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¿Es la Strade Bianche el sexto monumento del ciclismo?

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Con este preciso y acertado eslogan los italianos, tan amantes que son del espíritu de las clásicas belgas y francesas del Norte, han sabido vender como nadie esta réplica de esas carreras que es la Strade Bianche, pero que ya cuenta con una personalidad propia, casi única:

“La Classica del Nord più a sud d’Europa”

 

Strade Primavera JoanSeguidor

CCMM Valenciana

De esta manera, esta joven carrera que cuenta con apenas 12 años de edad, se está haciendo un hueco importante, a golpe de pedal, en la historia de las grandes clásicas y en los corazones de los aficionados a estas pruebas de gran prestigio en el calendario internacional.

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Se puede decir sin temor a equivocarnos que la Strade Bianche se está ganando el derecho a ser considerada como el Monumento número 6 del ciclismo.

Strade Bianche vs Milán-San Remo

Sus míticas “carreteras blancas”, esos caminos sin asfaltar con tintes épicos, han dado un nuevo toque heroico y sobre todo una gran fama al ganador de la que ya es considerada como una de las carreras más duras del panorama ciclista mundial.

Los sterratos de la Strade Bianche como patrimonio ciclista

Las pistas de tierra de la Toscana (los famosos sterratos) se unen de esta forma a los capos de la Milán-San Remo, los muros de Flandes o de Lieja, los adoquines de Roubaix o las hojas muertas de Lombardía, como muestras de identidad inequívoca, dentro del imaginario colectivo ciclista, que ya forman parte indisoluble del carácter, la tradición y el mito de una carrera que ha crecido en popularidad estos últimos años y que, en términos históricos, apenas representan unas horas de vida de este legendario deporte.

 

Por todos estos motivos, algunos aficionados catalogan a la Strade Bianche como la respuesta italiana a las clásicas del Norte: un cruce entre el Tour de Flandes y la París Roubaix, ya que la carrera no está exenta de exigentes y duros muros, en un recorrido plagado de toboganes para completar 180 kilómetros de los que 70 son sin asfalto, tramos de sterrato “Cancellara”, denominados así en honor al tres veces ganador de esta prueba.

Uno de estos tramos, bautizado con el nombre de este “Espartaco”, se trata de un largo trecho de 11 kilómetros cerca de la localidad de Asciano y que, de esta forma, y como muy bien saben cuidar los italianos este tipo de lugares míticos, se ha convertido en destino de peregrinaje para muchos cicloturistas que quieren emular en estos sitios de culto las proezas de sus héroes.

Además, la Strade Bianche, ha conseguido engancharnos mucho antes a la temporada ciclista que, junto a otras pruebas, están captando nuestro interés cuando años atrás teníamos que esperar a que llegara la primavera de San Remo para enamorarnos de nuevo del ciclismo, después del largo letargo invernal, que cada vez es menos largo, menos aletargado y menos hibernal.

Y eso, significa mucho.

 

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Hablar de la Strade Bianche es hacerlo de…

ciclismo en la Toscana, mientras los corredores admiran sus preciosos paisajes. Eso si son capaces de levantar la mirada, mientras se aferran a sus manillares con fuerza, apretando los dientes  y con la vista clavada en el suelo, dando chepazos en sus cortas pero durísimas rampas.

la medieval ciudad de Siena y su bella Piazza del Campo, donde está situada la línea de meta de la carrera. De su casco antiguo, catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

de ciclistas rebozados en barro y de pesadas bicicletas enfangadas desde el desviador del cambio hasta las calas de los pedales automáticos, pasando por la cadena o las zapatas.

de frío, lluvia y los temidos tramos de tierra convertidos en auténticos barrizales, mientras los pros intentan sortear charcos… o no. Quizás sea de las pocas maneras que tienen para limpiar algo el barro de sus bicicletas.

o bien de sol y rutas polvorientas al paso del gran pelotón ciclista, porque en la Toscana el tiempo cambia muy rápido, pudiendo ofrecer estampas de todos los colores y para todos los gustos.

…si hablamos de gustos, que le pregunten a los ciclistas qué sienten cuando comen y notan esos crujidos en sus bocas, sabiendo que lo que están masticando es tierra, arena blanca de la Toscana.

de ese increíble final, el último kilómetro de carrera encarnado en la durísima rampa de entrada a la línea de meta en la Piazza del Campo: la Via Santa Caterina, de hasta un 16% de desnivel. Un suplicio sobre adoquines mojados para acceder a la colina donde está asentada la ciudad de Siena.

La clásica del sterrato en Girona… 

La Strade Bianche es un infierno de lodo y de barro para los pros, pero no menos para sus mecánicos de equipo que, después de la endemoniada carrera, han de lidiar con bicis llenas de arena en los rodamientos, en las horquillas o en los cables de los frenos, o con cadenas y piñones oxidados del agua acumulada.

Tienen faena para días: abrir, desmontar, limpiar, engrasar y que el pro no se queje de que sigue escuchando un pequeño crujido en el manillar de su bici.

Por todo esto, y mucho más, la Strade Bianche va camino de ser leyenda, de ser la madre de todas las batallas.

Foto: Movistar Team

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