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Mis nueve ciclistas colombianos

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De entre los muchos ciclistas colombianos, nos quedamos con estos por motivos de estadística y sentimiento

¿Qué pasa en Colombia  y con los ciclistas colombianos?

Es obvio que en la primera capa, la que vemos todos, la que casi tocamos con los dedos, la explosión no lleva a engaño, tienen para todo y en todos los frentes.

Una realidad fecunda que cuando escarbas más allá, y sabes de la base, la segunda línea no es tan reluciente como la primera, sin embargo ello no quita para que los ciclistas que llegan al máximo nivel consigan asombrar como pocas veces vimos desde una misma nación.

Esta lista que procuramos a continuación recupera la cifra mágica del nueve, la cantidad de ciclistas por equipos que en los «buenos tiempos» tomaban la salida en cada carrera.

Además del nueve, esta lista viaja por el tiempo, los años, los sentimientos y la estadística, que está para respetarla.

Y claro cualquier listado que viaje por entre los ciclistas colombianos tiene que empezar por Nairo Quintana.

Un Giro más una Vuelta, un puñado importante de vueltas de una semana tipo Volta, Romandía, Tirreno… un palmarés de lujo, etapas en las tres grandes y sobretodo ser el líder espiritual del ciclismo en ese lado del globo.

Cualquier comentario jocoso, semiofensivo con Nairo levanta ampollas y desata insultos, como poco, de una buena parte de la parroquia.

En este caso, es el ciclista total, aglutina pasión y estadística, no es sencillo.

No verle para los objetivos que le atribuíamos hace cinco años no le resta un ápice de atractivo.

 

Le sigue por méritos propios un corredor que amenaza con romper todo lo normal y conocido, Egan Bernal.

En él confluye lo mejor de la historia del ciclismo colombiano, un ciclista con un apetito enorme, que quiere mejorar en todos los terrenos, al mismo tiempo, que no descuida nada y rueda a mil donde se tercie.

Haber sido el primero en ganar el Tour le aúpa tan arriba, seguramente sea sesgado, pero es que el Tour tiene el valor de un oro en el medallero olímpico.

Tercero por motivos sentimentales y ochenteros, Lucho Herrera, el jardinerito que se arroja cierto carácter pionero ganando la primera de las cuatro grandes que cuelgan de la vitrina colombiana.

Herrera fue posiblemente el mejor escalador de los ochenta, escalador entendido como puro, de esos que sufrían ardores cada etapa de la primera semana de Tour para llegar vivo a la montaña.

Con Lucho, tenemos a Fabio Parra, quien probó los podios de la Vuelta y el Tour.

Podríamos decir que Fabio fue el primero de los no escarabajos entre los ciclistas colombianos, un abnegado ciclista que lució contra el reloj en más de una ocasión, una habilidad que apreciamos de esa hornada que trepaba en camarilla las mejores paredes de la época.

¿Cuántas veces vimos una subida con un Vargas, un Cárdenas, un Farfán y un Camargo entre otros en el grupo cabecero?

 

Pasando al quinto nombre, el papá del presente de Colombia en el ciclismo: Rigoberto Urán.

La escasez de la primera década del nuevo siglo tocó a su fin con Rigo, un ciclista de registro amplio, con un palmarés curioso y tremendos talegazos en su historial médico.

No sé si Urán tocó techo, pero su aportación a este éxito es el equivalente al de Herrera en los ochenta.

No está en el top 10 estadístico, ni siquiera, casi, en el top 20, pero el ciclismo necesita recuperar la mejor versión de Fernando Gaviria, el arma definitiva, que se cinceló en los velódromos para abrir el imaginario a éxitos que el ciclismo colombiano quizá no soñaba ni hace cinco años.

Séptimo en la lista un corredor discreto que rompió el molde, Álvaro Mejía, un croner tostado, elegante que tuvo a tocar todo un podio del Tour.

La octava plaza es para la elegancia sobre la máquina, podríamos haber escogido a Esteban Chaves, pero apuntamos a Oliverio Rincón, un estilete fino que en los noventa como marcara una etapa no había quien se le pusiera por medio.

La cabalgada aquella que acabó en Andorra, Tour de 1993, quedó en los anales como una de las mejores exhibiciones de talento y clase que recordamos, una de otras tantas que dio.

Y cerramos con el que consideramos el mejor gregario colombiano que hemos apreciado estos treinta años de ciclismo, el moreno Abelardo Rondón, muy apreciado en el Reynolds de Perico, el Banesto de Indurain y llamado a filas por Bugno al Gatorade.

Su paso era un servicio limpio y pulcro para el capo que se terciara.

Esta es nuestra lista, nueve ciclistas colombianos para explicar el éxito que hoy reluce… sólo lamentamos habernos dejado un buen puñado.

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