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Las historias del abuelo ciclista

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Llorenç Cabrol nació en 1888. Ciclista enrolado en la Cruz Roja, fue uno de los impulsores de la asociación de cinco clubes ciclistas de Barcelona que en 1917 dieron vida a la Agrupació Ciclista Montjuïc, entidad que este año cumple cien años de vida.

Conocida también como «la Grupa» el otro día, en la presentación de “Secundario de lujo” en el Campus de Orbea en Barcelona, vino uno de sus representantes a saludarnos y hablarnos del cariño que le están poniendo al centenario, pues Jaime Mir fue director del Tedi, equipo que la agrupación barcelonesa.

Sobre Cabrol y su “Grupa” añadir que fueron pioneros del ciclocross en España, organizando la primera carrera de la que se tiene constancia en 1921 y que organizaron una carrera pionera que luego daría lugar a otra emblemática prueba: la Subida a Montjuïc, la precursora de la escalada que todos conocimos hasta hace diez años.

Una día pude estar en la casa de Pau Cabrol, el hijo de Llorenç. Desde su salón comedor, con vistas de primera línea sobre la Sagrada Familia, me habló de su padre, de los orígenes de la Grupa, de los primeros tiempos. Ellos regentaron también Ciclos Cabrol y presidieron la entidad centenaria. Me habló como su padre reunió todo el archivo del Montjuïc los días que las tropas franquistas entraron en Barcelona, para mantenerlo íntegro y saborearlo estos días. Qué historias.

Son las historias del abuelo, que en ciclismo son más añejas su cabe. Porque volviendo sobre Mir y la presentación, pudimos hablar de muchas cosas de este personaje, llamadlo como queráis, porque alguno se ofende absurdamente si le etiquetamos de auxiliar. Entre esas cosas, hicimos un pequeño índice sobre lo que contiene el libro y que está explicado de viva voz, como quizá en unos años no podamos oírle porque la vida pasa para todos.

Cuando hablas con Mir lo haces con una persona que vio ese saco de huesos que era Bahamontes ganando el Tour del 59, que comprobó las eses de Tom Simpson en el Ventoux, minutos antes de morir, que apreció la intimidad de Luis Ocaña, que cena y convive con el arisco Pérez Francés, que fue testigo como Santiago Revuelta convenció a Teka para que invirtiera en ciclismo y que lidió con la excitada gendarmería que escudriñaba las podridas entrañas del Festina en ese infausto Tour del 98.

Cuando hablas con él, lo haces con un testigo primero de la historia, la suya, que es única y real, que se ha cruzado con la de nombres y acontecimientos que trascienden, hasta con el general De Gaulle. Esa suerte que es tan poco apreciada, la tuvimos durante los meses que nos dedicamos a entrevistarle y a hablar con Jaime y oír sus historias con esos giros que gustaron entre la audiencia que nos acompañó la semana pasada en la presentación del libro.

Porque apreciar lo que nos cuentan nuestros mayores, además de entretenernos y deleitarnos, nos sirve de mochila ante la vida y lo que ha de venir, y a veces cuando llegar a puerto te das cuenta de que lo que todo lo que llevabas en las alforjas te fue necesario. Por eso os recomiendo que cuando se os acerque alguien contando esa batallitas del abuelo, no minusvaloréis lo que os dice, porque seguro sacaréis algo en claro. Yo lo he hecho, con Mir, pero también con Casadevall, con Gadea, con Cabrol, con Esmatges y otros muchos que me han dado el gusto y cariño que tengo por este deporte.

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