Ciclismo
Tour Down Under, cuánto hemos cambiado
El ciclismo ha cambiado mucho desde la última edición del Tour Down Under
El primer atisbo de «normalidad» en el ciclismo austral, en su principal carrera, ha tardado tres años en volver, el tiempo que ha transcurrido desde la última edición celebrada del Tour Down Under.
La pandemia ha dejado el sur de Australia sin la apertura del World Tour desde 2020, hace tres años, cuando aún vivíamos ajenos a lo que se nos venía encima.
A nivel humano, todos somos conscientes de la tragedia, a nivel ciclista, mirar al último Tour Down Under nos da la magnitud del revolcón acontecido.
Esa edición fue ganada por Richie Porte, a quien le costó, pero finalmente hizo suya un par de veces la carrera más importante de su país.
Dominaban las grandes vueltas, nombres como Egan Bernal, Primoz Roglic y Richard Carapaz, a la espera de ver cómo evolucionaban los grandes capos, Tom Dumoulin y Chris Froome de sus lesiones.
Remco Evenepoel y Tadej Pogacar eran dos incipientes jovenzuelos, con cositas ya mostradas, pero lejos del palmarés que exhiben en el presente.
Este martes de invierno plomizo en España, a primera hora de la mañana, ha vuelto el Tour Down Under a nuestras vidas.
Una carrera que nació hace casi un cuarto de siglo, que se ha adelantando a toda la vieja guardia de competiciones europeas como arranque ideal de la campaña.
En un recorrido por medio de parques, Alberto Bettiol se ha impuesto en un prólogo inaugural, remojado y con bicis convencionales.
Su victoria ha sido sorpresiva, pero no es un tío raro en estas lides.
Hace poco hablábamos del ciclismo australiano y su matrimonio con el éxito, pues no han sido muchos, pero todos muy buenos.
Ciclistas duros, hechos al sol de Aldelaida, hub de la carrera, y esas rutas de escasos desniveles pero ásperas como su forma de correr.
Mirad qué nombres llenan su palmarés: Simon Gerrans, un killer de los de manual, y Stuart O´Grady, un tipo que tiene en su vitrina un pedrusco y un oro olímpico.
Son días de fuego y furia, largas rectas, bosques resecos y látigo en los giros, para nada un amable inicio, ni siquiera para nosotros, aficionados europeos, que deberíamos tener mucho margen para seguir la carrera en directo durante la madrugada.
La cuenta ya ha empezado y todos miran al Alpe d´ Huez del sur de Australia, Willunga Hill, donde se construyeron las leyendas de la carrera, donde tantas veces venció pero no convenció Richie Porte.
Imagen: FB Santos Tour Down Under
Ciclismo
Los 10 mejores ciclistas de la historia
Merckx, Valverde y Kelly forman el podio de los ciclistas más importantes de siempre
Nada mejor que esta temporada para aventurarnos en una lista que seguro nunca va a complacer a todos, la de los diez mejores ciclistas de la historia.
Porque cuando entramos en listados de todos los tiempos, poniendo orden en el desorden de los años y buscando luz en la estadística, corremos el riesgo de ser injustos o pecar de subjetivos. Cuando hemos pensado en los diez ciclistas más grandes de la historia hemos querido echar mano de la numerología más estricta y hemos acabado, de entre todos los sitios y rankings que pululan en la red, el de Cycling Ranking nos pareció el más apropiado, por parecer a simple vista el más completo y sobretodo documentado, entrado en el detalle de todas las carreras acontecidas en un periodo que va desde 1869 hasta el presente.
De su ingente trabajo, sacamos los diez ciclistas imprescindibles de la historia de este deporte en un orden que no habría imaginado nunca.
Como no podía ser de otra manera Eddy Merckx encabeza holgadamente el listado. Belga, auténtico ídolo que trasciende al ciclismo, su bagaje está lejos de ser igualado, ni siquiera imitado, por los que corrieron antes, durante y después que él.
La encarnación del ciclista diez toma su nombre y apellido. Vueltómano excelso, coleccionando cinco Tours, otros tantos Giros más una Vuelta, es uno de los pocos que tiene los cinco monumentos, destacando siete Milán-San Remo, y tres mundiales.
Su figura excedió las dimensiones de su deporte, siendo una personalidad mundial en todos los frentes, muy escuchado y admirado, pues su trabajo como ciclista le convirtió en símbolo de la perfección y la ambición llevadas al máximo extremo.
Segundo, pero lejos en la cantidad de puntos, le había seguido hasta hace poco Sean Kelly, un irlandés que hizo fortuna en los ochenta y parte de los noventa. Su estampa de voluntarioso trabajador se hizo perenne en las grandes clásicas que dominó en toda su extensión, destacando su dominio de Lombardía.
No ganó el Mundial, pero sí extendió su sacrificado pedaleo hasta el primer peldaño de una Vuelta a España y se hizo valedor de uno de los registros que seguramente se tardará décadas en superar: siete ediciones de la París-Niza.
En tiempos recientes las estadísticas de Alejandro Valverde le auparon hasta la segunda plaza.
Valverde es el mejor español de la historia, según éste y otros rankings. Su longeva carrera supera con creces la duración medida, compitiendo en pros desde 2002. En este tiempo ha aunado un palmarés en el que destacan muchas cosas, en especial la Vuelta a España de 2009, pero también etapas y podios en las tres grandes y un especial cariño por dos grandes carreras valonas: cuatro Lieja-Bastogne-Lieja y cinco Flecha Valona. Sin embargo la guiNda la logró en el Campeonato del Mundo de Austria que firmó en 2018, tras salir de una grave lesión por caída en el Tour del año anterior.
Seguimos retrocediendo prácticamente medio siglo. En la estirpe de grandes campeones italianos, Gino Bartali es sin duda el más brillante. No tuvo la aureola de Coppi, ni el carácter pionero de Girardengo y Binda, pero el “piadoso” completó un palmarés tremendo donde brillan dos Tours y tres Giros en un periodo tan complejo como los años treinta y cuarenta, ciclo en e que se vio privado de competir en más de una ocasión.
No en vano transcurrieron diez años entre sus triunfos en el Tour de Francia.
Quinto es Francesco Moser, un italiano poderoso rodador que se hizo fuerte en Roubaix, tres triunfos, y que llegó a culminar un Giro de Italia frente a un jovencísimo y talentoso Fignon. Su leyenda, no obstante, se construye en los icónicos récords de la hora que realizó en México.
Por detrás suyo tenemos a Joop Zoetemelk, exponente de un ciclismo de la potencia de los Países Bajos. Joop fue, como Valverde, uno de los ciclistas más longevos de siempre. Su presencia en el Tour de Francia se extiende entre los años setenta y ochenta, destacando su victoria final en 1980, en medio del periodo de Bernard Hinault.
Curiosamente el mejor ciclista francés de la lista no es ni Jacques Anquetil ni Hinault. Es en definitiva Raymond Poulidor, un ciclista tachado de “eterno segundón” que completó un excelso palmarés con la Vuelta como guinda de un pastel que tiene otras perlas tipo San Remo, Dauphiné y París-Niza. Un palmarés preciosista que muchos no ponen en valor por no ganar nunca el Tour.
Y es que Poupou se erige séptimo en ese ranking eterno delante de muchas estrellas, entre ellas, otro francés, Bernard Hinault, que se emplaza décimo, sí, un quíntuple ganador de Tour décimo. El bretón tiene uno de los mejores palmarés de siempre, pero los que le superan en la clasificación de www.cycllingranking.com le ganan en la letra pequeña, esas carreras, triunfos y puestos que suman juntos como los grandes triunfos.
Por medio quedan Roger De Vlaeminck, el gran coco belga de las clásicas, “Monsieur Roubaix” en exclusiva durante tanto tiempo y con tantos triunfos en todo tipo de pruebas, y Felice Gimondi, el prodigio italiano que consiguió situar las tres grandes en su palmarés.
Si queremos encontrar nombres que también nos son familiares situamos a Anquetil un puesto por debajo de Hinault, a Contador en el 17, Indurain en el 27 y Purito Rodríguez en el 30 y es que la historia de las grandes carreras la conocemos más o menos, pero cuando le añadimos los pequeños datos, el resultado dista del que muchos tienen idealizado.
¿Qué pasa con Tadej Pogacar?
Pues que ahora ocupa la plaza 20, cuando el año pasado estaba en la 51, si el año que viene calcara la temporada que acaba de culminar, estaría ya entre los 10 mejores de la historia.
Ciclismo
Moments 24 El único Van Aert vs Van der Poel fue en Harelbeke
Harelbeke empezó a decantar la balanza de la primavera hacia Van der Poel
Me encanta Harelbeke, primavera pura y dura, la temporada ya ha cogido temperatura, vuelo alto y es la antesala de las cosas importantes, del cogollo de las clásicas del norte, con Sagan, Van Avermaet y Stybar hace diez años y hoy con Van der Poel, Pedersen y Van Aert, entre otros.
Este año llegaba con un antecedente doloroso para el titular del arcoíris, con Wout Van Aert ganador vigente tras una edición mágica que se jugaron los dos cosos de las clásicas con el mismísimo Tadej Pogacar.
Esta vez Harelbeke iba a ser diferente, reorientando el centro de gravedad hacia Mathieu Van der Poel.
Y es que el neerlandés es a las clásicas del adoquín lo que Pogacar al resto de la temporada.
Si Mathieu está bien, si rula, poco o nada le queda por hacer al resto, incluso anticipando tienen las de perder.
A la espera de lo que suceda en la sesión primavera 2025, ésta es la realidad ahora mismo.
Lo que no sabíamos esa tarde de viernes es que los duelos Van Aert vs Van der Poel se iban a ceñir a esa carrera.
Fue un duelo desigual, por la caída del belga que abrió una brecha insalvable, pero la persecución que se nos propuso en los kilómetros siguientes fue de lo mejor de la campaña.
No duró mucho porque Van Aer cejó en el esfuerzo y se guardó para intentar acceder al podio, pero el espectáculo que nos dan estos dos cuando están bien y delante es impagable, pasará tiempo para ver algo igual.
En este 2024, la rivalidad fue muy pequeñita, ceñida a Harelbeke y poco más por la caída de Van Aert en A través de Flandes.
Crucemos los dedos, que la carretera y el tiempo les vuelva a poner juntos en unos meses, incluso diría que en las sobremesas de Navidad en el calendario de ciclocross, que Harelbeke nos queda ya lejos.
Ciclismo
Greg Lemond fue el primer moderno de la historia del ciclismo
Con Greg Lemond el ciclismo entró de lleno en una modernidad que sigue vigente
El Tour de 1989 está muy en boca de todos.
Una edición de esas que no se olvida, treinta años después, cifra redonda.
¿Qué estabas haciendo cuando Lemond remontó a Fignon en la misma línea de meta de París
Aquella tarde de julio, un niño ojiplático soñaba con ver, con tocar aquello, al otro lado de la televisión.
Laurent Fignon arrojaba motivos sobrados para ser el tipo más odiado del pelotón, con los años cambiamos, curiosamente esa percepción.
Todos íbamos con Greg Lemond, ese americano, hijo del milagro de salir vivo de un accidente de caza, que había estado más allá que acá, y que consiguió ganar el Tour, tres semanas, más de veinte etapas, tres mil no sé cuántos kilómetros, por ocho míseros segundos.
El gran golpe de Greg Lemond ese día, en ese momento, fue mucho más allá
Aquel era un corredor roto por la mitad desde el accidente, un ciclista que pocas semanas antes, leí, lloraba en una cama de un hotel del Giro porque no se encontraba a sí mismo.
Era la viva imagen de la impotencia, un corredor que había sido prodigio, campeón del mundo, podio y ganador del Tour, que tenía problemas para llegar con el cierre.
Hoy un Tour como el de 1989 sería impensable, un ciclista que sacó la cabeza a pesar de todo: ese Lemond, abandonado a su suerte por un equipo, el ADR, que pasaba por ser del montón, que no le acompañó en casi ningún momento decisivo, si descontamos la crono por equipos del inicio,
Una aventura de supervivencia que cambió la suerte del ciclismo, lo hizo moderno, más a imagen y semejanza de lo que tenemos hoy.
Los campeones corales, que brillaban en Niza, Roubaix y Lieja antes de atreverse con el Mundial y el mismísimo Tour.
Eso pasó a ser una reliquia del pasado.
Curiosamente, hasta Wiggins y Thomas, Greg Lemond había sido el último ganador del Tour en preparar Roubaix con cierta ambición.
Sin embargo el Tour de 1989 y Greg Lemond cabalgaba a lomos de ese caballo llamado ciclismo moderno.
Su entrada en el ciclismo europeo no fue sencilla.
Lo vio Hinault y lo reclamó para Francia, Lemond aterrizó con una mano delante y otra detrás.
Pero no se amilanó, pasó el invierno de su vida cincelando lo que sería un campeón moderno, extraordinariamente completo, ambicioso, que supo ser compañero cuando correspondía, y buscar su suerte llegado su turno.
Y en el Tour de 1989 instaló la suerte del campeón, sí, pero también una suerte de ganancias marginales que acabaron por darle el éxito, cuando todos apostaban a francés, de gafas de intelectual y coleta emblemática.
Salió con un manillar de triatleta que a los pocos días todos usaban, pero antes sacó provecho de cada pasaje de la carrera, corriendo en el filo, explotando el nerviosismo de Fignon, que veía pasar los días y no lo distanciaba y la ansiedad de Perico por resolver el desastre de Luxemburgo.
Y ganó, bajó el mismo arco de meta de toda aquella edición, demostrando que el ciclismo requería de campeones a tiempo completo para y por el Tour.
Con Greg Lemond nació el ciclista que armó su campaña alrededor del Tour, como nunca antes se había visto.
Lo de Stephen Roche ganando Giro y Tour, más mundial el mismo año, quedaba lejísimos.
El ciclismo moderno, el que que se introdujo con Lemond, obliga a centrar objetivos, a especializarse, a ser eficaz en lo poco pero bueno que se emprenda.
Al año siguiente Greg Lemond sólo lograría una victoria, la general del Tour de Francia, ni etapas, ni vueltas de una semana, ni avalorios.
De su ciclismo bebería Miguel Indurain y llevaría al extremo Lance Armstrong, el otro americano que ganaría el Tour, aunque lo suyo no quedara en los anales.
Si el ciclismo tuvo un punto de inflexión, ese lo firmó Lemond, Greg Lemond, uno de esos corredores cuyo recuerdo nos reconcilia con la sorpresa y la constante innovación, esa palanca de cambio que hoy sigue siendo clave.
Ciclismo
5 cosas que no deberían tener en el recorrido del Giro
El recorrido del Giro de Italia acostumbra a tener los emplazamientos más espectaculares
No parecen buenos tiempos para los organizadores del Giro de Italia, cuya presentación del recorrido de 2025 se va a retrasar no sabemos si por problemas con la salida desde Albania o por la carencia de un patrocinador principal de la maglia rosa.
El Giro, para quienes seguís este mal anillado cuaderno, es la más bella de las tres grandes, en él confluyen varios aspectos, una cultura ciclista tan atractiva y potente como la italiana, una pasión por su carera inigualable y escenarios que cortan el aliento, desde los Dolomitas a las ciudades históricas que cruza la carrera.
Así las cosas, por eso, hemos querido hacer nuestra bucket list de cara a lo que tendrían que tener no todas pero sí muchas ediciones de la corsa rosa…
Una crono por la Venecia histórica
No sería la primera vez que sucedería, que el Giro pisara una de las ciudades más bellas del plantea.
Quería recordar con vosotros la crónica de la edición del Giro de 1978, cuyo recorrido dio el salto al corazón de Venecia:
Para evitar la concurrencia con los campeonatos mundiales de fútbol, que tuvieron lugar en Argentina a partir del 1 de junio, el Giro anticipó la salida de una semana, reduciendo la duración de tres días. De este Giro recordamos especialmente el escenario con la llegada a la Piazza San Marco en Venecia. Una serie de puentes sobre los canales y un puente de barcos en el Canal Grande permitieron la llegada regular de la cronómetro en la plaza histórica. Johan De Muynck se aseguró la victoria final, seguido de Baronchelli y Moser.
¿Lo volveremos a ver?
Sicilia sí o sí
La gran isla del Mediterráneo es un espectáculo en todos los sentidos para la carrera.
Propone recorridos super atractivos en escenarios que van desde grandes urbes barrocas, con ese aspecto tan decadente como atractivo, hasta el mismo Etna, sin menospreciar los paisajes del centro de la isla.
En un momento en el que Sicilia suena para la salida, ahora que la opción albanesa no parece clara, debería ser de obligado paso cada año para la carrera.
El Stelvio, como el Tourmalet en el Tour
Si hay un puerto que marca la diferencia en el recorrido del Giro de Italia, ese es el Passo dello Stelvio y su vertiente desde Pratto.
Su potencia visual se conjuga con la dureza y un poder decisorio brutal sobre la general.
Es casi imposible que en el Stelvio no pasen cosas.
Sterrato en el centro de la bota
Es indiferente la zona, la Toscana tiene la fama, pero la Umbria, las Marcas, incluso el Lazio son vergeles de caminos de tierra que atraviesan lugares que hacen del ciclismo algo excelente.
La etapa que ganó Pelayo Sánchez este año es una oda a este deporte en todas sus acepciones.
Esas llegadas tan italianas
Desde tiempos inmemoriales, desde que sigo ciclismo en los ochenta, las carreras en Italia son otra cosa, en especial con esos perfiles que siempre nos reservan la trampita que quita el sueño a los velocistas.
Eso es marca Italia, más bien Giro de Italia, y el ciclismo lo ha hecho suyo.
El Giro de Italia, sea el recorrido que sea, rara vez decepciona si entra en alguno de los puntos que describimos, a sabiendas que lo de Venecia es un brindis al sol, pero nuestro brindis en definitiva.
Soñar no cuesta dinero.
Imagen: www.insidevenice.it
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