Ciclistas
Siempre nos quedará Simon Gerrans
La jornada que cerró el periplo corso nos ha descubierto una zona aún más bella que la costa oriental, y ha sido el flanco occidental, un lugar agreste y tortuoso que ha puesto escenario al primer paso del Tour por este paraje insular, insinuando visualmente lo bien que le sentaría al norte mallorquín el paso de una gran caravana como ésta para quien no conozca Soller, Alcudia y Formentor y sí relacione el archipiélago con la juega y la cutrez de los destinos de verano.
En este camino serpenteante se reunieron dos buenos amigos de Fabian Cancellara, Peter Sagan y Simon Gerrans para copar los mejores puestos del día. Momento asimétrico entre ambos, pues si el centroeuropeo este año goza del calor popular que ha generado estos meses pero no le resultan las victorias como quisiera, el australiano rara vez falla cuando marca el día y hoy era uno de ellos.
Simon Gerrans es un talludito ciclista que se dio a conocer en aquella memorable victoria en Pratonevoso, día de infausto recuerdo para Oscar Pereiro, cuando ganó a Egoi Martínez en el alto de la montaña italiana, cuyo paso impidió el concurso de Alejandro Valverde, siempre tan perseguido en la bota transalpina, en la edición de 2008. Y digo que fue memorable por la incredulidad que dominó nuestro semblante cuando el no menos talludito Egoi, compañero de Gerrans en lo que fue la escapada del día, admitió que el australiano le aseguró que iba muerto y que no le disputaría la victoria para luego arrebatársela.
Abrió, sin saberlo, ese día Gerrans un ciclo que completó con victorias en la Vuelta y Giro y que, cinco años más tarde, recuerda que no está concluso con un segundo triunfo en el Tour que encierra un doble valor simbólico. El primero el más obvio, porque llega dos días después de que el bus del equipo aussie encallara en el arco de llegada de la jornada inaugural y el otro porque Orica, quizá con Garmin, sea el conjunto que mejor sabe correr como equipo teniendo en cuenta que sus recursos son finitos y compite frente a auténticos trasatlánticos.
Gerrans por su lado amasa como siempre hace, sin estar, sin hacer ruido, pero estado y dando el golpe cuando se le requiere. Su forma de encarar el sprint de hoy debería ser material de escuela de ciclismo. Como remonta por la derecha, entre las vallas, Sagan y Gilbert, haciendo malabarismo, con un compañero acompañándole hasta donde debe y lanzando un sprint donde Sagan, como en San Remo, no dio la talla como acostumbra.
Uno puede parecer inferior en apariencia, y quizá lo sea, uno puede jugar al despiste o ir de farol, pero cuando se posee la virtud de Gerrans, de ser el más listo de clase, sinceramente se tiene mucho ganado y hoy el australiano, y su equipo, que tan bien trabajó para abortar el intento de Chavanel y Rolland, han vuelto a demostrarnos que no es necesario manejar abundancia de medios para ser los mejores.
Foto tomada de www.perthnow.com.au
Ciclistas
Mola Pidcock, mola mucho Tom Pidcock
El pequeño pero curioso bagaje que está construyendo Tom Pidcock no es desdeñable
He leído de quienes han estado cerca de él que Tom Pidcock es gallo, tiene ego, cierto aire de suficiencia e incluso de distancia.
He leído eso y me lo creo, incluso diría, que lo celebro porque en esa expresión sobrada de ciclista top se prolonga una actitud en carrera que sólo puede gustarte, y al final estamos aquí para valorar a esta gente si son buenos o malos ciclistas, no si en la vida cotidiana resultan más o menos amables.
Tom Pidcock siempre ha sido una estrella, mucho antes de pisar el Ineos y destacar en el World Tour.
Con ese «cuerpo escombro», que diría Alix, ha logrado granjearse éxitos y notoriedad por donde ha pasado, por una forma de correr que no genera indiferencia, más bien todo lo contrario, cualquier amante del ciclismo tiene que estar encantado con lo que hace Tom Pidcock en la carretera.
Él siempre se mueve, arriesga y ataca, e importa más bien poco quién sea el rival.
Lo demuestra cada invierno en ciclocross cuando se mete en las cuitas de Van Aert y Van der Poel, entre los dos, como la cuña que calza una mesa.
Lo evidenció el año pasado saliendo a por Pogacar en Amstel y Remco en Lieja
En ambas ocasiones salió desplazado hacia atrás, pero no se escondió.
Exactamente igual que ayer en la Amstel Gold Race.
Con la duda de Van der Poel activaría el rodillo, él no espero y se metió en una fuga de «mortales», eso es Hirschi, Benoot, Vansevenant…
No escatimó el relevo, tampoco rehuyó algún «ataquito» por si acaso y en el sprint se sacó la espina de esa llegada de hace tres años, aquí mismo, con Wout Van Aert.
A Tom Pidcock le vemos muchas veces a remolque, cerrando huecos, algo descolgado, pero también le vemos y con la misma intensidad que cuando coge el mando y no se deja nada.
Como dijimos el año pasado tras la Lieja es «Juan sin miedo», ha construido un carisma sólido, y apuntalado por la hinchada anglosajona, basado en presencia en carrera y triunfos, pocos, pero muy buenos.
Imagen: FB Amstel Gold Race
Ciclistas
El día y la Amstel que merecía Tom Pidcock
Esta Amstel es un bálsamo para Pidcock e Ineos
Habiendo sido tercero y segundo, a Tom Pidcock no le valía otro resultado que la victoria en la Amstel Gold Race.
Simbólica, en este sentido, la imagen de Tom Pidcock abrazándose con Michal Kwiatkowski en la meta de la Amstel, ganador dos veces aquí, como su los saberes para ganar la clásica de la cerveza se transmitieran en el seno del equipo.
A inicios de año, nos preguntamos en este mal anillado cuaderno cuál sería el día grande de Tom Pidcock este año.
¿Cuál sería su Alpe d´Huez o Strade Bianche en 2024?
Pues bien lo ha sido la Amstel Gold Race, la carrera que le negó fortuna a Tom Pidcock mediante dos fuera de serie.
Hace tres años frente a Van Aert, en un photofinish muy discutible y el pasado ante Pogacar, intratable.
Esta vez Pidcock fue el más listo de la clase.
En una jornada en la que Mathieu Van der Poel no pareció en su prime, se apresuró a sacarlo de la ecuación rápido.
En estas carreras hay un momento en el que si Van der Poel no se ha ido solo, el tema se revuelve y el pronóstico se torna incierto.
Así, fue, en un corte de cortes, Pidcock se metió con gente que no racanea como Vansevenant, Hirschi y Benoot para hacer hueco y jugarlo todo al sprint final, sabedor que es muy fuerte en estas lides.
Su victoria es agua de mayo caída en abril sobre el palmarés de un Ineos que ha dado un claro paso atrás en su presencia en el pelotón, que yo no hegemonía.
Es el tercer triunfo, ojo del equipo inglés, pero qué triunfo, toda una Amstel Gold Race que el equipo británico ya tenía en sus vitrinas, una carrera que un soplo a un equipo sin duda en apuros.
El imperio sigue de pie…
Imagen: @Eltiodelmazo
Ciclistas
3 clasicómanos que se aproximarían a Mathieu Van der Poel
Lo que está logrado Mathieu Van der Poel empieza a ser muy serio
En vísperas de una carrera fetiche para Mathieu Van der Poel como la Amstel Gold Race, le he dado vueltas como el otro día con Pogacar en esfera de las vueltas, a otros corredores que yo haya visto y me recuerden lo que está haciendo el neerlandés: hacer de clásicas tan exigentes e impredecibles tantas veces como Flandes y Roubaix su casi seguro coto del éxito.
Llevo viendo ciclismo hace más de treinta años, he visto clasicómanos que me han impresionado de forma puntual -Alaphilippe en la San Remo que gana-, otros alguna vez más, pero lo de Mathieu Van der Poel excede a la amplia mayoría y sólo se podría medir con tres nombres, cuya sola pronunciación habla del tamaño de la obra que está construyendo el campeón del mundo.
Tom Boonen, el «pedrusquero» perfecto
Es posiblemente el más bueno de todos, al que Mathieu Van der Poel mejor se podría equiparar.
Tom Boonen hizo de las piedras una obra de arte alargada en muchos tiempos estado con el mejor de siempre en Roubaix, Roger De Vlaeminck, y entre los más grandes en De Ronde, entre los que ya se ubica el mismo Van der Poel.
Por su forma de abordar los adoquines, de volar sobre ellos, de mover el cuerpo, de hacer de su estructura sobre la bicicleta un todo perfecto y demoledor, el belga me pareció un maestro en estas lides, un tipo del que seguro el actual coco se ha inspirado alguna vez.
Boonen tenía velocidad pero era muy fuerte, como para ganar en Roubaix con la solvencia que lo hizo el domingo Van der Poel y en Flandes condicionaba a los rivales y resultó decisivo para que un tal Devolder se llevara dos ediciones seguidas.
Fabian Cancellara, en todos los terrenos
Si Boonen era elegancia, conocimiento táctico y efectividad, Cancellara tenía un punto de fuerza que le hacía temible, lo suyo era intimidad a los rivales.
El suizo amasó un palmarés similar a Tom, mostrando una evolución mucho más significada, pues no tenía el sprint del belga.
Eso le llevaba a victorias por derribo de los rivales, hasta que, no podía dejarlos a todos detrás, pero batía al sprint, como con el pobre Sepp Vanmarcke en sendas «majors» del adoquín.
Johan Museeuw, el inspirador
Sin duda el primer gran especialista de estas carreras que he visto.
Se apoyaba mucho en el equipo -ahí está esa famosa Roubaix de 1996-, pero también en su fuerza bruta y en el conocimiento del lugar.
Nunca dio la sensación de poder total que exhibe en la actualidad Mathieu Van der Poel, como si todo lo que puede influir en la carrera lo hará, pero a su favor, sin embargo, era grande torciendo situaciones complicadas de carrera.
Museeuw bebió de los grandes de los ochenta y creció viendo a los mejores de épocas anteriores y lo transmitió en carrera, dotando de un innegable romanticismo sus éxitos.
Pero si hemos de valorar lo que estamos viendo ahora es otro nivel, son máquinas que no dejan nada al azar, ciclistas a los que nada parece afectarles, ni siquiera en las heridas de las manos…
Ciclistas
La primera primavera de Oier Lazkano
Sin resultados aparentes, las clásicas de Oier Lazkano son una piedra para el futuro
Un podio en la Kuurne-Bruselas-Kuurne es el resultado numérico más destacado de Oier Lazkano en el hueso de la esta primavera que está a punto de acabar.
Esa tarde de domingo, escapado con Wellens y Van Aert, el vitoriano alcanzó el mejor dato del periodo más bello de la campaña ciclista.
Fue efímero, quizá sí, pero no el único instante de lucimiento, pues Oier Lazkano ha dado el paso adelante que podíamos imaginarnos viendo el tipo de corredor que es y lo mucho que ya anticipó en Jaén.
Desde entonces ni él ni Movistar han vuelto a ganar, pero han tenido sus instantes de gloria.
Desde entonces Lazkano ha asomado en las grandes citas, lo que no siempre significa un buen resultado, como hemos visto.
Le hemos visto atacando con Van der Poel y Van Aer a rueda en Harelbeke y buscar anticipar en Flandes.
No ha salido bien, pero ¿acaso no es eso lo que se les pide a los chavales, probar sin miedo?
Atrevimiento, valentía y carencia de complejos, eso al vitoriano se lo tenemos que alabar, en un contexto muy complejo, por competir contra auténticos monstruos y rivales mucho más experimentados sobre el terreno.
Como él bien dijo, el grueso de su temporada se ha jugado estas semanas y la nota sin llegar a notable, es un bien muy alto que apunta a mejora en los años venideros.
Ahora bien ¿dónde correrá Oier Lazkano a partir de la próxima temporada?
Esa es otra, una buena pregunta cuya respuesta ya tiene marcado un equipo, el Bora, en breve.participado a tope por Red Bull, en el que seguro podrá dar el paso adelante que esperamos de él.
Porque si una cosa ha demostrado es que en este corredor de modos distantes y a veces hasta rudos hay madera de un ciclista con mayúsculas, de largo recorrido y fiable en el tiempo.
A Lazkano no le veo techo y sí, lo digo en un contexto en el que su no triunfas a los 20 años pareces sentenciado para los restos.
Su primavera es la primera como tal, enfocada al 100% y con idea de prosperar en el futuro.
La estadística no le secunda, pero la exposición y aprendizaje han sido excelentes, ahora a cruzar los dedos para que esa trayectoria pase de la ilusión a los hechos.
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