban las piedras.
Hoy, la presencia de Philipsen es uno de los principales alicientes para poner en aprietos a Pogacar en la Milan-San Remo.
Como es bien sabido, si Van der Poel no logra romper la carrera, Philipsen será uno de los hombres clave.
Este 2025 ya ha comenzado a demostrar cómo puede hacerle daño al mejor ciclista del mundo, reafirmando que está preparado para luchar por los títulos más prestigiosos.
Imagen: A.S.O.
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