Mundo Bicicleta
Cuando la Lagos de Covadonga era una marcha 100% cicloturista
Hace más de 20 años, la Huesera era la madre de todas las rampas y paradigma de dureza extrema
El haber leído las críticas vertidas sobre la célebre marcha de los Lagos de Covadonga, me ha hecho recordar que yo hace un tiempo los descubrí de manera muy diferente a cómo se vive la prueba hoy en día.
Mayo de 1996.
Han pasado 23 años.
La verdad es que le teníamos muchas ganas a esta marcha y sus míticos Lagos de Covadonga
Llevábamos unos años con la idea de subirlos y aquella temporada finalmente lo logramos.
Aquel grupo inseparable de amigos que éramos Ramiro Olivera, Albert Formatger, Jordi Lombarte y yo mismo, fuimos los cuatro que, de los 10 ó 12 que en diciembre estaban muy animados, decidimos afrontar esta pequeña gran aventura.
Conocíamos la dureza de las rampas de los Lagos.
Por eso, ya durante el mes de enero, empezamos a entrenar con el objetivo de llegar a finales de mayo en buena forma para intentar escalarlos dignamente.
Coll Formic, Turó de l’Home, Bracons, entre otros muchos puertos ascendidos, quedaron atrás, siempre pensando en los Lagos de Covadonga.
El tiempo pasó deprisa y había llegado el momento de la verdad.
Salimos los cuatro colegas el viernes desde Barcelona con un largo viaje por delante.
A las nueve de la noche de aquel día, llegamos a Cangas de Onís, después de pasarnos todo el día dentro del coche.
Una vez recogidos los dorsales y los regalos ofrecidos por los organizadores de la marcha, el Club Ciclista Nava 2000, nos dirigimos dirección a los Lagos.
Eso sí, en coche, sólo para comprobar con nuestros propios ojos lo que nos esperaba al día siguiente.
No hace falta decir que, motorizados, la subida parecía bastante asequible, pero cuando alcanzamos a ver la terrible Huesera fue como si, de repente, una gran pared se hubiera levantado delante de nosotros.
Y no quedaba ahí la cosa.
La dureza continuaba accediendo al Mirador de la Reina y hasta llegar a los Lagos.
En aquel momento, quedamos maravillados por la belleza de aquel paisaje.
Nos alojamos en el Hostal Adelina y, después de cenar, muy mal, por cierto, dimos una vuelta por el pueblo, a estirar piernas.
Se vivía un grandísimo ambiente ciclista.
Visitamos el “Puente Romano” y las sidrerías de la Plaza Mayor, donde conocimos más de un lugareño que nos enseñaba a escanciar la sidra.
¡Todo un arte!
Por fin llegó el sábado.
La salida se dio a las 10 de la mañana y participamos 3500 cicloturistas venidos de todas partes de España.
Una vez revisadas las bicicletas y, después de haber tomado un malísimo desayuno ofrecido por Adelina, con bastantes nervios, nos pusimos en marcha y comenzamos a dar pedales por aquella bella tierra asturiana.
Tuvimos suerte y disfrutamos de un día de sol espléndido.
De entrada, ascendimos el alto de Las Coronas y continuamos hacia Ribadesella, Playas de San Antolín –donde paramos todos a avituallar- siguiendo por el desfiladero del río Cabras, Nueva y, de aperitivo antes de los Lagos, el puerto de la Robellada, que lo habían puntuado como de 3ª categoría.
Después de un rápido descenso, llegamos al santuario de Covadonga y, por tanto, al inicio de la escalada final y decisiva.
De extraordinario se tendría que calificar el ambiente a pie de carretera, con mucha gente animando a los ciclistas.
La subida a los Lagos es muy dura y desde un buen inicio con rampas de hasta el 12%, una parte más dura al 15% seguida de un descanso entre el 8 y el 9%.
Así hasta que alcanzamos la terrorífica Huesera: dura, muy dura, durísima, aunque no obstante, pudimos afrontarla muy bien.
Por la carretera se veía ascender todo un hormiguero humano, con escenas de todo tipo, algunas de ellas desagradables, como ver gente retorciéndose de dolor.
Llegamos, de esta manera, por fin a la cima, cansados pero muy contentos, una hora antes del cierre del control que estaba limitado a las 15,30 horas de la tarde.
Por la tarde, la organización ofreció una gran fiesta: una “merienda espicha” como allí la llaman, a base de queso de Cabrales, sidra y bocadillos.
Luego llegó la entrega de diplomas.
Todo salió a la perfección.
Ahora, escribiendo estas líneas, me vienen ganas de volver el año que viene, sobre todo con mis antiguos amigos y compañeros del Club.
Así que, Adelina… ¡ves calentando el café!