Ciclismo antiguo
Los mejores triunfos son a deshoras
Algunos de los mejores triunfos nos cayeron por la noche o de madrugada
El ciclismo, deporte de sobremesa y tentado de siesta, sabe diferente cuando se disputa a deshoras, fuera de ls horarios más habituales, tan diferente como para decir que a veces los mejores triunfos se producen cuando otros duermen o van a ir a domri.
En el eterno debate de dónde está la esencia máxima del ciclismo siempre surgen los dos escenarios: grandes vueltas o clásicas de un día.
Para mí, la verdad, está en las segundas.
¿Por qué? pues muy sencillo, porque ponen los nervios a flor de piel, porque no hay partido de vuelta, ni opción de enmendar, porque ponen toda la exigencia sobre el deportista, a sabiendas que no tendrá otra carta por jugar, porque concentran todas las características de este bello deporte en un momento, un instante: soledad, sufrimiento, emoción, nervios y condición física, porque sin un estado insultante es imposible disputar nada.
En España las clásicas y carreras de un dia han sido largamente ignoradas, incluso hoy en día calan, pero piano piano, y eso que en los últimos veinte años hemos vivido buenos momentos en este tipo de carreras.
De hecho, sí yo hubiera de escoger grandes instantes que me ha tocado vivir, me quedaría con dos, largamente glosados, y ambos además han sido lejos de aquí, en zonas de usos horarios muy diferentes, dándonos ciclismo a deshoras, lejos de esas sobremesas de Tour y Vuelta.
El primer momento, lo tendréis presente, fue ese domingo de octubre del 95, una jornada inolvidable por Boyacá, la tierra de Nairo, que por aquel entonces sería un retoño de cinco años.
Sí fue el Mundial de Olano e Indurain, aquel infinito recorrido por los alrededores de Duitama, con la lluvia, Pantani y las imágenes de un ciclismo envejecido que sigue poniéndonos el bello de punta.
Llegaron sobre las diez de la noche, prime time con las noticias desplazadas de la parrilla y Olano encogiéndonos el corazón con su rueda pinchada.
Pasarían unos años, unos trece, para volver a tener ciclismo a deshoras.
Fue una mañana de sábado, agosto de 2008.
Primer día de los Juegos Olímpicos de Pequin y un asturiano llamado Samuel Sánchez, el hombre que hizo de su oro su comodín en la vida, rodó como los ángeles aquel día.
Entre Andy Schleck, Cancellara y Rebellin, Samu hizo chillar a Juan Carlos García como un poseso cuando atravesó el umbral de la Gran Muralla.
En Río y Tokio tuvimos ciclismo a deshoras, como en el próximo mundial de Australia que nos enganchará temprano.
Si la carrera es igual de memorable que las dos últimas olímpicas, con Van Avermaet y Carapaz, volveremos a decir que los mejores triunfos son a deshoras.
Ciclismo antiguo
Il Lombardía y el ciclismo auténtico
Todo buen ciclista italiano siempre mira a Il Lombardia
Muchos italianos pululaban por las salidas de la Vuelta a España, inquietos, afinando la forma, cuidando la figura. Están concentrados al 110%. “¿Vais al mundial” les dices. “Sí, al mundial, y a Il Lombardia”.
Es su monumento, el monumento, ese que algunos ven ahí, en octubre, lejos de los otros cuatro, pero que es un canto al ciclismo imperecedero.
Es el camino que nunca cesa, el círculo que nunca acaba. Lombardía a través de los tiempos, el ciclismo que muda, entre villas e iglesias románicas, lagos y enmohecidos bosques que desnudan su belleza cobriza, el ciclismo centenario, que bebió de la “belle époque”, Gino y Fausto, pero de los que vinieron después.
Porque si el ciclismo es eterno en algún sitio, pensad en Italia.
Il Lombardía es la meta desde hace 117 años.
“Dios creó la bicicleta para que el hombre la utilizara como en el instrumento de esfuerzo en la dura carretera de la vida” reza el busto de Fausto Coppi, en en Ghisallo, la ermita de los ciclistas desde donde se atisban las lomas que anidan el lago de Como.
Como toda grande que se precie, Il Lombardía nació para el relato de la prensa.
Era el titular de la época, el que gustaba y duplicaba tiradas.
La Gazzetta dello Sport sacó de cero la carrera. Era otoño, otoño de 1905, la Italia del norte, la que conectaba con la Europa que vivía en la efervescencia de miles de cambios que la acechaban.
Todo fue cosa de Desgrande italiano, Armando Cougnet, que inaugurando su nuevo semanario “Gli Sport”. “No hay tiempo que perder, necesitamos ideas y pasión a raudales, debemos atacar primero, tomar posiciones”.
Así era la prensa de principios de siglo XX, una lucha sin cuartel y pensaron en Lombardía. Estudiaron rutas con el Touring Club, pasaron dos años, madurando y meditando la propuesta, hasta que fueron a la Gazzetta y ésta echó el resto.
Titulares lustrosos y grandes sobre fondo rosa: “Un critérium de otoño”.
Pensaron en noviembre, y un mes antes lo anunciaron, querían probar a los corredores en medio del incipiente invierno. 53 probaron las “delicias” del trazado, saliendo del sur de Milán, de enfrente de una trattoria, de nombre Boschetto in Rogoredo, a las seis de la mañana de un doce de noviembre.
Un tal Romolo Buni dio la salida ondeando la tricolor.
Buni era prehistoria itálica, estrella de la pista, se había medido contra el caballo de Buffalo Bill.
E Il Lombardía creció, y vivió la época dorada, que arrancó Alfredo Binda, el corredor cuya ausencia en el Giro estaba remunerada para dar opciones a los rivales, que siguió la estela de Constance Girardengo y que vio el florecimiento de un toscano que leyó Dante y comprendió a Miguel Ángel, Gino Bartali, quien antecedió a Fausto Coppi, la leyenda que atravesó generaciones y corazones.
Coppi ganó su quinto Lombardía en 1954, lo pudo hacer a los años, pero lo evitó Darrigade. Luego no hubo grande italiano que no escribiera su nombre en Il Lombardia: Bitossi, el ciclista del corazón loco, Gimondi, Moser, Saronni, Baroncheli, Bartoli, Cunego, Bettini y Nibali como síntoma de que aquí, el alma de ciclismo italiano que sobrevive a los tiempos como el garante de la tradición auténtica.
Imágenes: FB de Il Lombardia
Ciclismo antiguo
El Giro, Tour y Mundial de Stephen Roche
La segunda y última triple corona se la caló Stephen Roche hace más de 35 años
Stephen Roche era en el invierno del 86 al 87 uno de los ciclistas más notables del pelotón, un ciclista en franca progresión, con victorias puntuales en el Tour y París-Niza, formado en Francia pero enrolado en el Carrera de Davide Boifava, el gran mentor de Claudio Chiapucci, entre otros.
Un año después Stephen Roche era la bomba, el corredor de moda, el ciclista total.
1987 es una de las temporadas más excelsas vistas jamás, la triple corona, la misma que Eddy Merckx había firmado una década y pico antes quedó inmortalizada y repetida por un irlandés.
Nadie más que ellos dos lo ha logrado y, como repetimos casi todos los días, Tadej Pogacar opta a repetirlo.
Hace un tiempo nuestro amigo Miguel González nos hizo un retrato del surresalista Giro de Italia de aquel año, centrando el argumento en el Carrera, la serpiente de las dos cabezas: Roberto Visentiny el citado Roche.
Aquella carrera tuvo pasajes míticos, pero ninguno como el de Sappada:
Ahora por fin llega Sappada. El desternillamiento comienza con un Roche que empieza a salir a ataques ante lo que Visentini decide marcar a su compañero como si fuese su peor rival, todo ello aderezado con que anda metido en la fiesta Bagot del Fagor, equipo en principio untado… pero no por Carrera en bloque sino únicamente por los dos compis de habitación… de risa tía Felisa.
Roche que es un gran bajador se larga en el descenso y lo hace en compañía de Bagot, que no se corta un pelo en colaborar, aunque por desgracia pincha el francés y se queda cortado.
Con Stephen escapado y tirando a muerte quién es el que tira en el pelotón… pues un tal Chiappucci de Carrera.
Esto empieza a ser Babilonia.
Ante todo este esturreo a Boifava no le queda otra que acercarse a Roche, la orden es clara: PÁRATE.
El irlandés tampoco deja interpretaciones a su respuesta: pues va a ser que no.
Roche continúa con su cabalgada, en el grupo de favoritos se producen ataques que hacen pasar apuros a Visentini… pero Schepers pasa olímpicamente de esperar
De ese Giro, Stephen Roche casi no sale vivo por la ira de los seguidores de Roberto Visentini, pero lo hizo y vistió una maglia rosa final que tuvo otros episodios importantes, como una crono en descenso que empezó en el Poggio y finalizó en San Remo.
Semanas después llegó su antológico duelo con Perico en el Tour de Francia, en una de las ediciones más cambiantes, inestables y emocionantes que recuerdo.
De la exhibición de Jeff Bernard en el Vnetoux, a la crono de Dijon que certificó el triunfo del irlandés ante Pedro Delgado.
Por mejor la escapada camino de Villard de Lans, el amarillo que Perico logra en Alpe d´ Huez, pero no logra fortalecer en La Plagne y las escapadas inesperadas de Roche que obligaban a Perico a ir a remolque.
De esa edición, todos recordamos la llegada a La Plagne cuando Perico lo puso todo para abrir más hueco cara a la crono final, pero no lo logró.
Desmayado en meta, Roche fue retirado con oxígeno y en helicóptero, disfrutando a la postre de más rato de recuperación que el segoviano, de amarillo y pendiente de pasar por todos los medios.
Y llegamos al Mundial, en Villach, Austria, una carrera en la que las apuestas juegan a favor de Moreno Argentin y Sean Kelly.
Un ataque de Ron Golz en la subida definitiva rompería el grupo, entrando Roche en el delantero para, más listo que el hambre, dejarles sin migas a los rivales.
Cuando ese maillot verde, liso, luminoso, precioso, cruzó la meta, se acababa de firmar la segunda y última triple corona de la historia.
Imagen: TW Cristóbal Cabezas
Ciclismo antiguo
Tourmalet: Y si Bugno hubiera seguido a Chiapucci e Indurain
Esa duda de Bugno ante Indurain y Chiapucci torció la historia
Qué tarde aquella de Val Louron en este mal anillado cuaderno varias veces recreada, con más pelos que señales, pues el recuerdo distorsiona los hechos reales, aunque tengamos una imagen más o menos fidedigna de lo que sucedió entre Indurain, Chiapucci y Bugno.
Lo habíamos dejado en la cima del Tourmalet, el relevo estaba en marcha, la generación del 64, con 27 años, comparado con los de ahora, estaba lista para pasar página: Indurain y Chiapucci, pero también Bugno habían dejado atrás de forma definitiva a los Lemond, Fignon y Perico.
Estos tres, aunque algún coletazo más darían, no volverían a tener el Tour en su radar.
La cosa estaba por delante, cuando Indurain saltó en el descenso, viendo que «Lemond y Leblanc están cortados y Bugno anda esperando el coche de equipo» dice Carlos Tigero en la «Estela de Miguel«, con Chiapucci haciendo de puente con Mottet.
El baile de nombres en la cumbre a la sombra del Pic du Mid habla de la trascendencia del momento
Luego, ya sabéis, Indurain alcanza Saint Marie de Campan, Chiapucci salta en el falso llano previo al Aspin y Bugno… Gianni vacila.
Qué sencillo es verlo ahora, qué complicado entonces.
En esos momentos en el que el grupo nombre se recomponía por detrás, Indurain y Chiapucci empezaban a hacer camino, ¿por qué no siguió Bugno a su compatriota?
Hasta ese momento, Gianni Bugno era top en las quinielas para el Tour, había ido creciendo en jerarquía y resultados, en Francia ya sabían de él, había ganado nada menos que Alpe d´ Huez un año antes y sentado su primer top ten.
Sabía lo que implicaba ganar una grande, el Giro de 1990, algún monumento y era posiblemente la estrella más rutilante que había de aterrizar, pero dudó, Chiapucci se le fue, mientras Indurain camina solo, y Bugno nunca más volvería a tener opciones reales de ganar el Tour.
En la cima del Aspin la brecha real era enorme, Indurain espera a Chiapucci -«era el mejor que podía haber saltado» cuentan en el libro de referencia- pues Bugno se dejaba dos minutos en compañía de Fignon y Mottet.
Esa ventaja iría a más, mientras los dos de cabeza caminan juntos como uno, Bugno se deshace de la compañía francesa pero sus 50 pedaladas por minuto son insuficientes, incluso para él, quien en el momento más oscuro de la agonía, nunca pierde la elegancia supina que rodea cada cosa que toca.
Ese minuto y medio que perdería en Val Louron fue una brecha que no haría otra cosa que ensancharse.
Gianni, el mismo Bugno que vaciló tras el Tourmalet, sería el que, un año después postrara irisado las armas frente al campeón navarro en el pie de Sestriere para nunca más optar a ganar el Tour.
De hecho días antes, en Luxemburgo fue consciente de la realidad, pero el derrumbe de Bugno en Sestriere fue muy gráfico, mientras Chiapucci volaba entre multitudes e Indurain ataba, medio apajarado el amarillo.
Es curioso, hablando de líneas y trayectorias lo alto que iba la de Bugno antes de ese momento en el que se cruzó con la de Miguel y se invirtieron las tornas, un singular hecho que traemos como fruto de lo que fue pero pudo haber sido…
Ciclismo antiguo
Mundial ciclismo: Antes que Remco estuvo Olano
Abraham Olano fue el primer ciclista en aunar mundial de CRI y fondo
En la historia de los dobletes de Remco Evenepoel, en especial en el mundial, cabe apuntar que el primero en lograrlo fue Abraham Olano.
Ya sabéis que en este mal anillado cuaderno somos mucho del guipuzcoano.
Ciclista por el que hoy pagaríamos en el ciclismo español, un croner de excepción, un trabajador incansable e injustamente tratado por aquellas comparativas que son veneno cuando le colgaron el cartel de sucesor de Indurain.
Pero Abraham Olano fue mucho más que esa truculenta historia y en concreto cuando hablamos del mundial.
En casa de los Olano, no sé si a la vista o no, se guardan un par de maillots irisados que llevan la muesca de uno de los grandes de su tiempo.
Fue campeón del mundo de fondo y contrarreloj con una diferencia de tres años, marcando el antecedente que Remco Evenepoel inició en el mundial de Australia, hace un par de años, y completó el pasado en Glasgow.
Los mundiales de Abraham Olano tienen un curioso elemento en común, sus dos acompañantes en el podio fuero también españoles.
Si Miguel Indurain fue plata en Colombia, Melcior Mauri lo sería tres años después en Países Bajos.
El primer mundial de Olano, como el de Remco, fue muy lejos de casa, en Duitama, Colombia, y pasa por ser uno de los mundiales más discutidos, analizados y comentados de la historia, en especial en este lado de los Pirineos con una cueva de opiniones que repiten que Miguel Indurain debería haber sido el campeón en Duitama.
Aquella tarde-noche, aquí en España, casi treinta años después, fue historia mayúscula de este deporte, en un ejercicio coral en el que Abraham salió beneficiado de la alargada sombra de Indurain.
Esto fue así, se jugó a ganar con el equipo, Indurain aceptó y el resultado es más que justo.
Tres años después, en Valkenburg, la selección española volvió a doblar en lo más alto del podio con dos croners excelsos.
Abraham Olano y Melcior Mauri fueron oro y plata acompañados por aquel ucraniano cuyo pedaleo causaba dolor a la vista, Serguei Hontchar, dejando a Lance Armstrong en la cuarta plaza.
Esa tarde, que recuerdo fría, oscura y hostil, Olano firmó una efeméride que Remco ha igualado y que veremos si logra doblar este domingo o en años sucesivos.
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Galego mindoniense
8 de septiembre, 2022 En 21:10
El ciclismo en ruta es un deporte de resistencia, donde llevas a tu cuerpo al límite. Y no hay nada que ponga más a prueba el cuerpo de un ciclista que 21 días de carrera (con solo 2 días de descanso) con etapas de entre 150 y 250 km (exceptuando las cronos).
Por lo tanto, las Grandes Vueltas son la esencia máxima del ciclismo en ruta.