Ciclismo antiguo
Miguel Indurain sí fue un ganador
Ayer casualmente este reportaje sobre Miguel Indurain pasó por el muro de nuestro Facebook. “Miguel Indurain, protagonista a la fuerza” se llama la pieza y nos dibuja el ciclismo español y en España en los albores del año 1996. Un panorama muy diferente al actual, con un gran ídolo en su recta final, le quedaba un año exacto en el pelotón y las nubes y claros que dejaba con su retirada.
Era el ciclismo que narraba Pedro González, aunque la voz del reportaje fuera de Carlos de Andrés, era el Tour que dirigía Jean Marie Leblanc, compañero en el Bic de José Miguel Echávarri, y esos días al mando de la mejor carrera, “que tanto le dio a Indurain” según afirma. El tiempo quiso juntarles de nuevo a ambos en roles complementarios pero simultáneos.
Era el ciclismo de las bicicletas en las cuentas corrientes, en las enciclopedias de “Érase una vez…”, pero era el ciclismo, y eso no se cuenta porque nadie quizá podía imaginarlo, que antecedió a la tormenta, ya sabéis Tour de 1998 y todas esas cosas.
De todo el reportaje, al margen de retratar a un personaje, queda patente que Miguel Indurain siempre fue una persona de hechos consumados, aunque me llamó la atención el momento que se habló del gen ganador del campeón navarro.
Hay alguien, no recuerdo ahora quién, que dice que Miguel Indurain no era un ganador.
Acabáramos, pues hubiera faltado.
Salen imágenes de las llegadas a Lieja y Hautacam donde Miguel Indurain asestó sendos golpes a la carrera mientras veía como Johan Bruyneel y Luc Leblanc ganaban el premio parcial. De esas imágenes vimos unas cuántas en su trayectoria. Incluso algunos se basan en el mundial colombiano que acabó ganando Olano.
No creo que Miguel Indurain no fuera un ganador, lo que fue es un pragmático hasta las últimas consecuencias y en cierto modo el primer campeón moderno, el ciclista que rompió los moldes de tirano que había impuesto su antecesor en lo más alto, Bernard Hinault, para saber cómo y cuándo moverse en un ciclismo cada vez más complicado y exigente.
En la mesura, la concreción de los objetivos, ser prudente, moverse cuando correspondía, marcar en rojo ciertos días, sobrevivir a los malos, repartir prebendas en espera de que el favor fuera devuelto,…. Todo eso es “realpolitik” aplicada al ciclismo y todo eso zanjó Miguel Indurain cada vez que se ponía un dorsal.
Fue un campeón que no ofendía, que apabullaba con naturalidad en días como el de Luxemburgo, muchísimos años después la jornada de ciclismo más bestia que he podido presenciar, y la gente lo tomaba a bien, no se alteraba. Ganaba con naturalidad, subiendo al podio, saludando a todos, no dejándose a nadie por hacer un guiño, respetando los tiempos, siendo un príncipe renacentista: capa de seda envolviendo un poder como pocas veces hemos visto.
Muchos años después nos ha gustado ver este reportaje.
Imagen tomada de Educación física y Cultura física
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