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Rasos de Peguera, paso de bandoleros
Rasos de Peguera es otro coloso olvidado
Joan García Ayllón, en su libro:”Ciclistes! Altimetries de totes les carreteres de Barcelona (1994)”, mi biblia cicloturista, nos presentaba esta joya llamada Rasos de Peguera de la siguiente manera:
“1ª Especial: Rasos de Peguera o Creu del Cabrer. Considerado el 4º más duro de Catalunya. Desde Colonia Rosal pasando por Berga hasta la estación de esquí a 1892 m de altura, 18 km, siendo los 15 finales a más de un 7% de media y para ciclistas muy bien preparados”.
Conocida como la subida a los Rasos de Peguera, o simplemente los Rasos, Joan nos daba a conocer esta otra curiosa denominación del coll: Creu del Cabrer, por la gran cruz que corona el puerto y que nos acoge al finalizar la escalada, parada obligada de todos aquellos ciclistas que quieran echarse unas fotos junto al Sant Crist y el cartel del puerto.
Todo un hito para guardar y enmarcar.
Pero puede que ese nombre haya sido labrado por una leyenda que narra que, en el siglo XIX, en las cuevas de esta montaña, se escondía un famoso bandolero: Josep Costa “El Cabrer”, un bandido que robaba a los ricos para dárselo a los pobres.
Pastor de cabras en una rica masía de Berga, fue un ladrón idealizado que destacaba por su carácter pacífico.
Nunca utilizó la violencia, sino su inteligencia y astucia, maestro en el disfraz, escogía siempre víctimas ricas, sintiendo predilección por robar a rectores.
Como suele suceder, a El Cabrer, solo lo pudieron capturar por una traición, aquí mismo, en los Rasos de Peguera, donde de camino a Berga los mossos d’esquadra lo fusilaron.
Si subís este puerto, podréis acordaros de esta historia cuando en el kilómetro 11 de ascensión, ya a 1482 m de altitud, antes de afrontar uno de los tramos más difíciles del puerto, atraveséis el curioso Pas del Lladres (paso de ladrones), un bello tramo de carretera encajonado entre grandes rocas.
Dejando de un lado mitos y bandoleros, Rasos de Peguera tiene el honor histórico, y esto no es leyenda, de ser el primer núcleo de pistas de esquí de Catalunya, que se remonta a principios del siglo XX.
Aquí nació la práctica y la pasión por este deporte de invierno en tierras catalanas, con esta pequeña estación de montaña, ideal para iniciarse en familia y dar los primeros pasos con los esquís, aunque sean con pocos centímetros de nieve.
Mi primera vez
Rasos fue mi primer grande, mi primera experiencia en un gran puerto.
Lo subí en una de las recordadas «marxes» que organizaban algunos clubes catalanes que lograban pequeños milagros como celebrar este tipo de marchas que pertenecían a un selecto circuito de pruebas (todos lo conocíamos como La Xallenge).
Era un caluroso 4 de julio de 1993.
Por delante, un corto y duro recorrido de solo 80 km entre Gironella y Rasos de Peguera, todo un desconocido para mí.
Sabía a la altura que se ascendía, la longitud, y que a todo el que le preguntaba solo sabía contestarme que “era muy duro”.
Con temor, empecé a subir con los desarrollos que se movían entonces, en mi caso un 42 x 24.
¡Qué valor! ¿Verdad? No teníamos otra cosa.
Pero lo subí, vaya si lo subí, y del tirón…
Lo pasé mal, junto a otros que como yo íbamos bastante atrancados, pero aún tengo grabado en mi memoria aquel día como el de haber hecho una gran faena.
Había ciclistas que no podían más y se tumbaban en la cuneta, otros que subían andando, y los que pedaleábamos como podíamos.
No era frecuente meter tanta dureza en aquel tipo de marchas, pero fue todo un descubrimiento para mí, donde quedé enamorado definitivamente de la alta montaña y sus paisajes.
Recuerdo ascender más de medio puerto con un jovencísimo chaval de la U.E. Sants.
Debería tener la edad mínima para participar, unos 16 años, charlando con él y dándonos ánimos mutuamente fuimos superando rampa tras rampa.
Llegamos a la parte final de la carretera, donde se bifurca, siendo el carril de la derecha de subida y el de la izquierda de bajada, formando un curioso bucle, antes de encarar la última y dura cuesta con la visión de la gran cruz por encima de nuestras cabezas.
La llegada fue indescriptible, cruzamos juntos la imaginaria línea de meta alzando nuestras manos en señal de victoria.
No me acuerdo del nombre de aquel chico, pero si estuviera leyendo estas líneas y se acordara de este hecho, me encantaría saludarlo afectuosamente. Han pasado 27 años.
Después de esta primera escalada, lo volví a subir cuatro veces más.
La segunda, al poco tiempo en aquella misma marcha, que iba alternando la ascensión al coloso con otra bastante más corta (4,5 km) pero muy explosiva (7,5% de media) con rampas máximas al 12%: la subida al Santuari de Queralt, con unas vistas privilegiadas sobre la ciudad de Berga.
Luego volví en 1999, un día de excursión que me tomé para ver en directo la 13ª etapa de la Vuelta entre La Farga de Moles y los Rassos de Peguera, una escalada que realicé entre aficionados, cicloturistas, senderistas, boletaires y gente de todas las edades que subían andando para contemplar en directo a sus ídolos y ver en primera línea…
…la reivindicación de Zülle
Lo vimos pasar como una exhalación, subiendo rápido y fuerte en busca de la victoria, encarando la dura rampa final del puerto.
El genuino Álex Zülle conseguía el segundo triunfo de etapa para el Banesto, en la recordada edición de la Vuelta a España del 99.
Zülle levantaba por fin los brazos en la meta de un gran puerto, con aroma a Tour, este poco conocido Rasos de Peguera, en lo que a ciclismo profesional se refiere.
Ascendido en solo tres ocasiones en la ronda española: en 1981, con victoria para Belda; 1984 con victoria para Caritoux, seguido de Perico que nos dio la alegría de salir de amarillo de este Gigante del Berguedà, y en aquel 18 de septiembre de 1999, donde el suizo se reivindicaba después de un año 98 horrible y de haber fallado desde el principio en aquella Vuelta, cayendo de la lista de favoritos a las primeras de cambio.
Yo estaba ubicado en una cuneta a 500 m de la llegada, contemplando una panorámica excepcional, con la visión de toda la carretera en sus kilómetros finales.
Aquí fue donde Zülle tuvo claro que iba a ganar, demarrando en seco en cuanto vio la pancarta del premio de la montaña, dejando atrás a su compañero de escapada Miceli.
Detrás de ellos, como motos y a menos de 40 segundos, pasaban Jiménez, Piepoli, Heras y Ullrich, que consiguió aguantar el amarillo y proclamarse vencedor en Madrid.
Fue una etapa decisiva: Tonkov quedaba fuera de combate, Olano sufría con su costilla rota por la caída sufrida en el Cordal, Igor González de Galdeano pasó muchas dificultades y los Banesto (Jiménez, Beltrán y Piepoli) no podían atacar teniendo a Zülle delante.
Solo le probaba Roberto Heras, pero en cuanto se movía, Jiménez no le dejaba escapar, lo que a Jan le vino muy bien: “Es un puerto difícil que se ha subido muy fuerte, pero en todo momento he tenido buenas sensaciones”, comentó el alemán.
Para los que aún no habéis degustado esta cuesta, no se os ocurra menospreciarla.
Quizás no tenga la dureza de otros puertos vecinos, como el terrorífico Pradell, pero es un coll que hay que tomárselo muy en serio, sin confianzas, y que a vuestro paso por el Pas del Lladres, creyéndoos ya cerca de la victoria final, que no venga alguien por detrás y os robe la cartera.
Foto: https://www.1001puertos.com
Ciclismo antiguo
Luxemburgo vs Bergerac ¿Cuál fue la mejor contrarreloj de Miguel Indurain?
No volveremos a ver nada igual a lo de Miguel Indurain en Luxemburgo
En la recurrente figura de Miguel Indurain centro el tiro en dos cronos, las más emblemáticas, la más poderosas e irrepetibles. sus dos contrarrelojes más célebres: Luxemburgo y Bergerac.
Esto no es una comparativa científica ni estadística, es subjetivo, completamente ajeno a la estadística.
Cuando hablamos con Carlos de Andrés en la parte dura del confinamiento, que no paraba de reponer ciclismo en Teledeporte, le preguntamos…
Alguna otra que te toque la fibra…
«Me hacía mucha ilusión recuperar la crono de Luxemburgo de Miguel Indurain»
Indurain ¿Luxembugo o Bergerac? creo que veis por dónde van los tiros
Hasta dobló a Lance Armstrong, una escena que con los años ganaría valor y morbo.
Vistas las dos, qué días aquellos, Luxemburgo es el día D en la carrera de Miguel Indurain, más allá de las diferencias, que fueron más grandes en Bergerac, enviando a dos minutos Rominger y a más de cuatro al resto.
Y es que Luxemburgo fue el inicio, el primer golpe, todos le esperaban pero quizá nadie en ese tono, desmontando los argumentos de rivales que le habían puesto en aprietos días anteriores o que se habían centrado en el Tour.
Indurain ya portaba el uno en Luxemburgo, había ganado un Tour, otros también ganaron un Tour, pero aquello certificó la excelencia y la promesa que aquel ciclo sería largo, muy largo.
Subió el listón y lo mantendría.
Eso ocurrió en Luxemburgo… en Bergerac llovía sobre mojado y es que nos tuvo tan bien acostumbrados.
Ciclistas
Ciclistas oportunistas: la victoria no sólo es de los más fuertes
Recupero un surtido prenavideño de ciclistas oportunistas sublimes en el arte de levantar carteras
Cierto es que se trata de un refrito, pero en este periodo de balances e historias pretéritas quise recuperar este post del pluriactivo Miguel González, de hace unos años, trayendo a las primeras mesas de Navidad ese listado de ciclistas oportunistas que hicieron de lo ajeno una obra de arte de ciclismo.
Habla de Rui Costa, que en la Vuelta pasada volvió a a hacer de las suyas, pero también de Moreno Argentin y uno que me gustó mucho, Pascal Richard, alumno aventajado de aquel Ariostea de Furlan, Saligari, Jaermann y el mismo Moreno.
No son los ciclistas más queridos, pero hicieron fortuna en terrenos hostiles, con público cabreado por verles triunfar, y qué cojones, se merece un rinconcito en el hall of fame de este deporte.
Porque en el ciclismo profesional a lo largo de la historia hemos tenido ciclistas modestos, gregarios, de perfil medio, oportunistas, ganadores, cracks, megacracks y a un ciclista cuyo palmarés debe ser eliminado por la aplicación de la media truncada, para así no desvirtuar la media global: Eddy Merckx.
Atendiendo a estos perfiles tenemos una distribución de Gauss.
Es decir, los valores más repetidos son los centrales (ciclista de perfil medio) y los más atípicos son los extremos (megacracks).
Esta clasificación se mantiene en el largo plazo, siempre ha habido gregarios, ganadores y megacracks en proporciones que apenas fluctúan.
Pero por otro lado nos encontramos con un tipo de corredor que es rara avis en cada generación ciclista.
Nos referimos al ciclista «asalta diligencias», carterista, butronero; en definitiva, el corredor cuyo único fin es labrarse un palmarés lo más opulento posible, sin importar los modos, el cariño de la afición ni las simpatías despertadas en el seno del pelotón.
Haciendo el símil con otro deporte (el rey cómo no) son unos corredores «bilardistas».
Pues bien, estos ciclistas se hayan en peligro de extinción.
Por mor de esta situación nuestro fabuloso reportero Félix Rodríguez de la Fuente nos ha elaborado el siguiente reportaje.
Activad la intro para entrar en calor:
Queridos amigos de «El hombre y la tierra», hoy nos vamos a adentrar en las profundas cuencas del ciclismo profesional para visualizar a un ciclista no detectable por todo ojo humano: el carterista.
En la cúspide de la cadena alimenticia tenemos una especie de silueta imponente, se desprendió de su frondoso pelaje capilar y siempre quiso volverse pájaro, concretamente un buitre leonado.
Nos referimos a Moreno Argentin
Moreno fue amamantado en la ciudad del amor pero pronto abandonó su nido para revolotear y buscar el alimento sin ayuda materna.
El ecosistema Torriani de los Giros de inicio de década ochentera le generó pingües beneficios con poco esfuerzo.
Pero el Mundial del 86 celebrado en las temibles Montañas Rocosas de Colorado deparó un punto de inflexión en este monarca de los aires.
Un pueril Argentin tuvo que aplicar la táctica Juan Palomo para poder abatir a Charly Mottet.
Demasiado riesgo pudiendo obtener el mismo resultado con la paciencia de un felino y las poco éticas técnicas de un carroñero.
Moreno a partir de ese instante no tuvo compasión con sus rivales, por dejar no dejó ni eco.
Así sucedió en las colinas de las Ardenas en primavera del 87.
El belga de frondosa ceja Criquielion y el «ultrapeligroso» irlandés Roche en un duelo a muerte propio de acceso al apareamiento aislaron al resto de la manada. Las dentelladas fueron casi letales pero su pieza no estaba todavía cobrada.
Argentin ese día más débil que sus oponentes mantuvo la sangre fría, agazapado supo esperar su momento y como en la fábula del cuervo y el queso les arrebató la victoria sirviéndose de su astucia.
Nuestro protagonista pasó a convertirse en macho alfa.
Los rivales claudicaron sumisamente por su sola presencia, hasta que se topó con una especie del nuevo continente: Lance Armstrong.
Italiano y estadounidense tuvieron un enfrentamiento en la región de Liguria.
Moreno lo intentó amedrentar con tácticas propias de la selva amazónica: llamarlo intencionadamente por el nombre de otro, concretamente Bishop, ejemplar del último eslabón de la cadena.
Lejos de agazaparse Lance mantuvo la mirada fija y marcó su territorio replicando a Argentin: su tú me llamas Bishop yo a ti Fondriest.
El combate se saldó con victoria del texano.
Humillado por la derrota Argentin no quiso acceder a las sobras, cambió de dirección su vuelo clavando el freno para así no acceder al podio y tener que visualizar la axila de Lance.
En la más alicaída soledad Moreno tuvo que abandonar su terreno para fenecer en las cenizas del 94.
Sin el rigor científico de las pruebas del ADN, entre otras detalles porque le quedaban cuatro pelos, no podemos asegurar que la descendencia de Moreno tuvo continuidad.
En cualquier caso el helvético Pascal Richard puede considerarse una evolución Darwiniana de Argentin: los descendientes sufren modificaciones y sólo los más fuertes sobreviven.
Pascal Richard perteneció a un ecosistema diferente al de su pariente lejano.
El lago Leman presenció sus primeros aleteos antes del anuncio de la estación fría y su posterior migración hacia el calor de los aposentos del vizconde de Gribaldy.
El retorno de esta ave helvética a su patria (al igual que en el caso de su primo-hermano Argentin) deparó una visita a las fronteras de la agonía y el dolor.
Pascal conquistó un Mundial de Ciclocross que aconteció en los lodazales limítrofes del Cantón de Jura.
Lejos de curtir su carácter nuestro querido Pascal Richard se volvió más gandul que el suelo
Enemistado por su propia idiosincrasia con las ocas, aplicó el teorema de oca a oca y sablazo por que me toca.
Llegamos a la paradoja de que las hembras de esta bella especie son ponedoras, pero Pascal no puso el huevo en sitio fijo ni por asomo.
Dotado genéticamente para grandes vuelos en vueltas de gran entidad aplicó la ley del mínimo esfuerzo para conformarse con presas de gama media como parciales, monumentos y combates semanales en la tierra que le vio nacer.
Uno de los dones de estas peculiares aves es su capacidad para comunicarse telepáticamente con sus antepasados y así evitar el costoso aprendizaje de tanteo y error.
Por ello en Lieja 96 el otrora depredador Armstrong pasó de cazador a cazado, el ratón que devoró el derivado lácteo en esta ocasión vio cómo se la daban con queso.
Nuestro protagonista helvético se vio inmerso en múltiples batallas, una de las más terroríficas aconteció en el 97 con el Chava Jiménez, cuando se hallaba éste en su hábitat natural de la meseta castellana.
Pascal fingió tener herida un ala para así transformar la interacción biológica de mutualismo en parasitismo.
Con la plena seguridad de que ese día la presa estaba fuera de su alcance el parasitismo pasó a amensalismo, lo que se conoce coloquialmente como joder para no obtener nada a cambio.
Fruto de esta falta de comunicación entre castellano y helvético el paquidermo Jalabert (robusto, de pisada letal y natural de la Montaña Negra sita en el departamento de Tarn) obtuvo la ansiada presa.
Hemos pasado por alto el acontecimiento que supuso el cenit deportivo de este zorro alado.
En los Juegos Olímpicos acontecidos en la cordillera sur del río Chattahoochee Pascal pudo derrotar a especies más ágiles pero de menor capacidad capacidad craneal. Rolf Sorensen, raudo y veloz en la media distancia, tuvo que inclinar la cabeza ante la autoconfianza de Richard, clave en envites de este calibre.
Saciado por esta opulenta cosecha del 96 (oro olímpico, Lieja, etapa Giro y etapa Tour) Pascal entró en fase de hibernación para abandonarla únicamente por fuerza mayor.
Como el pavo real que quiere seducir a las hembras expandiendo su plumaje y así ganarse el derecho al apareamiento Richard le dio un toque poligonero a su maillot.
Ante esta aberración la Asociación de Defensa de Derechos Animales se opuso a ello y Pascal tuvo que mudar de nuevo de piel.
Su fallecimiento se produjo por causas naturales, auspiciado por un estado de inanición fruto del tocomocho vivido en las tierras del Mar del Norte en el rebaño del Linda McCartney.
Como dijo el can perdiguero: «mantener la dieta vegetariana estaba chupado, como no nos pagaban no teníamos un duro para carne».
Las artimañas del ciclista roba carteras son memorizadas por las posibles víctimas, por ello las aves carroñeras del siglo XXI deben desplegar un novedoso abanico de tretas.
Como representante ejemplar de estas modernas aves tenemos al petrel australiano Simon Gerrans
Los ciclistas de hoy en día saben más que los roedores colorados, por ello la táctica del voy tostao queda totalmente obsoleta.
Sin rubor alguno tienen que aplicar la táctica de la trola.
Un confiado ejemplar de la comarca navarra vivió en sus carnes la fábula del escorpión y la tortuga: ¿ Por qué mientes? Por instinto.
El pobre Egoi padeció el timo de de la estampita y desde entonces el petrel es especie non grata en la zona norte de la península ibérica.
La inteligencia del petrel australiano rivalizó con la de las delfines.
Con un rango medio en la cadena alimenticia saboreó jugosos manjares como monumentos con la técnica de lapeo y único relevo en meta, en esta ocasión en las faldas de la montaña Poggio.
Así mismo, tras esconder la cabeza bajo tierra como una aterrada avestruz en las empinadas colinas de las Ardenas, logró conquistar La Decana en un combo despliegue de fuerzas/recompensa equivalente a un erizo que degusta un ñu.
En la fauna ciclista nos encontramos con seres de una complejidad para su clasificación equivalente a la del ornitorrinco.
Wladimir Belli, es mamífero o reptil, es un ejemplar semiacuático venenoso o es un jeta al que se la va la pinza
Enemigo de las interacciones biológicas.
Al simpático topo ibérico Alex Zülle le prometió un comensalismo que tornó en parasitismo.
Sus ayudas pusieron en peligro a las especies dominantes de su ecosistema: ante tu llamada de auxilio procederé a socorrerte pero dejando claro que hoy soy más poderoso que tú, para finalmente dejarte tirado como a una colilla.
A pesar de sus intentos de caza mayor tuvo que contentarse con pequeños roedores, con lo que la dieta de Wladimir no fue demasiado nutritiva. Todo un cordero vestido con piel de lobo que no pasó del rango de macho beta.
Su frustración en la convivencia con otros vertebrados amniotas le llevó a una predación hacia seres inofensivos de otro filo.
Para esto hizo uso de sus pezuñas delanteras provocando así hemorragias nasales en especies que habían trasegado ingentes dosis de néctar vinícola.
Para cerrar el programa de hoy queridos amigos… vamos a adentrarnos en el tenebroso mundo del cernícalo lusitano.
Uno de los pocos ejemplares localizados en nuestro país vecino obedece al nombre de Rui Costa
Enemigo de machos alfa y beta, aunque su mayor enemigo es que le dé el aire de cara. Consciente de su limitada resistencia nunca efectuará un esfuerzo de más, es el súmmum de aprovecharse del esfuerzo de otras especies y llegó a convertirse en rey provisional de su ecosistema fruto de un canibalismo entre sus oponentes.
Actualmente se encuentra en la región del Golfo Pérsico y pese a su belleza se desaconseja completamente su uso como mascota doméstica.
El cernícalo lusitano ni siente ni padece, llegó a emplear artimañas como grabar un anuncio fingiendo un manejo de la lengua de Shakespeare cuando su dominio no pasaba de traducir el «sí, entre entre» como «if, between between».
Y con esto queridos amigos me toca decirles nuevamente no adiós, sino hasta luego.
Creo que, en la vida nunca se puede decir adiós, pues formamos parte de un universo que se reconstruye a sí mismo.
Por Miguel González
Ciclismo antiguo
Cinco gregarios de cabecera para Miguel Induráin
Entre todos hemos escogido los cinco grandes gregarios de Miguel Indurain
En los días que Imanol Erviti ha anunciado su retirada, recordamos algunos gregarios que nos marcaron en tiempos ya lejanos, en los de Miguel Indurain.
Pedro Delgado, hace unos años, recordaba uno de los primeros Tour que Miguel Induráin logró terminar, cuando el navarro le comentó al segoviano que no le había parecido tan duro como los anteriores.
«No, Miguel -le respondió Perico-, el Tour es igual, pero tú cada año eres más fuerte».
En ese momento fue cuando, el entonces líder único de Reynolds, se dio cuenta que su relevo estaba próximo, que otro campeón estaba a punto de eclosionar y que tarde o temprano iba a tener que trabajar para él.
Perico, el mejor maestro de Miguel Induráin sobre el asfalto, iba a convertirse en poco tiempo en su gregario de lujo.
Gregario… ¡qué palabra!
Una profesión de ciclista tan valiosa como poco valorada por parte quizás de algún sector de la afición.
Por eso, hoy, dándole unas vueltas a tan sacrificada labor, hemos querido rendir un pequeño homenaje a lo que nosotros consideramos que fueron los cinco mejores gregarios de Miguel Induráin.
Seguro que cada uno de nosotros tiene su lista favorita, compuesta por esos hombres que siempre estuvieron al servicio de su líder.
Obreros del pedal orgullosos de su trabajo.
Ciclistas que se encontraron a sí mismos y que no miraron en ningún momento su puesto en la clasificación.
Corredores que protegían en el llano a Induráin y otros que le preparaban el terreno en las etapas de montaña.
Hombres que después de completar su labor, levantaban el pie para poder continuar con la faena al día siguiente. Y al otro. Y así hasta el final.
Nombres como el del propio Perico, Rodríguez Magro, Abelardo Rondón, Ramón González Arrieta, Vicente Aparicio o su propio hermano Pruden, entre otros muchos, pero para nosotros este es nuestro auténtico Top 5 de gregarios de lujos de Miguel Induráin.
Marino Alonso, de profesión currante
Fiel escudero de Miguel donde los haya. Si hay un ciclista que ha vivido de cerca los triunfos de Induráin en el Tour, este no es otro que Marino Alonso.
Marino, omnipresente en todas las victorias de Miguel (tan sólo abandonó en el Tour del 94), era además, debido a su corpulencia, el encargado de acompañarlo en el pelotón por si éste sufría cualquier percance en forma de pinchazo o caída para cambiarle de manera rápida su bicicleta.
El cántabro/zamorano siempre se supo ganar con su esfuerzo la confianza del pentacampeón navarro.
Jeff Bernard, trabajo de calidad
¿Quién no recuerda la etapa de Hautacam en el Tour del 94?
A pie de puerto, Pantani ataca y se va solo. Por detrás Induráin aprieta a Bernard: «¡más fuerte Jeff, más fuerte!».
El resultado lo recordamos todos.
Gracias a la gran labor de Bernard, Rominger se queda, se aparta y pone intermitente.
Todos se quedan: Ugrumov, Zulle, Zaina, Virenque. Sólo aguanta Leblanc, hasta que alcanzan a Pantani, con el resultado que ya todos conocemos: el francés se lleva la etapa pero Miguel prácticamente sentencia su 4º Tour.
Jeff fue un gregario de auténtico lujo para Induráin, no en vano decían de él que era el digno sucesor de Bernard Hinault, un corredor completo tanto en montaña como contra el reloj.
Lo consideraron el futuro del ciclismo francés cuando llegó a Banesto. Pero Miguel para entonces ya era el líder único en aquel Tour, el del 91.
En el recuerdo de aquella ronda gala los ataques de Bugno en Alpe d’Huez, mientras Jeff se iba a por él para ayudar a Miguel, quedándose, volviendo a entrar y volviendo a salir a la caza del elegante italiano.
Armand de las Cuevas, la luz rebelde
Conocido como el gregario rebelde de Induráin, Armand de las Cuevas falleció prematuramente a los 50 años de edad, pero su nombre quedará ligado para siempre como un ilustre ciclista que fue uno de los hombres importantes del Banesto en dos de los Tours victoriosos de Miguel pero sobre todo, también, en los dos Giros de Italia conquistados por el navarro en 1992 y 1993.
Fue precisamente de la mano de Reynolds cuando el francés pasó a profesionales en 1989 y se dio a conocer entre la afición, ayudando sobre todo a Induráin y de manera decisiva a la consecución de su primer Giro.
Fue al año siguiente, y también en el Giro, cuando Armand empezó a hacer de las suyas, escapándose en una de las etapas con Chiapucci, que era rival directo de Miguel para la general.
Aquel mismo año ya salió de Banesto, ya que no se plegó a su condición de excepcional gregario y, de difícil trato personal, tuvo que hacer las maletas.
En el Giro del 94 fue cuando exclamó su famosa y misteriosa frase cuando le dedicó «a la luz» su victoria en el prólogo, vistiéndose con la maglia rosa.
Dominique Arnaud, el último gran gregario
El francés Dominique Arnaud, otro ilustre ciclista francés que también nos dejó hace no hace mucho, con 61 años de edad y que también nos marcó por su absoluta lealtad y afecto a Miguel Induráin.
Con Dominique, Miguel siempre tuvo su rueda a su disposición.
Otro fiel escudero que con su enorme trabajo de desgaste se dejaba la piel en las primeras decenas de kilómetros de cada etapa.
Una labor muy sacrificada, poco valorada y nada vistosa, pero que siempre cumplía a la perfección y, según dicen, con una sonrisa en su rostro, satisfecho y orgulloso de haber trabajado hasta la extenuación y haberse dejado todas sus reservas por su líder.
Formó parte del equipo que ayudó a la primera de las cinco victorias de Induráin en el Tour, en 1991.
De él han dicho que fue un fiel ejemplo de la vieja escuela de gregarios que quedó sepultada en el olvido y de los que ya prácticamente no quedan.
Gerard Rué, sacrificada labor
Él mismo nos lo decía: «mi trabajo es simplemente sacrificarme por un líder. No hay duda».
En efecto, primero fue con Laurent Fignon, luego con Induráin, del que se mostró orgulloso de trabajar para un ganador de Tour, mucho más que acabar una carrera entre los diez primeros.
Gerard era así de sencillo, un rubio bretón con gafas que soñó alguna vez con ganar alguna etapa del Tour de Francia «pero que enseguida me lo quité de la cabeza, porque en aquel momento era imposible porque yo trabajaba para que Induráin ganase».
Representaba como nadie el sacrificado oficio de gregario que incluso permitió que, otro compañero trabajador como él, Ramón González Arrieta, ganara la prestigiosa carrera francesa de la Clásica de los Alpes.
Gerard no escondía su admiración por su patrón: «me maravilla su tranquilidad. Ni en la situación que nos parece más difícil se pone nervioso. Cómo calcula y cómo nos dirige», comentaba el corredor que se dejó el alma para cumplir las instrucciones precisas de su jefe de filas el día que prepararon el decisivo golpe en La Plagne.
¿Lo recordáis?
Ciclismo antiguo
1994: La Flecha Valona que cambió el ciclismo
Nada fue igual tras la Flecha Valona de 1994 y los azules haciendo pleno
La primera parte de los noventa se tiene como la época más oscura de la historia del ciclismo y muchos toman la Flecha Valona de 1994 como el cénit.
No son pocos los testimonios que hablan de un ciclismo psicodélico, de corredores que no corrían, volaban, de cosas raras, de podencos hechos caballos de carreras,…
Testimonios no faltan.
Dos son elocuentes. Greg Lemond justifica parte de su declive por las dos velocidades de aquel ciclismo, un salto de rendimiento que apuntaba una sustancia cuyas siglas eran EPO. David Millar habla en su libro de sus primeras carreras como algo inalcanzable, no había ni roto a sudar que el pelotón ya les había dejado de rueda.
#DiaD 20 de abril de 1994
En el año 94, la Vuelta a España seguía disputándose en abril.
En la antesala de la misma estaba el tríptico de las Ardenas, pero en orden diferente al actual. Una semana después de Roubaix, se corría la Lieja, luego la Flecha Valona y finalmente la Amstel, posteriormente vendría la Vuelta que en esa ocasión dominaría a placer Tony Rominger.
La Flecha Valona se presentaba como la reválida para Eugeny Berzin. El ruso de rubia cabellera había ganado en Lieja días antes y era la punta de lanza del potente Gewiss. Por nombres el equipo celeste copaba las apuestas, sin embargo, los italianos no querían ganar, querían sencillamente coparlo todo.
En el llano que precedía el muro de Huy, Berzin, que iba insultantemente fácil, tomaba unos metros sin que nadie osara seguirle, salvo sus dos compañeros Moreno Argentin y Giorgio Furlan. En la cima de Huy Argentin culminaba la masacre, siendo primero por delante de sus dos colegas.
“Ellos ruedan y nosotros nos quedamos. Hacen que ir en bici parezca sencillo, no necesitan ni preparar estrategia alguna” dijo Gérard Rué, el gregario de Miguel Indurain, preso de la incredulidad.
Los peores temores que circulaban por el pelotón se hacían realidad y las sospechas no tardaron en plasmarse cuando al día siguiente en una conversación entre Michele Ferrari y varios periodistas, en una pedanía de Lieja, el galeno afirmaba sin pudor:
“Si yo soy ciclista y sé que hay una sustancia que mejora el rendimiento y otros la usan, yo también la utilizaría. La EPO no es mala, sólo lo es si abusas de ella, como si te atiborras de zumo de naranja”.
En efecto, el ciclismo de dos velocidades ya era un secreto publicado y público, la caja de pandora se había abierto, estallaría en pocos años…
Imagen: Cronoescalada
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