Mundo Bicicleta
¿Quién paga la factura de la Operación Puerto?
Las líneas que suceden en este encabezamiento se hacen desde la rabia incontenida y el subconsciente hirviendo ante el vendaval de despropósitos que dibuja la vida pública de este país que llamamos España. A una terrible sensación de desconcierto, pasamos de los grandes retratos, el político, económico y social, a concretar realidades menos relevantes, pero igualmente significativas de cómo están las cosas.
La Operación Puerto como juicio quedó en la historia, aunque supongo que no del todo, pues quedan simas que partes implicadas, e indignadas, querrán aprovechar para arreglar lo suyo. Sin embargo recorre la sensación de que lo gordo, el meollo está resuelto. Y de qué forma. Es tal la unanimidad de que el fallo nos satisface las expectativas que hasta los dos altares de la desinformación coinciden desde sus ópticas diametralmente opuestas de la vida:
El País: “¿El gran encubrimiento del dopaje?”
El Mundo: “¿El mayor encubrimiento de la historia del deporte?”
En ambos atriles inciden en la insatisfacción internacional ante la forma española de lavar los trapos sucios. No contentos con la perenne imagen de suciedad que acompaña nuestro deporte, la mejor oportunidad de demostrar que esto iba en serio, que el cambio estaba en camino, ha sido fulminada con una resolución que abre la puerta a ampliar el serial.
Hubo un día que Eufemiano, con esa ironía que hipnotiza, comentó el coste que le significaba al estado su presencia en Madrid. Galeno de profesión no podía ejercer para lo que el papá estado le paga pues se le requería en un juicio donde el fallo, todo sea dicho, no podía ser muy diferente al que al final se ha dictado, pues alguien en la Guardia Civil se apremió a lanzar la Operación Puerto cuando España aún no tuvo marco vigente para purgar a los culpables.
Frente a esta incongruencia legal ¿para qué este camino? ¿Para qué tal dispendio? El juicio ha implicado la disposición de medios físicos y materiales de importante coste. A ello hay que añadir la presencia de testigos de primera línea, exciclistas, hematólogos, médicos y otros citados que en su desplazamiento y testimonio han incurrido en nuevos dispendios.
Al final de muchas de esas declaraciones hemos sacado terribles conclusiones y visto que la panoplia de “hacer salud” sugerida por Eufemiano no se sostenía. Sin embargo la suerte estaba echada. Luego están los medios policiales desplegados. También cuenten la custodia y conservación de bolsas de sangre que serán destruidas. Sus propietarios no interesan. España está para estos gastos y muchos más.
¿Toda esta factura quién la paga? El contribuyente, usted, yo, el otro. El resultado de este fiasco a la vista está. Incluso es más, si en algún momento España retomó parte de su crédito acaba de desandar el camino con creces. Es decir, efecto contrario al deseado. Quizá la hostelería madrileña, los días de efervescencia, notó algo el “evento”, por lo demás todo son pérdidas de tiempo y dinero, al margen del irreparable daño propinado al ciclismo como “deporte único” implicado en la cuestión. Señores, esto no es lo que los sabios llamaban “buen gobierno”.
Foto tomada de www.elperiodicodearagon.com