Ciclistas
Iván García Cortina y la generación que surge de la adversidad
El presente del ciclismo español se puede explicar con Iván García Cortina
Dicen que la historia de Iván García Cortina es veloz, rápida, que quema etapas, devora páginas a ritmo de vértigo. Lo escribe Fernando Llamas en Marca, en una de esas entrevistas que son necesarias. Un diario, no sé si aun el más leído de España, dando pábulo a un corredor muy alejado del estándar histórico ibérico.
Un tío alto, amplio, con 22 años y ya delante, de bagaje internacional contrastado, ávido por ganar clásicas, por ganar a Peter Sagan, ahí es nada. Desprovisto de complejos, directo, que corre su primer año en el máximo nivel como si lo hubiera hecho de siempre.
Que no contento con ello se va a Milán y gana el Red Hook, esas carreras de nuevo cuño que tienen un poder de convocatoria como si del Tour se tratara. Que se corren sin frenos, a piñón fijo, que premian la pegada, el físico y la técnica por igual.
Iván García Cortina es el asidero que demuestra la amplitud de miras del ciclismo español en la antesala del cacareado desierto que le aguarda. Es el ejemplo, el vivo ejemplo de que el abanico se abre, que no será mucha la cantidad, pero que hay calidad, muy identificada en las espaldas de ciclistas que tendrán que convivir con una presión y una lupa sin igual.
El ciclismo español que viene es un poco como Iván. Ciclistas de talento inmenso, muy apreciados fuera, algunos en labores de auxilio para su líder y otros para crecer con todos los medios y las mejores carreras. Se abre el abanico, no sólo hay buenos vueltómanos, hay buenos clasicómanos, ciclistas de una semana, caza etapas,… a la calidad habrá que añadirle la cantidad.
Ciclistas
El cuarto fue el Tour más largo de Pogačar
Ciclistas
La estatua dorada de Pogačar está en UAE y no en Eslovenia
Pogačar vive días de pompa en los UAE con su nueva estatua dorada
El ciclismo vive estos días su propio espejismo dorado en el desierto.
En Abu Dabi, el equipo UAE ha rendido homenaje a su gran emblema, Tadej Pogačar, con una estatua bañada en oro frente al club ciclista local.
No es metáfora: una figura brillante, a tamaño real, del esloveno inclinando el cuerpo en su gesto clásico de reverencia, como si agradeciera al cielo… o a su mecenas.
Una de esas figuras que cierto mandatario chalado se diseña con IA.
El acto fue la guinda de un fin de semana que lo tuvo todo: fans, patrocinadores, estrellas y fuegos artificiales.
El UAE Team Emirates celebró su mejor temporada con 95 victorias, 97 si se cuentan todas las del año, pero las de Del Toro en México cuentan para 2026.
Pogačar firmó 20 de ellas, incluyendo tres Monumentos, su segundo Mundial consecutivo en Ruanda y un cuarto Tour de Francia.
Una temporada de videojuego.
Y todo, en casa del patrón, donde el ciclismo se ha convertido en símbolo de modernidad y orgullo nacional.
La grandeza se compra podríamos decir, pero es es así.
En Al Hudayriat Island, el circuito de moda en Abu Dabi, se mezclaron niños con bicis nuevas, directivos con camisa blanca impecable y los ídolos de este deporte que, por un fin de semana, se vistió de gala en el país del lujo y los récords.
Todo a lo grande, como exige el guion en un lugar donde nada se hace a medias.
Pogačar llegó en 2019, con 21 años, y en apenas seis temporadas se ha convertido en la cara visible del proyecto y en el ciclista total del siglo XXI.
A su alrededor, el UAE ha levantado una estructura que combina músculo financiero y talento deportivo como pocas. Y ahora, la estatua cierra el círculo: el campeón convertido en mito… todavía en activo.
El ciclismo siempre ha tenido sus estatuas: Bahamontes en Toledo, Quintana en Boyacá, Boonen en su Taaienberg.
Pero lo de Pogačar es distinto, la suya no está en su casa, que se llena de maillots y trofeos, está en los Emiratos, como si el dinero atribuyera la bandera.
Es la imagen del nuevo tiempo: velocidad, datos, dinero, redes sociales y luces LED. Un deporte que se mira en el espejo del oro, mientras sigue soñando con la épica del barro.
El esloveno se tomará ahora un respiro antes de volver a la carga.
En 2026 puede igualar a Merckx, Hinault, Indurain y Anquetil.
Y quién sabe, quizá cuando eso ocurra, en Abu Dabi ya estén fundiendo otra estatua.
Ciclistas
Tim Merlier domina el arte en el que Philipsen es el mejor
Tim Merlier es el patrón silencioso del sprint
En un año de tanta igualdad entre los hombres rápidos, Tim Merlier ha sido el más constante.
Sin fuegos artificiales, sin grandes titulares, pero siempre ahí, ganando —al menos— una etapa en cada vuelta por etapas que disputó.
Desde febrero hasta octubre, el belga del Soudal-Quick Step se ha mantenido en la línea más pura del sprinter clásico: oportunista, sólido y, sobre todo, regular.
Su calendario ha sido un viaje sin apenas sombras, una demostración de oficio más que de velocidad bruta.
Merlier no es el que más impresiona en un esprint lanzado, pero sí el que más veces levanta los brazos cuando todo se ordena en el caos.
En ese caso me quedaría con Jasper Phiipsen, quien como su compi Mathieu, se centra en las grandes ocasiones, y a veces ni eso, porque en el Tour una caída le dejó fuera cuando tenía opciones de seguir sumando.
Pero volviendo sobre Tim, en un pelotón de talentos que vienen empujando, Merlier sigue representando esa vieja escuela del sprinter que elige su terreno, mide su energía y rara vez falla.
Olav Kooij ha sido se lleva también mención, y con motivos.
En un equipo, el Visma-Lease a Bike, que nunca se ha construido alrededor de un velocista, el neerlandés ha firmado una temporada de enorme consistencia.
Ha ganado en todas las vueltas que terminó, menos una.
Lo suyo no es la potencia bruta, sino la eficacia.
Ahora, el salto a Decathlon Ag2r La Mondiale promete cambiar su panorama.
Por fin tendrá un bloque que trabaje para él. Si el equipo francés logra entender su manera de correr —discreta pero letal—, Kooij podría ser una de las grandes irrupciones del próximo curso.
No será un Merlier o un Philipsen en cuanto a presencia mediática, pero tiene el perfil del sprinter moderno: rápido, inteligente y cada vez más completo.
Kooij competió con competencia en casa: A sus 20 años, Matthew Brennan ya es un nombre propio.
Doce victorias en su primer año WorldTour, una cifra que en otros tiempos habría parecido imposible.
Brennan representa esa nueva generación que no entiende de jerarquías, que no pide permiso.
Es rápido, sí, pero también fuerte y tácticamente despierto.
En un ciclismo donde la precocidad se ha vuelto norma, el británico destaca por su instinto: sabe cuándo arriesgar, cuándo esperar, y cómo leer un esprint con una madurez impropia de su edad. Lo suyo no es una promesa, sino un presente.
Y si mantiene la cabeza fría, su futuro puede ser enorme.
Otro que tal, Paul Magnier
Lo normal con un joven francés que gana en febrero es no volver a verlo en todo el año.
Pero Paul Magnier ha roto el molde.
Ganó el primer día en la Étoile de Bessèges y siguió brillando hasta el final de la temporada.
Casi tantas victorias como Tadej Pogacar: una cifra que obliga a mirarlo de otro modo.
Magnier ha demostrado algo más que velocidad: capacidad para sostener un nivel alto durante todo el año.
Su progresión invita a pensar en un 2026 con más oportunidades y mayor presencia en las grandes citas. Francia tiene en él a un velocista con alma de clásico.
Biniam Girmay, cuando el listón se vuelve carga
La decepción del año, aunque con matices, lleva el nombre de Biniam Girmay.
Tras su sensacional Tour 2024, con tres victorias y el verde de París, su 2025 se quedó sin brillo.
Estuvo cerca varias veces, pero no remató ninguna.
El eritreo ha pagado el peso de las expectativas y quizá la falta de una estructura pensada para él.
El talento sigue ahí, pero necesita recuperar confianza, reencontrarse con su mejor versión.
Porque el ciclismo necesita a un Girmay en plenitud: no solo como velocista, sino como símbolo de diversidad y ambición en el pelotón.
Imagen: A.S.O./Charly López
Ciclistas
El Top 3 del ciclismo español lo forman Ayuso, García Pierna y Romeo
El año del ciclismo español sigue la tónica de los anteriores: no es malo, pero se detecta mucho margen
El ciclismo español cierra 2026 con un sabor agridulce, entre el orgullo y la duda.
Hay talento, sí, pero seguimos esperando ese gran salto que devuelva al país al centro del mapa.
Y si hay que poner nombres, el podio nacional del año lo conforman tres jóvenes que representan tres formas distintas de entender la bicicleta: Juan Ayuso, Raúl García Pierna e Iván Romeo.
Empezando por Juan Ayuso, no hay debate posible: es el mejor ciclista español del momento.
Su temporada lo dice todo.
Dos etapas en la Vuelta, una en el Giro y otra en la Tirreno-Adriático.
Una hoja de servicios que muchos firmarían sin dudarlo, aunque deja ese regusto extraño de quien siempre parece estar cerca, pero no remata.
Ayuso sigue siendo un prodigio, valiente, con un punto de genio que a veces se le vuelve en contra.
Corre mirando de tú a tú a los mejores, pero también transmite la sensación de que sus antiguos compañeros del UAE, los del Toro, Almeida o el propio Pogacar, siguen un peldaño por encima.
Aun así, su madurez crece y su carácter competitivo mantiene viva la esperanza de una gran vuelta española en su nombre.
El segundo nombre es Raúl García Pierna, un ciclista que, sin ruido, se ha ganado respeto y minutos de pantalla.
Su victoria en la crono de la Route d’Occitanie fue solo la confirmación de un corredor en plena evolución.
En el Tour de Francia firmó una actuación meritoria, siempre al servicio del equipo, muchas veces al lado de un inspirado Kevin Vauquelin, y en la Vuelta demostró ambición hasta que una caída lo sacó del camino.
Raúl es constancia, trabajo y fiabilidad, un ciclista que no necesita luces de neón para brillar.
Y cerrando el podio, Iván Romeo, el más carismático, el más joven, quizá el más imprevisible.
Este año dio un paso adelante con victorias de calidad, incluso en el Critérium du Dauphiné, pero sobre todo dejó huella por actitud.
Su Tour, lanzado a por etapas y acabando en el suelo, resume bien quién es: coraje puro, sin cálculo.
Romeo no da puntos UCI con su carácter, pero sí algo más valioso: emoción, ilusión, esa chispa que hace volver a mirar el televisor cuando el pelotón se apaga.
Tres nombres, tres estilos, y un mismo deseo: que 2027 sea, por fin, el año en que España vuelva a ganar de verdad y que de paso otros que dieron un paso atrás, vuelvan donde merecen.
Imagen: ASO
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Germán Tamayo López
25 de diciembre, 2017 En 20:32
Así es el ciclismo colombiano, con 15 corregidores en el WT y el triple en pro continental. Un ciclismo con pocos exponentes pero de calidad.
Eso sí, España nos gana en el apoyo, por que el ciclismo colombiano se nutre de talento, de ADN, de terquedad, por que el apoyo del estado y la empresa privada es muy poco.
Por eso, ustedes los españoles en lo referente al ciclismo, a largo plazo triunfarán. De las crisis nacen las oportunidades.