Ciclismo antiguo
La desconocida historia catalana de Gino Bartali

Gino Bartali fue protagonista en una carrera de Reus siendo aún muy joven
Para los que hemos tenido la oportunidad de seguir de cerca los golpes de pedal de los ciclistas de otros tiempos que forjaron hazañas de indudable grandeza, no podemos por menos que mencionar entre otros al popular corredor italiano Gino Bartali, oriundo de la región de la Toscana, presidida por la histórica ciudad de Florencia. Falleció, a principios del año 2.000, a los 86 años, como consecuencia de un inesperado paro cardíaco.
Fue un atleta de grandes facultades que dio mucha gloria al ciclismo, junto a su gran rival y antagonista Fausto Coppi, otro campeón inolvidable. Se puede decir y sin temor a equivocarnos que con estos dos portentos ases del pedal, Italia alcanzó su máxima cota deportiva de todos los tiempos.
Los aficionados italianos buscan afanosamente a alguien que les hiciera olvidar a aquellos dos campeones que cosecharon tantas victorias y tanta popularidad. Las esperanzas, con el pasar de los años, se han ido esfumando, porque el sustituto que nos haga olvidar aquel brillante pasado no ha llegado todavía. Ni los Gimondi, Nencini, Moser, Bugno, Pambianco, Baldini, Saronni y el mismísimo Pantani, han hecho palidecer el fulgor desplegado por aquella pareja formada por Coppi y Bartali.
Se ha dicho en repetidas ocasiones que Bartali al ganar la segunda Vuelta a Francia del año 1948, fue el mejor embajador de su país en territorio extranjero. Recordemos que el corredor florentino ya se había adjudicado el Tour de 1938. El espacio de una década marca un hito de por sí extraordinario y sin precedentes. La Segunda Guerra Mundial dejó un periodo en blanco, sin actividad y sin ruedas.
Bartali, entre otros triunfos, consiguió ganar en tres ediciones de la Vuelta a Italia (años 1936-37-46); en cuatro de la Milán-San Remo (1939-40-47-50); en tres de la Vuelta a Lombardía (1936-39-40), y en dos de la Vuelta a Suiza (1946-47). Además, se permitió el lujo de conseguir cuatro títulos en el Campeonato de Italia de carretera (1935-37-40-52); e inscribir su nombre en la Vuelta a Romandía (1949). Ganó cinco veces la Vuelta a Toscana y tres la Vuelta a Piamonte. Y así quedaron otras tantas victorias.
Antes de concluir esta semblanza un tanto escueta en torno a Bartali, quisiera poner sobre el tapete una anécdota raramente conocida en la esfera del pedal. Hemos de retroceder al año 1935, es decir, cuando contaba con tan sólo 21 años. Vino a España con tan buena fortuna que ganó con autoridad manifiesta la Vuelta al País Vasco. Era su primera salida al extranjero.
Días más tarde, un tanto casualmente, se alineó en una carrera denominada Gran Premio de Reus, que ocupaba un buen rango en el calendario español. Constaba de tres etapas. Contra todo pronóstico, venció en la etapa inicial, llegando a la meta con un acentuado avance sobre el horario previsto por los árbitros en su hoja de ruta. Lo cierto fue cruzó la cinta de meta como vencedor con tanta antelación que ni siquiera los jueces estaban allí para dar testimonio de su victoria. Todos ellos se habían ido a desayunar en bar emplazado en los alrededores de la llegada con la idea de que los ciclistas llegarían puntualmente bajo el dictado establecido por los organizadores. Ante la ausencia de árbitros para fallar su veredicto tras varias cábalas y a la vista de lo ocurrido, decidieron asignarle una ventaja estimada de siete minutos sobre sus más inmediatos perseguidores. El cómputo fue aceptado. Fue una página del todo inédita en la esfera ciclística.
Luego, bien es verdad, afianzó su superioridad ganando la tercera y última etapa, con llegada a la misma cumbre de la montaña de Montserrat. Vicente Trueba y Federico Ezquerra, sus contrincantes más directos en la contienda, nada pudieron hacer para oscurecer la estrella de Bartali. A partir de aquella jornada un tanto memorable, ya se comenzó a intuir la valía de aquel corredor ciclista llamado Bartali, que llegaría con los años a ser famoso. Es curioso recalcar que fue precisamente en Cataluña en donde precisamente empezó a despuntar. Consideramos que hacemos justicia poniendo a la luz este hecho anecdótico perteneciente al pasado y que pocos, muy pocos, estamos seguros, conocen.
Por Gerardo Fuster
Ciclismo antiguo
¿Chava o Heras? Yo me quedaba con el segundo
Heras tuvo resultados que no compitieron con el carisma del Chava
La foto de familia que ilustra este artículo es del siglo pasado, y por tanto etiquetada en este mal anillado cuaderno como ciclismo antiguo con, de izquierda a derecha, Joseba Beloki, Roberto Heras, José María Jiménez, el Chava, Abraham Olano y Fernando Escartín.
Ahí hay un poco de todo y de todas las edades, pero en estos apellidos, y algún otro, recayó el peso de la gloriosa época de Miguel Indurain y su larga sombra.
No sé si casualidad, pero en el centro están los protagonistas de esta pequeña fábula.
Roberto Heras y el Chava Jiménez fueron los dos mejores escaladores españoles de finales de los noventa y primeros años del nuevo milenio, que podría haber sido alguno más si no el abulense no nos hubiera dejado de forma tan temprana, hace veinte años casi exactos.
En todo caso, la rivalidad que ambos ciclistas nos ofrecieron aún hoy la recordamos.
Los dos castellanos, uno de Salamanca, de Béjar, el otro de la sierra de Ávila, de El Barraco, dos parajes no muy lejanos geográficamente, que nada tenían que ver con el carácter de cada uno.
El Chava era efervescente, el ídolo, el hombre de la afición.
Estuve en la llegada de Ávila de aquella famosa etapa de VDB en Navalmoral, todos impresionados con el valón, pero lo que arrastraba el Jiménez en su tierra había que verlo en directo.
Roberto Heras no se parecía al Chava, de perfil más retirado, más frío, a veces distante, pero encantador y cercano en las distancias cortas, si se sentía cómodo.
En carretera tuvieron sus buenos piques, aunque nunca disputando una grande.
Cuando mejor estuvo el Chava, en 1998, Heras se debía a Fernando Escartín en el Kelme, y cuando el bejarano ganó la Vuelta, el abulense no estaba delante.
Sin embargo, la afición se decantó por uno u otro, poniendo en la balanza qué era mejor, una personalidad arrolladora o un tipo que salía y ganaba, con más o menos brillo, y eso que Heras fue un escalador brutal.
A mí, resultadista desde que tengo uso de razón, me gustó siempre mucho más el del Kelme, y eso decirlo entonces no resultaba nada popular.
Entre el fervor por el Chava y una prensa que de ciclismo entendía lo justo creo que se construyo una figura excesiva para lo que ciclísticamente fue, aunque siendo justos seguro que a su estela no pocos quisieron probar fortuna en esto llamado ciclismo, un deporte que estaba en la picota en muchos sentidos pero que con esta generación se vivieron días bonitos.
Imagen: Marca
Ciclismo antiguo
Cipollini en 5 esenciales
¿Qué figura ha trascendido más que Mario Cipollini? casi ninguna
Hablábamos el otro día de Francesco Moser, figura eterna, y entre sus gregarios figuró un tal Cesare, de apellido Cipollini, hermano de Mario, el protagonista de esta pequeña historia.
¿Quién no recuerda a Mario Cipollini? es más ¿qué aficionado ciclista no ha escuchado cachondeo con su apellido?
Eso es y eso fue Mario Cipollini, un ciclista que trascendió con mucho el ciclismo y su época, pues aún hoy, en cualquier machar histórica que reúna varias leyendas, ninguna atrae lo que el velocista nacido en Lucca.
Hemos realizado el difícil ejercicio de sacarle cinco puntos para describir al que llamaban el «rey león».
Amor por el Giro
Ciclista de números, auténtico goleador sobre la bicicleta, en especial en el Giro de Italia, donde resultó inaccesible durante muchos años, con 42 triunfos.
Era sin duda su coto, siendo además la única grande que finalizó, hasta en seis ocasiones, vistiendo a veces la maglia ciclamino hasta el final.
Anotador nato
Con más de 160 victorias, es uno de los corredores más prolífico, no sé si el más, que he tenido la suerte de ver.
Su forma de sumar en las volatas era brutal.
Rara era la vez que concurría en una vuelta por etapas y no acababa con dos o más etapas.
La Gante-Wevelgem, su clásica
A diferencia de la actualidad, la clásica de los campos de Flandes que limitan con Francia ha sido su mejor territorio clásico.
Ganador tres veces de esta carrera, destaca que entre la segunda y tercera victoria pasaron casi diez años.
Su último éxito fue en 2002, año mágico, pues venía de ser el mejor en la Milán-San Remo, logró salir vivo del Poggio, y acabaría siendo campeón mundial en el vilipendiado circuito de Zolder.
En el filo de la polémica
Carácter fuerte, fue foco de atención de cámaras y ojos en las carreras.
Sin embargo un par de hechos han perturbado su reputación: dio positivo por EPO en 2004 y años después su nombre aparecería en aquellos famosos papeles donde figuraban ciclistas que se habían dopado durante el Tour 98.
Además pende sobre él un fallo en contra por violencia doméstica.
¿Una victoria? El mundial
Zolder 2002 fue uno de los circuitos más criticados de la historia de los mundiales, una suerte de encefalograma plano en el que buscar la sorpresa fue una quimera.
Entre los que lo intentaron, curiosamente, estuvo Igor Astarloa, y digo curiosamente por que un año después sí que sería campeón del mundo.
En el sprint final, Italia recuperaba el cetro de su carrera fetiche con su mejor baza: Mario Cipollini lograba batir a Mc Ewen y Zabel tras 256 kilómetros corridos a más de 46 por hora.
Imagen: Cycle
Ciclismo antiguo
La primera crono que gana Indurain
Ya han pasado casi 40 años del estreno de Indurain ganando una crono
Ilustro el post de la primera crono que entra en el palmarés de Miguel Indurain con una foto de los Juegos Olímpicos de los Ángeles, aquel mismo año 1984, semanas antes de la carrera que nos ocupa, el Tour del Porvenir.
Nos situábamos en septiembre de aquel año, otoño ciclista y prueba de fuego para los más jóvenes, aquello era el preludio del Tour de la CEE, que con el tiempo se ha convertido en el Tour del Avenir.
Indurain ganaría esa carrera dos años después, pero la aproximación a la misma la haría poco a poco y, como no, empezando por una crono, aunque haciendo justicia al desarrollo de la carrera aquel mocetón de veinte años ya había mostrado maneras en etapas anteriores.
La cosa fue que entre Loudes y Tarbes no hubo milagro y sí la constatación del chaval ese que rodaba como los ángeles.
Indurain afrontaría la crono a bloque desde el inicio, para nada asustando por los 30,5 kilómetros iniciados por un primer repecho.
En meta, diferencias humanas pero premonitorias.
El que más cerca acabó el talentoso Jeff Bernard, ya en La Vie Claire, a unos veinte segundos.
El ciclismo les situaría en el mismo equipo y en el mismo lugar siete años después con el navarro de amarillo.
En aquella clasificación de jovenzuelos había algún nombre conocido.
Charly Mottet, ganador de aquella carrera, y Piotr Ugrumov fueron los más destacados.
Ambos ya conocían a Indurain y cómo se las gastaba en su terreno, la crono, rompiendo con ese perfil de agonista español, bueno en la montaña y nulo en la lucha contra el cronómetro.
La presentación en sociedad del navarro fue eso, rompedora, con las crónicas mostrando sorpresa por ver a un ciclista de este lado de los Pirineos ganando toda una contrarreloj.
Ciclismo antiguo
Francesco Moser en 5 esenciales
Francesco Moser lo hizo casi todo bien
No sé si fruto de la casualidad, si de forma inconsciente, Francesco Moser sigue a Fabian Cancellara en esta galería de grandes de siempre que rueda estos días por este mal anillado cuaderno.
Francesco Moser, no lo vi en directo, pero su áurea seguía intacta en los años que empecé a ver ciclismo, a disfrutar de este deporte.
Un ciclista que, leyendo y releyendo, fue muchas cosas al mismo tiempo, un adelantado, un portento y también un poco tramposo.
Pero vayamos al grano…
La hora más rentable
Cuando Francesco Moser batió el récord de la hora de Eddy Merckx en México no tuvo suficiente.
Lo había dejado en 50 kilómetros altos, pero a los cuatro días quiso más, y firmó más de 51.
La tecnología como aliado
En esa tentativa, Moser torció la historia de este deporte y su propia evolución.
Se coronó con esos registros sobre una bicicleta histórica por sus geometrías y prestaciones rodando en un velódromo especialmente tratado para la ocasión, marcando el camino de los que habrían de venir después, el escocés Obree, Boardman, Indurain y Rominger.
Polivalencia
Su palmarés es rico como pocos, pues ahí entran mundiales de ruta y pista -imaginaros qué tipo de persecucionista podía ser-, un gran vuelta, varios monumentos y muchos triunfos por doquier.
Si el récord de la hora forma parte indisoluble de su recuerdo, no menos lo es ese Giro de 1984 que le gana a Laurent Fignon con toda la «ayuda» del mundo, como si la Italia de Bertoglio, Battaglin y Saronni necesitara también coronar al trentino.
Un «bruto» rodador
Su enemistad con Roger De Valeminck fue mítica en Roubaix, eran dos ciclistas maestros en lo suyo, Moser ganó hasta tres ediciones del tirón -algo inédito desde la Segunda Guerra Mundial- para cabreo del gitano.
Si De Vlaeminck era más sutil sobre el adoquín, el amigo italiano directamente los abordaba por la mitad para volar hacia el velódromo, sin rodeos ni abalorios, directamente chocando contra ellos.
¿Una victoria? Roubaix, año 1978
En la Roubaix del 78, Moser, arco iris a la espalda, arco iris que ganó en Venezuela, se presentó ante “Monsieur Roubaix” como alternativa ganadora a la mejor carrera del año.
El italiano, listo como el hambre, jugó sus bazas sin esperar instrucciones del gran jefe.
Realizó dos ataques, primero a 23 de meta y luego a 18 para romper la resistencia de Maertens y Raas, mientras el influjo de De Vlaeminck se hacía notar.
Moser llegó solo al velódromo y De Vlaeminck echaba fuego.
“Este tipo es un desagradecido” dijo el belga.
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