Vuelta España
La Vuelta: ¿Por qué vemos metas vacías?
La falta de gente en las metas de la Vuelta debería preocupar a la organización
No es un secreto que las metas de la Vuelta, pero también del Giro, del Tour, de cualquier evento ciclista, y no ciclista, son un hervidero de gente variopinta.
Muchos, por ejemplo, no tienen nada que ver con el ciclismo, son invitaciones, VIP´s que pagan la fiesta, patrocinadores que hay que tener contentos.
No puede ser de otra manera.
Las metas de la Vuelta no escapan a esa realidad.
Recordamos esta pieza de Nico Van Looy sobre las carpas del Tour de Flandes y de lo que se cuece en ellas, a veces lo de menos es el ciclismo.
Nosotros mismos en el pasado Giro de Italia, tuvimos que quedarnos a unos seis kilómetros de la cima de Lago Serrú porque sencillamente «ahí arriba tienen que subir muchos y no caben todos«.
Queremos compartir con vosotros una carta que nos escribe un lector…
La Vuelta: Metas despobladas dicen….
Después de leer ayer algún artículo que hacía referencia a que las metas de la Vuelta España, están despobladas de público y que esto da una imagen un tanto desoladora, me gustaría dar mi punto de vista sobre porqué puede que ocurran esta situación.
Ayer -por el pasado lunes- fue el día de la etapa reina de la Vuelta a España que finalizaba en el Puerto de la Cubilla.
Por lo menos así lo era para mí como asturiano.
Así que muchos amantes del ciclismo nos dirigimos a afrontar este coloso, con la ilusión de subir el puerto engalanado con pancartas y publicidad, como si fuéramos nosotros parte del pelotón profesional.
Cientos de personas subíamos el puerto en una sintonía perfecta, unos animándonos a otros cuando veíamos que a alguno se le atragantaba algún repecho, animando a los niños que hacían la tentativa de subir este puerto junto a sus padres.
Era un ambiente festivo al que se añadían los ánimos y vítores que nos dedicaba la gente desde las orillas de los pueblos y en las cunetas.
Pero cuál fue nuestra sorpresa cuando unas dos horas antes de que en teoría llegaran los ciclistas a un km escaso de la meta, ya no nos dejaron subir y nos dijeron que la meta estaba cerrada.
No hubo explicaciones.
Compañeros de fatigas que habían logrado pasar unos instantes antes nos decían que era una vergüenza que la meta estaba vacía de público, que no había nadie. Entre la mayoría de nosotros cundió el desaliento y nos dimos la vuelta con una sensación de pena por no haber alcanzado nuestro objetivo.
No llegamos a la meta de la Vuelta en La Cubilla.
Con esto no quiero acusar a nadie porque no se los motivos, por los que dos horas antes de que los ciclistas lleguen se corte el paso por meta, supongo que será un tema organizativo o por seguridad.
Pero en estos casos, en los que subimos en su mayoría somos cicloturistas, es complicado que subamos un kilómetro andando con nuestras bicicletas y calas, para que luego nos quedemos en la meta a animar a nuestros ídolos.
Quizás para estar en meta haya que ser digno de ello y tener que aguantar más de dos horas en una cumbre en unas condiciones atmosféricas poco favorables.
O que tengas suerte y seas uno de los invitados de la Vuelta para estar en meta.
Son esos invitados que suben en esa innumerable retahíla de coches de la organización que llegan más vacíos que otra cosa.
Ellos sí pueden subir casi hasta el paso de los ciclistas.
Los orígenes bilingües de DT Swiss
Opino que si los organizadores quieren que las metas estén llenas deben facilitar el acceso a la gente, ya que no hay nada más triste, en el ciclismo que se ver por televisión, observar los últimos metros de la carrera, con escaso público, esto da una sensación de frialdad total.
De alguna manera los organizadores no deben olvidar, que ellos viven de nosotros, del público, de la gente, que somos el objetivo de las empresas que patrocinan, para que nosotros veamos esa publicidad.
Una carrera sin publico a mi juicio, se hace menos vistosa en televisión ya que la imagen que transmite es de abandono, de que tiene poco interés, de que es una carrera menor… No creo que a las empresa que ponen su dinero, les interese patrocinar una carrera que transmita esta sensación.
Esto nos ha escrito Manuel Gayol Fernández, con el sentimiento desde la misma cuneta de La Cubilla, a donde fue a disfrutar de un día de Vuelta a España.
Mirad el último kilómetro en La Cubilla y juzgad.
En el entorno de la organización de la Vuelta y la gestión de la meta se nos confirma que los cierres para subir en bici son media hora antes.
Algo no cuadra.
Quizá es que no cupiera más gente.
Pero al margen de todo esto, queremos hacernos eco del hilo que Silvia Tirado, chófer en la carrera, abrió precisamente al calor de lo sucedido en La Cubilla…
Hoy día de descanso en #LaVuelta y día de reflexión. Como conductora de coche que va dentro de carrera veo cosas en los días de alta montaña que no entiendo por parte del espectador que está en la cuneta. (Abro hilo)
— Silvia Tirado (@Silvia_Tirado) September 10, 2019
Sea como fuere, la sensación es que en La Vuelta, el público surge de forma puntual y dependiendo las zonas.
Que las metas de la Vuelta estén despobladas es la peor imagen posible, el público, aunque en éste haya de todo, es necesario e imprescindible.
Giro y Tour están en otra división.
Esa es la realidad.
Imagen: © BORA – hansgrohe / Bettiniphoto & VeloImages
Ciclismo
Pogacar, el último de Andalucía
La entrada de Pogacar le da un plus a la galería de ganadores de la Vuelta a Andalucía
Tadej Pogacar ya está en la lista de la Vuelta a Andalucía.
En su discurso de diversificar objetivos el esloveno se ha metido en la historia de una carrera que en un par de años, ojo, va a cumplir cien años, pues hay que irse a 1925 para tener imágenes de la primera salida de la ronda andaluza.
Y eso que entre las dos primeras ediciones de la Vuelta a Andalucía pasaron 30 años, muchos más que los que tiene Pogacar.
El día 28 de octubre de 1925, la sevillana Puerta de Jerez había dado la salida a la primera edición de la Vuelta a Andalucía de mano del Ciclo Sport de Sevilla, capitaneado por un hombre apasionante, Miguel Arteman, el mismo que catorce años antes había ayudado a alumbrar la Volta a Catalunya.
Aquel pelotón de 38 ciclistas recorrió un itinerario que hizo alto en Córdoba, Málaga, La Línea y Cádiz. Ricardo Montero fue el ganador.
Le sucedería tres décadas después José Gómez Del Moral, el primer andaluz en ganar su carrera.
En ese periodo los mentores de la Agrupación Ciclista Malagueña trabajaron para recuperar el esplendor de ese fogonazo inicial.
Grandes nombres respondieron: Langarica, Poblet, Vidaurreta, Company,…
Sin embargo la penuria económica de finales de los cincuenta apretó tanto que llegaron soluciones: los hermanos Tellez supieron ver en la ingente cantidad de turismo que cada año se venía al sur el filón para sacar el dinero necesario.
Fue entonces cuando ya algunos vieron clarísimo el potencial económico que el turismo le podía reportar al ciclismo.
Los años pasaron, la carrera se estableció y marcó en el circuito del Parque malagueño su tradicional punto de arranque.
Altig, Segú, Mendiburu, Maertens & Thurau, ambos por partida doble hasta la llegada de Chozas, Golz y Gorospe.
Muchos grandes dejaban un granito de arena en el castillo andaluz que sin embargo lloró de pena el día que Manuel Galera se dejó la vida en la segunda etapa de 1972 tras disputar los puntos del Alto del Mjón, entre Granada y Córdoba.
En los años ochenta llegaron los actuales gestores de la carrera que se preció un año en dar el salto a Ceuta y otro en pasar la frontera de Gibraltar.
En ese periodo llegaron nuevos nombres al palmarés, Stefano Della Santa –un especialista italiano en arranques de temporada- fue el más ducho si bien no sería hasta Alejandro Valverde, ganador de tres años consecutivos, que vimos un dominio tan sostenido en el tiempo.
Tadej Pogacar forma parte de ese linaje ¿querrá extender su dominio en Andalucía o mirará otros objetivos)
Imagen: FB Vuelta Andalucía
Ciclismo antiguo
La primera etapa de la primera Vuelta ciclista a España
Camino de 90 años del nacimiento de la Vuelta ciclista a España
Así conté un día la primera etapa del la primera Vuelta ciclista a España…
El día 29 de abril, a primera hora de la mañana, con el sol asomando sobre la coronilla de la arboleda de la Puerta de Hierro madrileña y una multitud congregada para la ocasión, se dio la salida a la primera edición de la carrera nacional.
Los diarios rezumaban titulares que retrataban el ambiente.
Un fotomontaje ponía en valor los bustos de las esperanzas españolas frente a la pequeña, pero muy experimentada, delegación extranjera. De izquierda a derecha: Federico Ezquerra, faz como desdentada, rehundida, presa de una extrema delgadez, pelo hacia atrás como recién lavado.
Un cadáver sobre la máquina. Luciano Montero, de mirada desconfiada, ceño arrugado y rostro ligeramente escondido, como si una sombra aplacara algún sentimiento frustrado.
Vicente Trueba, como ausente, ido.
Se vio que aquella no fue su carrera.
Mariano Cañardo, esbelto, frente ancha, peinado marcado, gruesa nariz, ojos vigorosos y cara angulosa. Sonriente, fue el único en vestir camisola oscura, como distinguiéndose entre tan mal disimulado blanco.
Porque Mariano Cañardo era el hombre de la afición. Las miradas de la España que entronizaba su primera Vuelta eran para él. Las esperanzas se cernían sobre sus espaldas anchas y delimitadas por aquellos tubulares de recambio que tenían que llevar cual chaleco, en previsión del seguro reventón. El negro asfalto de la ruta lucía a menudo una marca hecha a mano.
Emborronada y tosca, la leyenda no iba más allá del “Viva Cañardo”, así, simple, escrito por miles de carreteras a yeso, con la muñeca en escorzo imposible.
Niños, mayores, todos se desgañitaban al paso del navarro.
Espachurraban tiza en el suelo como quien empuja sus sueños hacia el cielo.
Casi de forma premonitoria, las portadas avanzaron lo que el sentir de la gente y la suerte de la competición corroborarían.
Mariano, dorsal uno a la espalda, era el hombre a seguir de salida, y lo fue a cada paso hasta Madrid, esa Madrid que rezumaba obras de Federico García Lorca por los carteles de sus teatros.
Las razones de aquella pasión de Semana Santa por Mariano derivaban de una excelsa lista de victorias en el panorama nacional desde el mismo momento en que decidió ser ciclista y se colgó un dorsal.
Aquel fornido ciclista de Olite, aunque instalado en Barcelona, desde su mayoría de edad presentaba credenciales sobradas en el panorama doméstico, tales como la Volta a Catalunya, la carrera que entonces marcaba el paso, que había ganado cuatro veces, sumada a campeonatos de España y la Vuelta al País Vasco.
Harina de otro costal era hablar de sus activos más allá de los Pirineos, esa extraña frontera para los ibéricos de la época que Mariano sí que había osado cruzar, pues un año antes había sido noveno nada menos que en el Tour de Francia, en una edición ganada por Antonin Magne, con Vicente Trueba décimo.
No obstante correr en suelo no español, para aquella generación de ciclistas que, más que aprender el oficio, tuvieron que inventarlo, fue un cénit no solo físico sino también mental que habría que trabajar con calma, tiempo y pasión para superarlo.
La carrera partió muy temprano dirección Valladolid.
En el alto de los Leones el suizo Leo Amberg soltó el primer ataque de la primera etapa en la primera edición.
Pronto Mariano se erigió en protagonista. El navarro-catalán se soldó a la rueda del belga Antoon Dignef.
El infortunio quiso que los pinchazos hicieran acto de presencia bien pronto.
Los tubulares de Mariano parecieron de mantequilla durante toda la carrera, cosa que ya se vio en la primera jornada.
Varios pinchazos, y Dignef voló. El belga ganó en Valladolid una etapa para la historia, lo que le supuso ser el primer líder de la carrera.
Se vistió de naranja, algo que por mucho que lo intentara, Mariano no lograría jamás, aunque portara el dorsal uno en tan singular ocasión.
No obstante su historia mereció ser plasmada en los anales del ciclismo. Estuvo llena de grandes gestas, heroicidad y grandeza sin igual.
Pocos días antes de empezar, Cañardo manifestaba un disimulado optimismo ante la Vuelta.
No quiso entrar en el detalle de su estado de forma, no quiso concretar rivales, pero sí puso de relieve que los malos momentos del Gran Premio de la República, disputado poco antes, ya eran historia. Su ambición se tapaba a duras penas.
Confiado en sus posibilidades, la modestia solapaba lo que sus piernas le daban a entender.
Mariano quería ganar, y la magullada teoría de la superioridad foránea no iba a detenerlo.
Texto de libro «El primer campeón, el mundo que vio Mariano Cañardo«
Ciclismo de carretera
La Vuelta 2021 recupera el equilibrio
La Vuelta 2021 presenta el recorrido más compensado de tiempos recientes
Si hay que dar un veredicto sobre el recorrido, a priori, de la Vuelta a España 2021 que se acaba de presentar, es el de que nos gusta, y lo decimos desde una base muy clara, que el organizador puede crear la mejor carrera del mundo, diseñar las etapas más bellas, pasar por bajo el balcón de nuestra casa… que si el ciclista no quiere, poco hay que rascar.
Como decimos, este balance es a priori y la palabra balance, creo que se ajusta a lo que pensamos de la tercera grande del año.
La Vuelta 2021 vuelve a las fechas de agosto y se instala entre dos de los monumentos más bellos de España, las catedrales de Burgos y Santiago
Pero esto no será una ruta a Compostela al uso, tres semanas les va a llevar y por toda la geografía, esta vez sí, se van a mover, no hablamos de la Vuelta al norte de España.
Este primer punto de equilibrio se extiende a otros campos: las llegadas en alto se reparten mejor, no van todas en tropel, se realiza un guiño al maltratado colectivo de velocistas, hay una crono al final, sin tachuelas ni muros…
En definitiva una Vuelta más equilibrada, que será la de 2021, pero que nos recuerda a aquellas que se celebraban en abril.
Más de 25 años de eso.
Aunque el camino hacia Santiago parezca la primera premisa al ver el mapa de la carrera, ésta se embarca en una ruta similar al del Cid en su primer tramo, dirección a Levante desde Burgos, premiando llegadas que recordamos míticas, como aquellas del páramo de Albacete y los destrozos que el viento provocaba.
La carrera sabe que una jornada con el Dios Eolo soplando es oro, lo sabe además de tiempos recientes, como aquella de Guadalajara que se corrió por encima de cincuenta la hora y puso al líder Roglic en un brete.
Las etapas llanas salpican el recorrido, en días que invitan a que los velocistas se animen y vuelvan a una carrera que no hace tanto se vanaglorió de tener a Van Poppel, Abdoujaparov, Cipollini y otros grandes de la velocidad.
Pero no sólo eso, cabe sumarle la dosificación de llegadas en alto, con la inserción de jornadas tipo Balcón de Alicante o la de Mos, Pontevedra, en la previa del final, que ponen acento en ese ciclismo de no dar tregua ni al líder ni a sus compañeros.
Jornadas de alta montaña se prevén sobre todo en dos escenarios, el almeriense con Velefique, esa etapa es terrible, y la incorporación del Gamoniteiro, la otra cara del Angliru, en una novedad que maridará con la tradición de los Lagos de Covadonga.
Asturias de ayer y hoy en la misma carrera.
Nos gusta mucho la elección de Villuercas, una cima inédita que desmonta el cliché de que Extremadura no tiene dureza, y se le otorga al Picón Blanco, donde Evenepoel sacara el rodillo, el papel de «starter» en la montaña.
En definitiva una carrera que dando un paso atrás creo que gana en boca, mucho más que con esa profusión de muros y llegadas en alto que la habían llevado a la nulidad de movimientos entre los grandes, pues al final había tanto para poder atacar que el problema era elegir dónde.
Veremos qué queda y qué disfrutamos de esta Vuelta 2021, para agosto si las cosas no han mejorado, bien jodidos estaremos entonces, en todo caso la carrera que da continuidad a la mágica edición de 2020 merece la mejor de las suertes, porque ha demostrado saber modular un recorrido que sobre el papel pinta bien.
Ciclistas
#Moment2020 El Roglic vs Carapaz de la Vuelta en Moncalvillo
La llegada a Moncalvillo fue uno de los grandes momentos de la Vuelta
Cuando Roglic cruzó la meta de Moncalvillo, inédito en la Vuelta, dijimos…
No creo que el Roglic haya llegado a este punto para renunciar a la Vuelta a la que apunta nuevamente, ni que rompa sus principios y distancias para poner en aprietos a Carapaz.
El duelo Roglic-Carapaz de Moncalvillo es de antología, poesía ciclista en luz otoñal por una montaña confinada para todos, salvo para los ciclistas.
Ese mano a mano se verá estos días y sólo la crono de Ézaro lo puede romper y sólo a favor del esloveno, por eso Richard Carapaz tiene que sacar cartas nuevas en Asturias, no esperar al final y confiar que el tiempo enfríe lo suficiente para mojar la pólvora de su rival como en Formiga.
A diferencia del Giro 2019, esta vez Roglic ve venir al ecuatoriano.
En la Vuelta de otoño que guardaremos en la retina, los colores alcanzaron su máxima expresión en la cima riojana que estrenó el Chava.
Veníamos de un mano a mano corto pero intenso, antológico entre el esloveno y Carapaz, un pulso de iguales que decidió Roglic, enjuto en verde para estrechar las distancias que el caos de lluvia y frío de Formigal había generado.
Roglic atacó más de lo que acostumbra, no fue un «pancartazo», expresión que con lo de «fumarse la etapa» se ha adueñado de muchos juicios de este ciclismo que nos ha tocado en suerte.
Carapaz entró al trapo y se dieron hasta en el carnet, hasta que el esloveno, rehecho admirablemente del palo del Tour, marcó puso tierra de por medio.
Moncalvillo fue el descubrimiento de la Vuelta, la llegada de Roglic iluminado por el sol de tarde, el verde de su maillot, los claroscuros que marcaban su rostro, el fondo, una acuarela, una de las muchas que nos dio la edición más singular de la carrera
Imagen: FB de La Vuelta
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