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El nuevo Tiago Machado

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En la actual temporada estamos asistiendo al renacer de Tiago Machado. El portugués de 28 años llegó al equipo alemán NetApp-Endura en 2014, venido del WorldTour RadioShack, y aunque se podría pensar de un paso atrás en la carrera del ciclista ‘minhoto’, en esencia esto no es así.

Tiago es un guerrero, siempre lo ha sido desde sus tiempos jóvenes. Impulsivo en su actitud ciclista, esa es su imagen de marca traspareciéndola en los ataques en la montaña, por veces criticados por la forma impulsiva cómo los hace. Sin embargo, son precisamente esos momentos que muestran su fuerza y garra de corredor, apasionando el aficionado que lo sigue desde siempre sabiendo de antemano que sólo se dejará hundir si las fuerzas no le acompañaren.

Desde los remotos años pedaleando en Portugal, por el Boavista, hasta llegar en 2010 al   RadioShack, donde se quedó hasta finales de 2013, su carrera no se ha hecho de grandes victorias, sino de una increíble regularidad a la que pocos corredores apisran. Su palmarés se llena de Top 10, desde las pequeñas carreras a las grandes pruebas internacionales, además de importantes podios en el Critérium International (2014/2010), Tour Down Under (2012), Giro del Trentino (2011), Circuit Cycliste Sarthe (2010) y Volta ao Algarve (2010), sin hablar de numerosos podios en etapas.

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Sin embargo, una cuestión surge en el análisis de su carrera… ¿Cuándo explotará verdaderamente Tiago Machado tras estos antecedentes? Objetivamente hablando, desde 2010 no se lo ve en el primer lugar de una carrera. Sus momentos más fulgurantes se encuentran aún en Portugal, cuando fue bicampeón nacional sub-23 en contrarreloj (2006/2007) y una vez en elites (2009). En esos años ganó circuitos y grandes premios lusos, pero su última victoria internacional la encontramos en el crono del Circuit Cyclist Sarthe (2010), su único triunfo ProTour, sin olvidar el maillot de la montaña en el Tour de Wallonie (2013).

El propio Tiago admite que el 2013 no fue un buen año a pesar de su medalla de plata en el Campeonato Nacional de Carretera. No se sentía él mismo, la buena forma parecía huir hasta que el cambio de aires en su nuevo equipo NetApp. El renacer comenzó en febrero con la primera subida al podio por la clasificación del combinado en el Trofeo Playa de Muro del Challenge de Mallorca, siguiéndose el definitivo golpe de pedal en marzo en la Vuelta a Murcia, donde sacó un brillante 2º puesto sólo superado por el Valverde. En mayo, en el sueño californiano, cuajó un 4º puesto en la general a unos pocos granos de arena del 3er lugar general, tras una buena contrarreloj y una actuación envidiable en la dura etapa del Mount Diablo, donde fue 2º.

Su confianza está de vuelta, los resultados lo muestran y Tiago lo siente en la piel cómo demuestran sus recientes palabras aclaradoras de su renacer a la Agencia Lusa: «Tras un año tan malo como el de 2013, este de 2014 está siendo el año cero con mi nuevo preparador, quién me tiene animado mucho, cree en mi potencial y la verdad es que los resultados son alentadores. Poco a poco estoy volviendo a ser el verdadero Tiago, y eso sí me da confianza».

Así, me pregunto a menudo ¿qué necesita un ciclista para explotar? ¿Será necesario estar siempre en el primer lugar del podio?… Ni los grandes campeones lo logran. ¿No tener temporadas malas?… Hasta los grandes campeones las tienen. Tiago es un corredor de Top 10 y de podios y garante de buenos resultados para cualquier equipo. La confianza ha vuelto, nunca dejando cuidarse y mejorar, saliendo a entrenar con sol o lluvia. Sin miedo afronta sus días malos, nunca dando la espalda a la pelea por erguirse de nuevo. Dueño de una increíble regularidad, su futuro sólo puede mirar a alcanzar una gran victoria, la que él tanto busca y tarda en llegar. NetApp suena ser el sitio ideal para alcanzarlo.

Por Helena Dias

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Ciclistas

El cuarto fue el Tour más largo de Pogačar

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La semana final del Tour puede ser el momento más delicado de Tadej Pogačar

Las sensaciones de carrera, las declaraciones al final de cada etapa de esa semana final del Tour 2026, todo hacía presagiar que el desenlace de la carrera no estaba siendo el deseado por Tadej Pogačar.

El testimonio de Tim Wellens en L’Équipe arroja luz sobre esos días: el Tour 2025 de Tadej Pogačar fue mucho más sufrido de lo que parecía.

El belga, compañero del esloveno en el UAE Team Emirates, ha revelado que el campeón estuvo a punto de abandonar la carrera por un fuerte dolor en la rodilla, un problema que se manifestó en la segunda semana, justo cuando el ritmo de la carrera parecía atragantársele.

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Aquel malestar explicaría ese aire extraño que transmitía el maillot amarillo en los días decisivos: un Pogačar incómodo, a veces molesto, desconectado de su mejor versión, pero con lo justo para salvar su cuarto Tour.

Wellens cuenta que el incidente ocurrió en la etapa hacia Valence, cuando el propio Tadej le confesó que el dolor era insoportable.

Bajó del coche médico en plena jornada, algo impensable para un corredor que rara vez muestra debilidad.

Al final de la etapa, fue trasladado al hospital para realizarse pruebas.

Había una inflamación”, recuerda el belga, “pero nadie sabía bien qué pasaba”.

Dentro del equipo cundió el temor de que el campeón no pudiera continuar.

Las imágenes de aquellos días cobran ahora otro sentido: la falta de explosividad, la contención en los ataques, los gestos torcidos tras las etapas alpinas.

Según Wellens, el cuerpo del esloveno estaba “fuera de punto”, incluso hinchado, con signos de agotamiento físico.

Pese a todo, aguantó.

Llegar a París fue, dice su compañero, “un enorme alivio” para todo el equipo.

Estas revelaciones coinciden con unas declaraciones recientes de Jonas Vingegaard, que aseguró haberse sentido “más cerca que nunca” de Pogačar en un Tour.

Viendo ahora lo que pasaba tras bastidores, esa sensación cobra una lógica implacable.

El danés no se equivocaba: el líder del UAE no estaba en plenitud, aunque supo manejar su sufrimiento con inteligencia y orgullo.

El relato de Wellens también muestra el otro lado del fenómeno Pogačar: un ciclista obsesivo en el trabajo, profesional hasta el extremo, pero cada vez más atrapado por su propia fama.

Su compañero reconoce que a veces se le nota cansado del personaje, aunque sigue encontrando motivación en la bicicleta.

Quizá por eso resistió en silencio aquel Tour incómodo, sostenido más por su carácter que por sus piernas.

Hoy entendemos que aquel gesto distante no era arrogancia: era dolor, físico y mental, disimulado detrás de un cuarto Tour ganado a base de pura resistencia.

Imagen: A.S.O./Charly López

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La estatua dorada de Pogačar está en UAE y no en Eslovenia

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Pogačar vive días de pompa en los UAE con su nueva estatua dorada

El ciclismo vive estos días su propio espejismo dorado en el desierto.

En Abu Dabi, el equipo UAE ha rendido homenaje a su gran emblema, Tadej Pogačar, con una estatua bañada en oro frente al club ciclista local.

No es metáfora: una figura brillante, a tamaño real, del esloveno inclinando el cuerpo en su gesto clásico de reverencia, como si agradeciera al cielo… o a su mecenas.

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Una de esas figuras que cierto mandatario chalado se diseña con IA.

El acto fue la guinda de un fin de semana que lo tuvo todo: fans, patrocinadores, estrellas y fuegos artificiales.

El UAE Team Emirates celebró su mejor temporada con 95 victorias, 97 si se cuentan todas las del año, pero las de Del Toro en México cuentan para 2026.

Pogačar firmó 20 de ellas, incluyendo tres Monumentos, su segundo Mundial consecutivo en Ruanda y un cuarto Tour de Francia.

Una temporada de videojuego.

Y todo, en casa del patrón, donde el ciclismo se ha convertido en símbolo de modernidad y orgullo nacional.

La grandeza se compra podríamos decir, pero es es así.

En Al Hudayriat Island, el circuito de moda en Abu Dabi, se mezclaron niños con bicis nuevas, directivos con camisa blanca impecable y los ídolos de este deporte que, por un fin de semana, se vistió de gala en el país del lujo y los récords.

Todo a lo grande, como exige el guion en un lugar donde nada se hace a medias.

Pogačar llegó en 2019, con 21 años, y en apenas seis temporadas se ha convertido en la cara visible del proyecto y en el ciclista total del siglo XXI.

A su alrededor, el UAE ha levantado una estructura que combina músculo financiero y talento deportivo como pocas. Y ahora, la estatua cierra el círculo: el campeón convertido en mito… todavía en activo.

El ciclismo siempre ha tenido sus estatuas: Bahamontes en Toledo, Quintana en Boyacá, Boonen en su Taaienberg.

Pero lo de Pogačar es distinto, la suya no está en su casa, que se llena de maillots y trofeos, está en los Emiratos, como si el dinero atribuyera la bandera.

Es la imagen del nuevo tiempo: velocidad, datos, dinero, redes sociales y luces LED. Un deporte que se mira en el espejo del oro, mientras sigue soñando con la épica del barro.

El esloveno se tomará ahora un respiro antes de volver a la carga.

En 2026 puede igualar a Merckx, Hinault, Indurain y Anquetil.

Y quién sabe, quizá cuando eso ocurra, en Abu Dabi ya estén fundiendo otra estatua.

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Tim Merlier domina el arte en el que Philipsen es el mejor

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Tim Merlier es el patrón silencioso del sprint

En un año de tanta igualdad entre los hombres rápidos, Tim Merlier ha sido el más constante.

Sin fuegos artificiales, sin grandes titulares, pero siempre ahí, ganando —al menos— una etapa en cada vuelta por etapas que disputó.

Desde febrero hasta octubre, el belga del Soudal-Quick Step se ha mantenido en la línea más pura del sprinter clásico: oportunista, sólido y, sobre todo, regular.

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Su calendario ha sido un viaje sin apenas sombras, una demostración de oficio más que de velocidad bruta.

Merlier no es el que más impresiona en un esprint lanzado, pero sí el que más veces levanta los brazos cuando todo se ordena en el caos.

En ese caso me quedaría con Jasper Phiipsen, quien como su compi Mathieu, se centra en las grandes ocasiones, y a veces ni eso, porque en el Tour una caída le dejó fuera cuando tenía opciones de seguir sumando.

Pero volviendo sobre Tim, en un pelotón de talentos que vienen empujando, Merlier sigue representando esa vieja escuela del sprinter que elige su terreno, mide su energía y rara vez falla.

Olav Kooij ha sido se lleva también mención, y con motivos.

En un equipo, el Visma-Lease a Bike, que nunca se ha construido alrededor de un velocista, el neerlandés ha firmado una temporada de enorme consistencia.

Ha ganado en todas las vueltas que terminó, menos una.

Lo suyo no es la potencia bruta, sino la eficacia.

Ahora, el salto a Decathlon Ag2r La Mondiale promete cambiar su panorama.

Por fin tendrá un bloque que trabaje para él. Si el equipo francés logra entender su manera de correr —discreta pero letal—, Kooij podría ser una de las grandes irrupciones del próximo curso.

No será un Merlier o un Philipsen en cuanto a presencia mediática, pero tiene el perfil del sprinter moderno: rápido, inteligente y cada vez más completo.

Kooij competió con competencia en casa: A sus 20 años, Matthew Brennan ya es un nombre propio.

Doce victorias en su primer año WorldTour, una cifra que en otros tiempos habría parecido imposible.

Brennan representa esa nueva generación que no entiende de jerarquías, que no pide permiso.

Es rápido, sí, pero también fuerte y tácticamente despierto.

En un ciclismo donde la precocidad se ha vuelto norma, el británico destaca por su instinto: sabe cuándo arriesgar, cuándo esperar, y cómo leer un esprint con una madurez impropia de su edad. Lo suyo no es una promesa, sino un presente.

Y si mantiene la cabeza fría, su futuro puede ser enorme.

Otro que tal, Paul Magnier

Lo normal con un joven francés que gana en febrero es no volver a verlo en todo el año.

Pero Paul Magnier ha roto el molde.

Ganó el primer día en la Étoile de Bessèges y siguió brillando hasta el final de la temporada.

Casi tantas victorias como Tadej Pogacar: una cifra que obliga a mirarlo de otro modo.

Magnier ha demostrado algo más que velocidad: capacidad para sostener un nivel alto durante todo el año.

Su progresión invita a pensar en un 2026 con más oportunidades y mayor presencia en las grandes citas. Francia tiene en él a un velocista con alma de clásico.

Biniam Girmay, cuando el listón se vuelve carga

La decepción del año, aunque con matices, lleva el nombre de Biniam Girmay.

Tras su sensacional Tour 2024, con tres victorias y el verde de París, su 2025 se quedó sin brillo.

Estuvo cerca varias veces, pero no remató ninguna.

El eritreo ha pagado el peso de las expectativas y quizá la falta de una estructura pensada para él.

El talento sigue ahí, pero necesita recuperar confianza, reencontrarse con su mejor versión.

Porque el ciclismo necesita a un Girmay en plenitud: no solo como velocista, sino como símbolo de diversidad y ambición en el pelotón.

Imagen: A.S.O./Charly López

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El Top 3 del ciclismo español lo forman Ayuso, García Pierna y Romeo

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El año del ciclismo español sigue la tónica de los anteriores: no es malo, pero se detecta mucho margen

El ciclismo español cierra 2026 con un sabor agridulce, entre el orgullo y la duda.

Hay talento, sí, pero seguimos esperando ese gran salto que devuelva al país al centro del mapa.

Y si hay que poner nombres, el podio nacional del año lo conforman tres jóvenes que representan tres formas distintas de entender la bicicleta: Juan Ayuso, Raúl García Pierna e Iván Romeo.

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Empezando por Juan Ayuso, no hay debate posible: es el mejor ciclista español del momento.

Su temporada lo dice todo.

Dos etapas en la Vuelta, una en el Giro y otra en la Tirreno-Adriático.

Una hoja de servicios que muchos firmarían sin dudarlo, aunque deja ese regusto extraño de quien siempre parece estar cerca, pero no remata.

Ayuso sigue siendo un prodigio, valiente, con un punto de genio que a veces se le vuelve en contra.

Corre mirando de tú a tú a los mejores, pero también transmite la sensación de que sus antiguos compañeros del UAE, los del Toro, Almeida o el propio Pogacar, siguen un peldaño por encima.

Aun así, su madurez crece y su carácter competitivo mantiene viva la esperanza de una gran vuelta española en su nombre.

El segundo nombre es Raúl García Pierna, un ciclista que, sin ruido, se ha ganado respeto y minutos de pantalla.

Su victoria en la crono de la Route d’Occitanie fue solo la confirmación de un corredor en plena evolución.

En el Tour de Francia firmó una actuación meritoria, siempre al servicio del equipo, muchas veces al lado de un inspirado Kevin Vauquelin, y en la Vuelta demostró ambición hasta que una caída lo sacó del camino.

Raúl es constancia, trabajo y fiabilidad, un ciclista que no necesita luces de neón para brillar.

Y cerrando el podio, Iván Romeo, el más carismático, el más joven, quizá el más imprevisible.

Este año dio un paso adelante con victorias de calidad, incluso en el Critérium du Dauphiné, pero sobre todo dejó huella por actitud.

Su Tour, lanzado a por etapas y acabando en el suelo, resume bien quién es: coraje puro, sin cálculo.

Romeo no da puntos UCI con su carácter, pero sí algo más valioso: emoción, ilusión, esa chispa que hace volver a mirar el televisor cuando el pelotón se apaga.

Tres nombres, tres estilos, y un mismo deseo: que 2027 sea, por fin, el año en que España vuelva a ganar de verdad y que de paso otros que dieron un paso atrás, vuelvan donde merecen.

Imagen: ASO

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DESTACADO: Giro de Italia

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