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Mundo Bicicleta

Ciclismo + turismo

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Hace unos cuantos años, y como decía un buen amigo mío, cuando me ponía el culote no conocía ni a mi padre. Ya sabéis todos lo que esto significa: salidas a cuchillo con las pulsaciones desbocadas, llevando las fuerzas al límite. De tan ciegos que íbamos no reparábamos en el paisaje, ni en los pueblos, ni en sus gentes. No veíamos nada. El objetivo era ir lo más rápido y lejos posible. Hoy en día mi visión del ciclismo ha cambiado, gracias en buena parte a esta revista que me ha dado la posibilidad de ver el mundo de la bici con otros ojos… ojos de ZIKLO.

¿Te atreves?

Con esta pregunta, de respuesta afirmativa, se abría ante mí la posibilidad de estar ante ellos, mis ídolos, ciclistas a los que había seguido desde joven o, como en el caso de otros, estos últimos años. Sin embargo, se trataba de cambiar la visión “profesional” del ciclismo en el entrevistado por una faceta más cicloturista, más cercana a todos nosotros, los aficionados que disfrutamos de la bici todos los fines de semana. Por eso la palabra “competición” era tabú y estaba casi prohibido hablar de carreras con ellos. Había que encontrar ese lado “no competitivo” de la bici en el personaje. Y creo que muchas veces lo conseguimos.

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Puertos, puertos, puertos…

¡Ay los puertos…! Qué sería de nosotros sin ellos, sin nuestras preciadas cumbres, donde tan bien lo pasamos, sufriendo un buen rato, casi siempre por encima de los mil metros, aunque otros más bajitos, también nos den grandes “satisfacciones”. Los ojos de ZIKLO me han dado la oportunidad de ver las montañas de otra manera, y así he cogido mi bici, mi cámara de fotos, mi grabadora y mi GPS y me he ido a la caza de puertos terribles, para poder experimentar sensaciones de primera mano y luego poder explicároslo.

Otras veces no he dudado en echar la bici al coche, sin escatimar esfuerzos, para dirigirme a los Pirineos y narraros mi experiencia en mi “primer Tourmalet”, o a los Alpes, para ascender el mítico Alpe d’Huez y contaros cómo me fue sorteando los “21 lacitos”, o incluso desplazarme hasta Italia para escalar las Tres Cimas de Lavaredo, en un viaje en “el límite de lo irreal y fantástico”.

He tenido la suerte de haberos presentado muchos de mis puertos preferidos, empezando por los de mi tierra, Catalunya, y por su buque insignia: el Turó de l’Home. Una maravillosa tarde de un mes de mayo, y junto a Claudio Montefusco, ascendimos el coloso, mano a mano, y os trajimos a estas páginas nuestras vivencias en un puerto que está “tan cerca, pero tan lejos”. O mi querida Montserrat, la cima que habré subido más veces en mi vida y la que más me ha dado. Ni recuerdo cuántas han sido, muchas… Os expliqué todo lo que significa este “sueño hecho montaña” para el cicloturista catalán, y asistimos a una mítica cita, la Diada Montserratina, para finalizar una temporada.

Pero… ¿qué hay detrás de estos artículos? (“¿Cómo se rodaron?”). Además de contar con unos fotógrafos de excepción como Pau y Sergi, a los cuales he tenido la suerte de poder conocer, pero aún más privilegiado por haberlos podido acompañar a retratar numerosos puertos, la mayoría duros, pero sobre todo bellos, hay muchas horas de sueño, de madrugones, intentando atrapar las primeras luces del día, como cuando fuimos a Portbou, un gélido 4 de enero, para pedalear hasta Prades pasando por puertos, ya bien nevados, como Xatard y la Palomère, dando cobertura a un reportaje de la primera etapa de la Pirenaica. Recuerdo que pasamos mucho frío, sobre todo saliendo de la costa, quizás más que en alta montaña y es que, sin duda, aquella mañana había inversión térmica.

Pero todo tiene su recompensa, y hemos podido disfrutar de la salida del sol sobre el mar ascendiendo, casi de noche, el durísimo Rat Penat en el Garraf, donde vivimos auténticas “historias de terror”, o notar el calor de los primeros rayos, pasando por la extraordinaria visión del alba en el Santuario de Bellmunt, en una jornada primaveral y en un entorno que nos inspiró una “historia medieval”.

No siempre hemos tenido suerte, a la hora de cazar buenas fotos, en nuestros madrugones, y hace poco nos quedamos con las ganas en el Turó de l’Home, ya que una espesa niebla nos ocultaba la espléndida vista. Tampoco creáis que buscando todos los colores de una estación, como pueda ser el caso del otoño, los hemos encontrado siempre a la primera, y así, hasta en cuatro ocasiones tuvimos que visitar el Montseny, hasta que por fin un día dijimos: “ahora sí, ya está preparado”.

Pero no todo es madrugar y a veces hemos ido a buscar todo lo contrario, los colores de la puesta de sol, el ocaso, como en Mare de Déu del Mont. Estar en su cima, una tarde-noche de verano del mes junio, contemplando como el astro rey se escondía detrás del imponente Canigó, no tiene precio. No es de extrañar que esta montaña fuera la “inspiración del poeta”.

Otras, hemos apurado tanto, que se nos ha hecho de noche en la carretera. Recuerdo descender con nuestras bicicletas desde Prades completamente a oscuras. Experiencias alucinantes las que hemos vivido, buscando siempre esa visión tan particular que nos hace, además de ver, sentir y pensar en ZIKLO.

De marcha

Dos coches parados frente a un semáforo. 6 de la mañana de un domingo cualquiera. ¿Qué es lo que diferencia a los ocupantes de los dos vehículos? Además de las bicis que lleva encima uno de ellos, parece que algunos son más jóvenes que otros, y unos tienen más sueño que los de al lado. Está claro que unos vienen de “marcha” y otros van (nos vamos) de marcha… cicloturista. Es la gran diferencia. En las marchas disfrutamos poniéndonos a prueba… ¿contra otros colegas o contra nosotros mismos?

Los ojos de ZIKLO me han dado la oportunidad de disfrutar de ellas de otra manera, muy diferente a como lo hacía antes. Recuerdo pedalear durante más de 10 horas por las bellas tierras del Pirineo franco-navarro junto a Francis, subiendo y bajando un montón de puertos, muy duros, muy bellos, como Errozate o Larrau, en una jornada memorable, a cola de pelotón, lentos pero seguros.

Tampoco la Quebrantahuesos se ha librado de mi nueva visión ZIKLO. El año en la que era mi 10ª participación, llevaba mis sentidos más abiertos que nunca, para percibir todo lo que desprendía ese último kilómetro mágico del Portalet. Aún sigo buscando a la chica que me acompañó durante aquellos maravillosos mil metros, pero no la encuentro. La he buscado en videos, y hasta en youtube, pero nada. Espero volverla a ver el año que viene.

Mi gente

Quizás una de las aportaciones más gratificantes que me ha dado colaborar con ZIKLO, y siempre con estos nuevos ojos de nuestro pequeño y gran mundo del cicloturismo tan particular: el haber conocido a través de entrevistas de todo tipo a más de 40 personajes, hombres y mujeres, de todas las edades, desde “jóvenes” jubilados que “triunfan” sobre las dos ruedas a una avanzada edad, como el turolense Cesáreo Dolz o el catalán Jordi Camps, o las veteranas y guapísimas Catalina Aleix, valenciana y recordwoman de participaciones en la QH, y la también catalana Antonia Espinal, mujer emprendedora donde las haya y precursora de la Volta al Cor de Catalunya que, en 2009, pasaba el relevo a los chicos de Terra Diversions.

Y es que por estas líneas han pasado gente de la talla del oscense Luís García Landa, uno de los padres de la Quebrantahuesos que nos explicaba los duros inicios de sus primeras ediciones, el madrileño Ricardo Landaburu “Buru”, un “activista” de los puertos de montaña, a los que se dedica a dar nombre “en madera y al viento”, en una de las actividades más altruistas que hayamos visto, pasando por Fernando Spiluttini, primer argentino en finalizar la París-Brest-París, el catalán Frederic Ràfols, el hombre de los “mil puertos”, el donostiarra José Luís García, otro recordman con sus 24 horas encima de la bici, o sus 1000 km y sus 1000 millas, non stop.

Gente maravillosa, personajes extraordinarios todos ellos, con los que he tenido el placer de charlar con ellos.

Os dimos también buena cuenta del barcelonés Carlos Barreiro, monologuista, cantante y gran cicloturista que se hizo famoso con Buenafuente, del vitoriano Óscar Díaz, Dandy, y de su grupo “nadie entrena”, pasando por el jovencísimo catalán de 16 años Jordi Vallés, toda una promesa en ciernes, o una bonita historia de amor a pedales de la mano de la guipuzcoana Miren Igartua y el zaragozano Santi Jiménez, una relación que va sobre ruedas. Gente que tiene muchas cosas que contar, con una historia detrás, muchas de ellas conmovedoras, de esfuerzo, superación y motivación, como en el caso del tolosarra Edorta Andueza, montañero que cuando atacaba su primer ochomil padeció congelaciones en los dedos de los pies, algo que no le ha impedido seguir pedaleando, o la burgalesa, y catalana de adopción, Merche López, que sufrió un terrible derrame cerebral, que supo vencer y seguir adelante disfrutando de su deporte favorito.

Todas ellas historias muy emotivas, como también la del medinense Rafa Sánchez “Panadero” que, con sus 160 kg de peso y sus 3 paquetes de tabaco al día, los médicos no le daban más de dos años de vida, pero como muchos otros encontró en la bici la solución a todos sus problemas, o el catalán Joan García Ayllón que un gravísimo atropello le dejó postrado en una silla de ruedas, pero siguió adelante con su proyecto de medir puertos y editarlos, o el peruano Israel Hilario, el ciclista incabiónico, que con su pierna ortopédica es capaz de parar el reloj en la Quebrantahuesos en poco más de 8 horas, y ya más recientemente, el vitoriano Paco González que superó también una grave lesión en su pierna y sigue dando caña por ahí, o la guapa malagueña Remedios Jurado, la Dama del Portalet, que acabó la QH después de haberse recuperado de un desvanecimiento entrenando dos meses antes. Ya os digo, gente anónima, gente importante, gente interesante… y espero poder seguir contándoos muchas más historias cercanas.

Sociedades ciclistas

Los hay que son agrupación, otros asociación, peña o sociedad, ya sea ciclista o cicloturista. También se conocen como club deportivo o unión ciclista, o cicloturista, incluso sport ciclista. Diferentes términos para referirse al mismo motivo asociacionista: son los Clubes. Para todos los gustos y de todos los colores, de todos los rincones de la geografía, los que pedalean por esas carreteras de Dios todos los sábados y domingos, algunos siguiendo un calendario “pro” de febrero a octubre. Otros, algo más cicloturista, de marzo a noviembre, y los hay que no paran en todo el año, haga frío o calor, aunque todo hay que decirlo, algunos paran no sólo en invierno, sino también en verano, cuando muchos de sus integrantes marchan a sus segundas residencias. Los hay que no siguen ningún tipo de programación establecido, simplemente quedan y salen.

Los hay centenarios, o casi, entidades con 100, 75, 50 ó 25 años dando pedales, hasta los más jovencitos con pocos kilómetros en sus piernas. Hasta de pocos meses os hemos presentado aquí. Sociedades grandes, con muchísimos socios, otras con menos, y algunas casi familiares, pero muchas, organizadoras de grandes marchas, algunas mediáticas, otras no tanto, para deleite de los que amamos esto que llamamos excursionismo en bici, o sea cicloturismo, enseñándonos las carreteras por dónde ellos se mueven, sus puertos, sus pueblos, sus rincones escondidos.

Algunas, bastantes, trabajando desde la base con los niños y jóvenes en sus diferentes escuelas, para que el ciclismo siga siendo lo que es o, si puede ser, aún mejor. ¿Cuántos grandes campeones han salido de estas modestas canteras? Muchos, sin duda. Por eso también las hay que montan sus carreras amateurs, juveniles o másters, aunque ya sabéis que la visión de ZIKLO es procurar huir siempre de la competición. Es nuestra filosofía.

He tenido la oportunidad de conocer más de 50 clubes que nos han enseñado a todos cómo se lo montan… encima de la bici. Hemos visitado la Mancha, la Noguera, el Parque Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac, el Valle de Ultzama, la Costa Dorada, la Serra Calderona, el Garraf, la Cerdanya, la Sierra de Urbión, las Sierras de Moratalla, el Maestrazgo, la Garrotxa, Picos de Europa, Burgos, pasando por Menorca, Andorra o las Canarias.

¿Qué sería del ciclismo sin los clubes cicloturistas? Nada, absolutamente nada. Ellos son la base, el motor, sus integrantes son los que compran las bicicletas, la ropa, el material. También los que se acercan a las cunetas a ver a los ídolos y los que inundan las carreteras todos los fines de semana formando innumerables serpientes multicolor.

Imagen tomada de Instagram de Ziklo

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1 Comentario

1 Comentario

  1. Guillermo del Pozo

    30 de septiembre, 2016 En 10:52

    Fantástico artículo, un gusto y rareza leer textos así en el periodismo «deportivo». Gracias :).

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Mundo Bicicleta

Del alma de Flandes a la grandeza de Roubaix, por Eduardo Chozas

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Vamos de Flandes a Roubaix a través de la experiencia en primera persona

El otro día preguntamos en el podcast una pregunta que sonó a ¿papá o mamá? sobre Flandes y Roubaix…

Sobre estas dos clásicas, Eduardo Chozas nos dejó unas líneas de sus vivencias hace más de 30 años, cuando estas carreras eran algo así como ese castigo que te infligían…

Hay cinco clásicas consideradas como monumentos del ciclismo: la Milán-San Remo, el Tour de Flandes, la París-Roubaix, la Lieja-Bastogne-Lieja y el Giro de Lombardía. De estas cinco, son especiales por la dificultad añadida que entrañan sus tramos extremadamente estrechos y adoquinados: Flandes y Roubaix. Estás dos clásicas no son aptas para cualquier ciclista, sólo hay unos pocos que pueden destacar en este tipo de pruebas.

En la París-Roubaix, Roger De Vlaeminck (1972, 1974, 1975, 1977) y Tom Boonen (2005, 2008, 2009, 2012), con cuatro victorias cada uno, son los ciclistas que más veces han conquistado el “Infierno del Norte”. Y Fabian Cancellara con tres victorias (2006, 2010, 2013) se ha acercado.

Los “Leones de Flandes” más recientes son Johan Museeuw con triunfos en 1993, 1995 y 1998; Tom Boonen 2005, 2006 y 2012 y Fabian Cancellara 2010, 2013 y 2014.

Es un espectáculo ver a Fabian “Sapartacus” Cancellara. En 2013 ganó las dos clásicas del pavé por excelencia, Flandes y Roubaix. En Flandes lo hizo por su centenario y la Roubaix en su 117º edición. Hablamos de la clásica por excelencia, del infierno del norte, la creó en 1896 Paul Rousseau con el apoyo del diario Le Veló. Sin saberlo configuraron esta carrera de tal forma que la convirtieron en un grandioso monumento, una carrera cuya característica principal es que no suele haber ningún ciclista que no tenga ninguna avería o caída a lo largo de todo el recorrido.

La historia sigue y 17 años después, en 1913, Karel Van Wijnendaeleque, un ciclista mediocre, que después fue periodista, creó otra carrera especial: el Tour de Flandes. Otra auténtica obra de arte que apasiona  cien años después de su creación a todos los aficionados del mundo, una prueba que se ha convertido en una religión para el ciclismo de los Países Bajos, llenando de banderas de Flandes los muros adoquinados. Hablamos de un espectáculo para los sentidos y un verdadero reto para los ciclistas. Algunos de sus muros adoquinados como el Koppenberg, con rampas del 20% no quieren saber nada con la tecnología, incluso los cambios electrónicos, súper sensibles al tacto, no son buenos compañeros de viaje en estas carreras.

Van Wijnendaeleque quiso hacer una gran carrera como la París-Bruselas y la París-Roubaix ya famosas en la época. ¡Vaya si lo consiguió! el año de su muerte, en 1961 dijo: “En 1913 el Tour de Flandes era una carrera pequeña y miserable y se ha convertido en un titán” y 100 años después “De Ronde van Vlaanderen” su nombre en Flamenco, es un auténtico monumento del ciclismo.

En 1919, después de la 1ª Guerra Mundial se creó un nuevo recorrido más o menos similar al que conocemos hoy en día, incorporando los muros, como el famoso Oude Kwaremont. La carrera comenzó a crecer, en 1923, el suizo Sutter Heiri fue el primer extranjero en ganarla.

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En las dos últimas ediciones se ha quitado el Kapelmuur, ubicado en Geraardsbergen, localidad que queda lejos del eje central de la zona de los muros más famosos cercanos a Oudernarde, donde está ubicado nuevo final de la prueba y el Museo del Tour de Flandes. El Kapelmuur ha sido el escenario del desenlace final de muchas ediciones y existe un sentimiento de frustración para muchos aficionados con su ausencia, aunque el nuevo diseño con varios pasos por el Oude Kwaremont y el Paterberg hace que los aficionados se concentren en esa zona y vean los 3 pasos al principio, mitad y final de carrera, la prueba no pierde en dificultad y gana en otros aspectos organizativos y de eficiencia.

Este ciclismo en Bélgica y Holanda es más que un deporte, es parte de su cultura. Es impensable que en España se pague por ver en situ este tipo de carreras, de momento habría que diseñar alguna prueba de un día similar, las que hay se quedan muy lejos de ellas, el aficionado belga y holandés paga incluso por ver los critérium de después del Tour, van a ver los Seis Días en pista y las pruebas de ciclocross en invierno pagando: su cultura ciclista es impresionante. Tanto es así que la leyenda se sigue forjando cada año, en 2012 pudimos ver a un niño belga clamando al cielo con el triunfo de Boonen en 2012. Y para el recuerdo fue la exhibición de Cancellara dejando clavado a Peter Sagan en el Paterberg en 2013.

Corrí  Flandes los dos mismos años que Roubaix. Creo incluso que en 1990 fui el primer corredor español en acabarla, no estoy seguro de este dato que me comentó un amigo mío. La anécdota es que me ayudó el uzbeko Adujaparov, quien me vio más perdido que un burro en un garaje y entre muro y muro, por esos tramos estrechos de hormigón en los que íbamos al límite, se abría y me dejaba ponerme a su rueda, no nos entendíamos mucho con palabras pero si con los gestos y con los hechos, desde entonces no llevamos muy bien. Conseguí acabar entorno al puesto 50 en un tercer grupo los años 90 y 91 con la ONCE. Acabar en nuestras circunstancias, esos años, ya era un logro.

Por Eduardo Chozas

Imagen: A.S.O./Pauline Ballet

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De Landa a Izagirre, los juveniles de oro en el podio de la Itzulia

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Ver a Landa e Izagirre en el podio de la Itzulia tanto tiempo después

La Itzulia que acabó en las manos del vigente ganador del Tour de Francia fue un espectáculo de menos a más que tuvo a dos vascos en el podio, Mikel Landa y Ion Izagirre, una estadística singular, tremenda, ¿cuántos ciclistas del lugar quedan en el podio de su carrera World Tour?

Tras verles en el cajón de la Itzulia he querido recuperar este escrito que Unai Yus nos obsequió hace casi seis años, cuando Mikel Landa se quedó a las puertas del podio del Tour tras ayudar a Chris Froome….

Cuando Mikel Landa se queda a un solo segundo del podio en París, después de hacer el Giro de Italia, resulta que todo el mundo lo conoce, todo el mundo sabe y de él y, por supuesto, señores, esto es España, todo el mundo opina y sienta cátedra sobre él.

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Al igual que Landa, muchos, muchísimos niños jugaban a ser ciclistas e incluso algunos soñaban con serlo. Personalmente conozco a bastantes corredores vascos que, allá por 2006 y 2007, eran juniors, unos juniors con una ilusión tremenda, con los que tuve la suerte de trabajar.

Algunos de ellos, muchos teniendo en cuenta los tiempos que corren, son ahora profesionales. Me dejaré alguno, seguro, pero recuerdo al citado Landa a Ion Izagirre, Peio Bilbao, Garikoitz Bravo, Igor Merino y Jon Aberasturi en ruta más Jonathan Lastra y Omar Fraile, como corredores de BTT.

Ya entonces tenían algo, se les veía calidad, pero, para sorpresa de muchos, no eran dominadores de la categoría ni mucho menos. Como ejemplo, Landa e Izagirre fueron los dos últimos corredores de la selección de Euskadi en el campeonato junior que se celebró en Onda y que ganó el navarro Enrique Sanz. Esto es sólo un detalle, pero da pistas sobre cómo son estos corredores actualmente, buenos compañeros, sacrificados y conocedores del oficio.

Recuerdo a Mikel Landa como lo veo ahora, un tío con una clase descomunal, no como el corredor más autodisciplinado, no era un chico al que le encantara entrenar, pero tenía un don. Un don, una chispa que a día de hoy ha pulido con trabajo.

Mikel Landa es lo que era, un tío al que no le importaba sacrificarse por sus compañeros pero, ojo, tirado para adelante como pocos y que le gustaba ser líder cuando se sentía bien. Un tío con carácter, un líder en el grupo con sus chistes, sus gracias, un crío que no se callaba ni debajo del agua, que a veces se pasaba de la raya, que resultaba irrespetuoso, pero que generalmente lo hacía con un sentido, con un fin. Un tío, que podrá equivocarse o no, pero que no da puntada sin hilo.

Izagirre era otro talento natural, el del pedaleo fácil, al que le daba lo mismo una carrera de carretera que una de ciclocross, un chaval al que le veías pedalear y decías: “¡Qué clase tiene!”.

Al igual que Landa y que todos los corredores vascos, un junior de maduración lenta que todavía jugaba a ser ciclista era Peio Bilbao, un año más joven, el diamante, el niño flaco, desmadejado, con perfil de escalador y callado pero que lo mismo se te metía en una escapada por el llano y te la liaba.

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Jon Aberasturi, un velocista que nació en el lugar equivocado, triunfando en Asia, ahora. Este ya era de los míos, como fui yo, un currante, un chaval con algo menos de talento natural pero con una capacidad de trabajo y sacrificio fuera de toda duda.

En este grupo metería a Jonathan Lastra, también a Omar Fraile, el niño que se hizo atleta remando en la ría de Bilbao, a Igor Merino…. Otros muchos, tan talentosos y trabajadores como estos, y hablo sólo de los nacidos en Euskadi, se quedaron por el camino, entre ellos Aitor Ocampos, medalla en aquel campeonato de España de Onda.

Por tanto, está claro que a la cumbre del ciclismo profesional se llega por varios caminos, pero, los dioses del Olimpo, los cracks, sólo son aquellos que tiene un brillo especial, un duende, un don….para hacer magia en bicicleta.

Por Unai Yus

Imagen tomada del FB del Team Sky y Team Baharain

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Las gran fondo by Rose Bikes…

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Mundo Bicicleta

Col de Turini, del motor al Tour

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El Col de Turini estará en el cierre del Tour en la Costa Azul

En el cierre del Tour 2024, la jornada penúltima, con entrada y salida por el mapa de los Alpes Marítimos, hará alto en varios puertos y entre otros el Col de Turini

Los puertos de la Provenza y la Costa Azul, situados estratégicamente en la entrada de los Alpes marítimos, o en la salida, según cómo se miren o dependiendo de la carrera y de cómo los afronten, siempre han sido respetados y admirados, y siempre han sido sinónimo de batalla en sus cuestas, aportando su sal y su pimienta a competiciones como el propio Tour.

Podemos hablar del arco de Sospel y su trilogía de Niza: puertos como Braus (1002 m), Castillon (706 m) y La Turbie (480 m), continuando por otros como el Espigoulier (728 m), el Esterel (314 m) y sobre todo el gran Turini (a 1607 m), que han sido escenarios donde los adversarios continuamente se han tanteado y en muchos de ellos han habido luchas decisivas, llegando incluso algunos corredores a hacerse con el maillot de líder en estas cuestas en las que sus cunetas suelen estar abarrotadas de gente.

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Citar los puertos provenzales es evocar lugares donde las rampas se retuercen y giran sobre sí mismas, donde las curvas las marcan los arbustos, donde los ángulos agudos se muestran sin contemplaciones, mientras los corredores caracolean, girando sus cabezas buscando la carretera y siempre intentando seguir los muros de contención para evitar el precipicio.

Por eso estos cols siempre provocan muecas entre los participantes, algo, por otro lado, bastante normal en Niza, la capital del Carnaval galo.

Y llegamos al Col de Turini…

Como Turini, que vuelve a la competición, sobre dos ruedas sin motor, nada menos que después de 46 años de haberlo hecho por última vez, en 1973 y en el Tour, con victoria para de uno de los nuestros que supo «encarrilar» muy bien su pedaleo dirección a su cima.

Estamos hablando, en efecto, del recordado Vicente López Carril, un histórico del ciclismo español.

Así, podemos decir que el corredor gallego fue el último ciclista en coronar el puerto en primera posición, en una edición en la que quedó 5º de la general, después de haber hecho podio el año anterior.

De esta manera, Turini, más reconocido y popular en el mundo del rally porque en él se disputa uno de los más famosos del mundo como es el mítico Rallye de Montecarlo, cambia el motor por los pedales y en el que los ciclistas, ese próximo 16 de marzo, habrán de acometer más de 30 lacets, horquilla sobre horquilla, curvas cerradas, giros de 180º, en una exigente ascensión de 15 km con una pendiente media del 7,3% y donde probablemente se decida el ganador de esta edición de la París-Niza.

Una espectacular subida y en la que, por esas fechas, suele ser habitual que haya presencia de nieve.

Ya veremos.

Los aficionados, ese día, descubriremos un puerto para el ciclismo de ensueño, una de las carreteras serpenteantes más escénicas que existen, para disfrutar mientras contemplemos un paisaje de fantasía, ascendiendo por la ladera de la montaña y con hermosas vistas al mar Mediterráneo.

Un puerto de cine.

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El Turini fue, cómo no, todo un descubrimiento de Jacques Goddet, «una sensacional novedad» como él mismo exclamó cuando lo dio a conocer como primicia en el Tour de 1948 «con su interminable pendiente».

A pesar de haber entrado muy poco en las competiciones de ciclismo (Tour del 48 con victoria para Louison Bobet, del 50 para Jean Robic y la recordada del 73 de López Carril), en sus curvas se han escrito épicas páginas de la historia de la ronda gala, como en aquella etapa de la edición del 48, cuando Louison Bobet, que había abandonado el año anterior, estuvo a punto de hacer lo propio el día antes en San Remo, ya que se encontraba enfermo, pero durante aquella jornada, provocado por un ataque de Roger Lambrecht, que era nada menos que su delfín, Louison resucitó.

Acompañado y ayudado por un gran Apo Lazarides que protegió eficazmente el maillot amarillo de su líder y amigo, y además alumno de Vietto, se escaparon a siete kilómetros de la cima para lanzarse después a tumba abierta a pesar de los cuatro kilómetros de descenso pedregoso.

Louison Bobet triunfó finalmente en Cannes recuperando siete minutos a Bartali.

El italiano, su adversario más peligroso, se encontraba en ese momento a 21 minutos.

Como curiosidad, el prestigioso L’Equipe, al dar la novedosa noticia de la inclusión de este bonito puerto en la París-Niza de 2019, publicó una foto errónea del Turini en sus páginas, confundiéndolo con el no menos bello y escénico Col de Braus, conocido como el «alambique», el «tirabuzón», «kriss malayo» o simplemente «cric», algo que para ser el célebre diario no deja de ser algo bastante imperdonable.

La legendaria generosidad de René Vietto

¡Ay! Si el pobre René Vietto levantara la cabeza…

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Ciclismo antiguo

Mende siempre será la cima Jalabert

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Aquel día en Mende, Jalabert puso en jaque el quinto Tour de Indurain

Ese año 1995 estaba siendo el año de Jalabert, la brutalidad más grande jamás vista y Mende entraría en la geografía del éxito del francés.
Cuando hablamos con él durante el confinamiento, la verdad es que le daba bastante igual que le llamaran «cima Jalabert

Mende, dia D ¿qué te parece que llamen al lugar Montée Laurent Jalabert?

«Si te soy sincero me da bastante igual, quizá hubiera tenido sentido llamarle así al año siguiente pero…»

Mende es un lugar insertado en el Macizo Central francés que sea como fuere para los siglos quedará como la cima Laurent Jalabert.
La inequívoca figura del mejor ciclista galo de los últimos 20 años fue aquel día de julio del 95 el cuchillo que resquebrajó la resistencia de Miguel Indurain y los suyos en una de las jornadas que quedaron grabadas a fuego en nuestra conciencia.
La pizarra del entonces rosáceo equipo de la ONCE echó humo en aquella travesía por los montes de Lorèze ataviando el mejor ataque que jamás sufriría Miguel. Con la sapiencia de que cerca de meta era tarea imposible importunar al titular del maillot jaune, la cosa quedó en mover la carrera desde lejos, tanto que 200 kilómetros se hicieron cortos.
La fuga que hizo temblar los cimientos del Tour la integraron tres ONCE más otros tantos italianos.

 

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A Jalabert, aquel día hacia Mende, le secundaba el mejor Melchor Mauri jamás visto junto al australiano Neil Stephens.

Con ellos Massimo Podenzana, Dario Bottaro y Andre Peron. Los seis habrían de abrir un hueco más allá de los nueve minutos.

En Banesto no daban crédito.

Las piernas de los gregarios de Indurain al unísono no enjuagaban el desperfecto. Surgieron entonces varias tesis. A cola del pelotón se fraguaba la ayuda de otros equipos. El manejo de José Miguel Echávarri dio frutos apetecidos para mantener a raya la afrenta de Jalabert.

En la subida final Jaja se deshacía de todos sus rivales.
En la recta del aeródromo, un 14 de julio, al cielo, el de Mazamet sumaba una victoria antológica, algo no visto desde que Chiapucci se armara de valor hacia Sestriere.
A aquellos que nos empañaron la mirada aquel día.
Muchas gracias.
Imagen: Graham Watson

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DESTACADO: PARIS ROUBAIX 2024

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