Ciclismo antiguo
Las trifulcas del Bosque de Arenberg
Nos contó Flecha que “el Bosque de Arenberg es el inicio de la auténtica Roubaix. En él se abren las primeras diferencias, hay un antes y un después, sobre todo si el día es seco, pues si ha llovido la carrera ya llega rota. Estamos realmente en el infierno, antes de llegar al tramo hay una pancarta que nos lo recuerda. El sol no suele entrar mucho, la recta está en medio de un bosque, y el adoquín suele estar siempre húmedo”.
Hubo unos años que no estuvo en el recorrido de la París-Roubaix. La última vez no fue hace mucho por las caídas de Philipe Gaumont y Johan Museeuw, quienes rozaron el ocaso deportivo tras dar con sus huesos sobre el maltrecho adoquín de esta recta de casi dos kilómetros y medio cerca de Wallers, y no muy lejos de Valenciennes. Estuvo también ausente diez años, entre 1974 y 1984.
Arenberg es mítico en sí, y más cuando su paso no rompe ni rasga la carrera definitivamente por que aún está lejos de la llegada. De cualquiera de las maneras su paso merece un punto a parte. Incluso en los años más mezquinos de lo televisivo, el tramo de Arenberg se hacía por separado y luego, luego, el resto de la prueba.
Aquí el infierno se posó por primera vez en 1968. Esa París-Roubaix decían era la más dura de la su ya longeva trayectoria. Una edición de 257,4 kilómetros con casi 57 sobre pavés a partir de Solesmes. El pelotón empezaba a botar a 112 kilómetros de meta y así hasta el velódromo. En la ruta muchos candidatos para tomar el trono de Janssen. Un batallón belga estaba dispuesto a suceder a su ilustre vecino. No obstante el primero en dar fue Roger Pingeon, un francés que quedó noqueado en el paso de Arenberg por un pinchazo primero, y posteriormente por un grupo de lobos del cual salían como flechas los Merckx y Van Springel. En el velódromo el “caníbal”, vestido de arco iris, fue más rápido. Tras ellos, sólo belgas, Godefroot, Sels, Van Schil, ….
“¿Un deseo?: Ganar la París- Roubaix”. El pensamiento es una obsesión en voz alta del viejo Duclos, sí de Gilbert Duclos Lassalle. En 1992 pudo con el reto. Se plantó en cabeza a Arenberg y salió acompañado por Van Poppel y Van Slycke. Demasiado poco para un zorro en los pavés del norte que llegó en solitario al velódromo con 38 años a las espaldas. Al año siguiente, el eterno francés volvió a ganar, otra vez, por segunda vez y con los cuarenta llamando a la puerta. No ejerció de tirano en el bosque, pero el mismo le sirvió para enlazar con la cabeza tras salvar de una tacada una caída y pinchazo. Su triunfo frente a Ballerini se resolvió en tan sprint que nadie se atrevió a señalar al ganador antes del juicio de los árbitros, fue casi tan memorable como el del Eddy Planckaert frente a Bauer en 1990. Ese año Arenberg pasó desapercibido. Pero no todo fueron “rositas” para Duclos en Arenberg, aquí enterró sus opciones en 1985.
Lo cierto es que la historia no le ha dado a Arenberg la importancia que se ha ganado en los capítulos de la épica. Lo dice la historia, en esta recta se cuentan más los infortunios que las hazañas, por que mantenerse sobre la máquina ya era una hazaña. Su mortal pavés era trascendente cuando el barro disimulaba el grosor del tubular. Entonces sí que se podía armar la de Dios. Así ocurrió en 1972 cuando se fue al suelo un total de 40 corredores cual dominó. De esa escabechina no se libró ni Merckx. Fue el año del primer triunfo del gran De Vlaeminck.
No siempre estuvo la desgracia para Merckx en el tramo de Arenberg. En 1970 otra hecatombe sacude al grupo. De la monumental montonera salen vivos cuatro Flandria, entre ellos De Vlaeminck, junto ellos Karstens, Janssen y el inefable Eddy, quien tras dos pinchazos, para variar, gana. Zoetemelk es otro de los grandes que salieron tocados de muerte de Arenberg. El divo holandés se dejó sus opciones en Arenberg en la edición del 73.
Curiosidades no faltan. El italiano Gimondi llegaba en 1971 con una renta corta a Arenberg. Un paso a nivel le cortó las alas justo antes del célebre paso. Los diez años de ausencia de Arenberg en la Roubaix hicieron que una generación entera de grandes no probara la grandeza del escenario. De los Merckx, De Vlaeminck y Janssen pasamos por asomo a los Kelly, Planckaert y Vanderaerden. En 1984 la “rentrée” de Arenberg se hace a lo grande para los anfitriones. Los Redoute Bondue y Braun entran a saco en el tramo. No miran para atrás. De nuevo en el asfalto, toman conciencia de la situación. Sus perseguidores están por encima del minuto. Pero claro quedaban 100 kilómetros, y eso era mucho trecho para “King” Kelly…
Extracto de un artículo publicado en Ciclismo en Ruta (abril de 2005)
Foto tomada de de www.steephill.tv & bosquedearenberg.blogspot.com
Ciclismo antiguo
París-Niza 1989, el primer gran Indurain
Con esa victoria en la París-Niza, Miguel Indurain se postulaba en los escenarios grandes
En el baúl del recuerdo, mirándolo ahora, y gracias a la invitación de los amigos de Pedal Vintage, uno se percata del valor que tuvo aquella París-Niza de 1989 para Miguel Indurain.
El mocetón ya había dado algunas claves de su clase, un crecimiento contenido bajo las recomendaciones de reputados médicos que hablaban del portento que estaban cultivando en el inolvidable Reynolds.
El año anterior, 1988, había formado parte del equipo que acompañó a Perico en su Tour, con ese famoso capítulo del Peyresourde en el que empezó a descolgar a gente y casi se quedó solo.
A las pocas semanas ganaría la primera de sus tres Voltas.
Pero el año 1989 fue otra cosa, fue pisar suelo francés y seguir su idilio con el país vecino, donde ya había triunfado en un Tour de la CEE, lo que hoy sería el Avenir.
En esa París-Niza, Miguel Indurain anticiparía cosas que habrían de pasar durante los años venideros.
El inicio en París, lo ganó el prologuista por excelencia, Thierry Marie, pero con Indurain ceca, a cinco décimas de segundo, y por delante de los dos grandes favoritos, Laurent Fignon y Stephen Roche.
El navarro ya había puesto el pie en la carrera y de ahí nadie le apartaría, ni siquiera una mala crono por equipos de 58 kilómetros en medio de una carrera de una semana de duración.
Aquel era otro ciclismo.
Pese a la mala crono por equipos, y eso que Reynolds iba con Gorospe y Mauri, entre otros, Indurain utilizó un par de jornadas consecutivas para de remontarle el minuto veinte que el joven Laurent Bezault, el «nuevo Jeff Bernard» le llamaron, le había tomado al final de aquel test colectivo.
Fueron dos movimientos tan significativos como premonitorios.
En el Mont Faron, Indurain se pone en cabeza del grupo de los grandes desde el inicio, y hace de la preciosa subida a orillas del Mediterráneo el primer gran filtro de la carrera.
Uno a uno, un goteo sin fin tras la estela del ciclista del Reynolds que le sacó los colores hasta el mismo Stephen Roche, el gran favorito, toda vez que Laurent Fignon se había retirado (ganaría en San Remo a los pocos días.
Café para muy cafeteros pic.twitter.com/mDT1mUvCnf
— JoanSeguidor (@JoanSeguidor) April 23, 2024
Al día siguiente, una jornada de media montaña hace el resto. a poco de coronar el Col de Vignon, el vigente ganador del Tour, Pedro Delgado hace destrozo en el pelotón y lanza a su compañero cuesta abajo.
Miguel Indurain cogería al fugado, su futuro compañero en Banesto, Gerard Rué, y entre ambos disparan la diferencia hasta más allá del minuto.
Con el navarro de líder, sólo quedaba defender la renta en el Col d´Eze ante el «hiperespecialista» Stephen Roche quien se queda a 13 segundos de la gesta.
Sin saberlo, había perdido el irlandés ante el inminente monstruo del ciclismo, un poderío latente que en ese 1989 despertó del todo, incluso en el Tour, en un lugar llamado Cauterets.
Imagen: @crstobalcabezas
Ciclismo antiguo
Briançon, Lieja & Valkenburg, las 3 esquinas del ciclismo
Grandes vueltas, monumentos, ciclocross… esto ocurre en Lieja, Briançon y Valkenburg
Hay lugares en el bello globo bendecidos por la naturaleza, la belleza o el azar. En ciclismo hay tres en concreto que beben de su ubicación y extraordinaria tradición. Supongo que podréis añadir alguno más, pero a mi se me ocurren estos tres: Lieja, Briançon y Valkenburg.
La primera la conocéis de sobra, es noticia una vez al año, fijo, cuando no más.
Es la cuna de la decana, la Lieja-Bastogne-Lieja porque era el trayecto que encajaba para que los periodistas fueran y vinieran en tren el día de carrera, siguiendo al pelotón.
Por Lieja además pasa el Tour de forma recurrente, si no es directamente, en tránsito
Por Lieja discurrió incluso una edición de la Vuelta a España y en Lieja se han jugado varios campeonatos del mundo.
Incluso Lieja ha albergado el mundial, recuerdo uno en tiempos de Mariano Cañardo cuando los italianos monopolizaban la contienda.
Luego está Briançon, ahí en el valle, encajada entre Izoard y Galibier, en medio de un océano de cimas con nieves perpetuas, en una encrucijada, cerca de Italia, de Sestriere, la puerta al valle de Aosta.
Briançon y su ciudadela han visto el mismo año el Giro y a las pocas semanas el Tour de Francia
Si no es final de etapa, es ciudad de paso. En el olimpo de los lugares ciclistas, está tocada.
Ciudades bendecidas por el ciclismo: Lieja, Briançon y… Valkenburg.
Aunque si queréis que os seamos sinceros, lo de Valkenburg es rizar el rizo.
Encajada en el Limburgo, la ceja de las Árdenas donde los Países Bajos dejan de ser bajos.
En el corazón de la vieja europa la ciudad neerlandesa es al ciclismo lo que Old Trafford al fútbol, la catedral del circo de las dos ruedas, un idilio del lugar, de la gente y el paisaje con la bicicleta.
Valkenburg tiene por descontado el ciclismo anualmente siendo ciudad de paso, mil veces, y meta de la Amstel Gold Race, la fiesta nacional neerlandesa de la bicicleta y el ciclismo.
Valkenburg ha puesto en el mapa un enclave como el Cauberg, la violenta subida en la que Philippe Gilbert hace estragos, habiendo ganando varias veces la Amstel Gold Race y siendo, incluso, campeón del mundo.
La ciudad del Valkenburg, modesta en dimensiones y población ha sido sede de los Campeonatos del Mundo de ciclismo en carretera cinco veces. Nada más y nada menos.
Cinco mundiales de ciclismo han acontecido en Valkenburg
Viajamos a 1938 y conocemos a marcel Kint, alemán, que se convierte en campeón mundial.
Diez años después, y tres ediciones más allá, por el paréntesis de la Segunda Guerra Mundial, Valkenburg corona a Alberico Schotte, el belga que sacó petróleo de la increíble rivalidad de Bartali y Coppi, anulados en un marcaje imposible.
Año 1979. Jan Raas, el especialista en la Amstel, saca oro de Valnkenburg que bate al sprint a Thurau y Bernaudeau.
Ya en el 98, Oskar Camenzind, suizo de Mapei, se corona campeón el día que todos miraban a Michele Bartoli bajo el diluvio de septiembre limbugués.
El Tour tambièn ha aterrizado por Valkenburg, dos veces además. Ganaron Giles Delion, prometedor francés, en 1992, y Matthias Kessler, alemán de final infeliz, en 2006.
Pues bien, con este bagaje, con una infinidad de carreras, pruebas y eventos relacionados con las dos ruedas, el Campeonato del Mundo de ciclocross aterrizó hace cinco años en Valkenburg.
Imagen: G.Demouveaux
Ciclismo antiguo
1994: La Flecha Valona que cambió el ciclismo
Nada fue igual tras la Flecha Valona de 1994 y los azules haciendo pleno
La primera parte de los noventa se tiene como la época más oscura de la historia del ciclismo y muchos toman la Flecha Valona de 1994 como el cénit.
No son pocos los testimonios que hablan de un ciclismo psicodélico, de corredores que no corrían, volaban, de cosas raras, de podencos hechos caballos de carreras,…
Testimonios no faltan.
Dos son elocuentes. Greg Lemond justifica parte de su declive por las dos velocidades de aquel ciclismo, un salto de rendimiento que apuntaba una sustancia cuyas siglas eran EPO. David Millar habla en su libro de sus primeras carreras como algo inalcanzable, no había ni roto a sudar que el pelotón ya les había dejado de rueda.
#DiaD 20 de abril de 1994
En el año 94, la Vuelta a España seguía disputándose en abril.
En la antesala de la misma estaba el tríptico de las Ardenas, pero en orden diferente al actual. Una semana después de Roubaix, se corría la Lieja, luego la Flecha Valona y finalmente la Amstel, posteriormente vendría la Vuelta que en esa ocasión dominaría a placer Tony Rominger.
La Flecha Valona se presentaba como la reválida para Eugeny Berzin. El ruso de rubia cabellera había ganado en Lieja días antes y era la punta de lanza del potente Gewiss. Por nombres el equipo celeste copaba las apuestas, sin embargo, los italianos no querían ganar, querían sencillamente coparlo todo.
En el llano que precedía el muro de Huy, Berzin, que iba insultantemente fácil, tomaba unos metros sin que nadie osara seguirle, salvo sus dos compañeros Moreno Argentin y Giorgio Furlan. En la cima de Huy Argentin culminaba la masacre, siendo primero por delante de sus dos colegas.
“Ellos ruedan y nosotros nos quedamos. Hacen que ir en bici parezca sencillo, no necesitan ni preparar estrategia alguna” dijo Gérard Rué, el gregario de Miguel Indurain, preso de la incredulidad.
Los peores temores que circulaban por el pelotón se hacían realidad y las sospechas no tardaron en plasmarse cuando al día siguiente en una conversación entre Michele Ferrari y varios periodistas, en una pedanía de Lieja, el galeno afirmaba sin pudor:
“Si yo soy ciclista y sé que hay una sustancia que mejora el rendimiento y otros la usan, yo también la utilizaría. La EPO no es mala, sólo lo es si abusas de ella, como si te atiborras de zumo de naranja”.
En efecto, el ciclismo de dos velocidades ya era un secreto publicado y público, la caja de pandora se había abierto, estallaría en pocos años…
Imagen: Cronoescalada
Ciclismo antiguo
Amstel Gold Race by Jan Raas
Nadie dominó la Amstel Gold Race como Jan Raas
Jan Raas fue una de las esas buenas figuras que tuvo el ciclismo a finales de los setenta y principios de la siguiente, que hizo de la Amstel Gold Race su feudo, se la llamó «Amstel Gold Raas».
Nacido en 1952, fue posiblemente el primer ciclista con pinta de intelectual.
Todo un espejo donde se miró el maître Fignon.
Fue posiblemente el gran valedor de esa megaestructura neerlandesa llamada Ti Raleigh comandada por Peter Post.A Raas la victoria le gustaba más que a un tonto un lápiz
Era perrete, parecía italiano más que ciudadano del respetable reino neerlandés.
Gustaba, además, de tomar el pelo a los rivales.
Su último gran triunfo fue en el Tour de 1984, una etapa donde puteó con tino al visceral Marc Madiot, hasta que le rebañó la victoria toda vez que le había asegurado que no estaba para dar relevos.
Sin embargo tuvo gestos encomiables, como cuando renunció al amarillo en un prólogo muy condicionado por la furiosa lluvia.
Eso sí, al día siguiente se empleó a fondo para vestirlo en buena lid.
Éste era Jan Raas
En 1977 Jan Raas ganó su primera Amstel, poco después de hacerlo en San Remo
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Briançon, Lieja & Valkenburg, las 3 esquinas del ciclismo
jose fort
5 de abril, 2013 En 16:45
Arenberg deberia estar siempre presente. #mito