Ciclismo antiguo

Cada estrella colombiana tiene una gran historia detrás

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Razones para explicar el desmedido entusiasmo por el ciclismo colombiano

¿Qué le pasa al aficionado del ciclismo colombiano, que al tiempo que glorifica a sus ciclistas, también los lapida?

¿Y por qué muchos los defienden, casi religiosamente, a capa y espada independiente de la derrota o victoria?

Inevitablemente, las condiciones sociopolíticas de Colombia han estado ligadas al ciclismo.

Todos los países han tenido problemas, guerras, dificultades… pero no sabría decir si el caso colombiano es singular.

Y es que cuando nació la Vuelta Colombia en 1951 fue en medio de una guerra civil llamada “La Violencia”, época en que se produjo el “Bogotazo”, el asesinato de un líder liberal con aspiraciones presidenciales en 1948, desencadenando un conflicto con un saldo de más de 3.000 muertos.

El ciclismo pasó entonces a ser un bálsamo necesario para olvidar la cruda realidad, entonces con los escarabajos rápidamente empezaron las hazañas no sólo dentro del país, también en el exterior.

Con la Vuelta a Colombia las noticias cambiaban, la realidad del país estaba puesta en estos hombres que competían por regiones, pero las rivalidades se solventaban encima de la bicicleta y no de otras maneras.

En los ochenta, en tiempos de Miguel Ángel Bermúdez, el ideólogo de llevar un equipo amateur al Tour de Francia, Colombia pasada por la época de Pablo Escobar, y con ello, por el narcotráfico, del que los ciclistas no fueron ajenos a ello, y más aún, dentro de circulo ciclístico se encontraba el hermano de Pablo Escobar, quien también fue ciclista profesional y luego director de equipo.

 

Efectivamente, una relación peligrosa con este deporte, que cobró con cárcel y con la vida a más de un escarabajo que quiso probar la gloria no con sus piernas sino como mula.

Gonzalo Marín, ganador de varias etapas en la Vuelta a Colombia, fue uno de los ciclistas que perdió su carrera y su vida, producto de negocios en este mundo ilegal.

Alfonso Flores, uno de los ciclistas más recordados por ganar el Tour del Porvenir en 1980 fue asesinado por sicarios, sin que su crimen se resolviera.

En el libro de Matt Rendell «Reyes de la Montaña» se dice que fue porque pasó de triunfos en la carretera a triunfos de corazones con dueño, líos de faldas con narcos que no perdonan.

Volviendo a Miguel Ángel Bermúdez, éste se salvó de un atentado de un “carro bomba” que se vincula a la venganza por expulsar al hermano de P. Escobar de un evento ciclístico en el que él iba como reportero.

Consecuentemente, el recelo y la desconfianza caía a todo colombiano que llegara al exterior, estigmatización que aun persiste en nuestros días, lo cual es motivo de vergüenza.

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Pero afortunadamente hay gran potencial humano de calidad (no sólo en los deportes, también en las simples relaciones interpersonales), buenos representantes que logran limpiar la imagen en el exterior y romper la estigmatización que por décadas se ha ganado la mala fama.

Y a pesar de las condiciones sociopolíticas y culturales de Colombia, sus habitantes están orgullosos de haber nacido en este país, sí, un país “tropical” donde el sol brilla 365 días sobre el firmamento, incluso a 2600 metros o más: tal vez esa seguridad de que el sol va a estar al día siguiente es la forma como se acepta el paso del tiempo.

Pero para esa condición de esperanza, el colombiano medio debe aferrarse ya sea a pequeños o grandes detalles, de su familia, de sus amigos, de la variada geografía y clima del país, de la misma espiritualidad, siendo un país mayoritariamente católico, aunque con huellas de un pasado indígena que consideraba sagrados los cerros y las lomas en donde pensaba vivía alguna divinidad.

Por eso es frecuente encontrar en la cima de alguna montaña o cerro de Colombia, una cruz o virgen como sitio de peregrinación y a la vez paso de rutas ciclistas.

Y como dice Matt Rendell, la escalada en una sociedad fervientemente religiosa, se convierte en un peregrinaje para el alivio de penas por medio del sacrificio que implica llegar a la cúspide y luego la redención.

Parecería que el mismo país en sí mismo es un cerro empinado que hace moler las piernas y sufrir a quien lo sube para luego llegar a lo alto y descansar con satisfacción, con la esperanza del sol del nuevo día, así se repita una y otra vez.

 

Sea como fuere, un aficionado colombiano se aferra con esperanza a la mínima gota con la que pueda saciar la sed de felicidad y alegría tan buscada por el hombre, en medio de un desolador panorama en donde diariamente se registra un hecho violento.

Por eso se aferra a la alegría y a la felicidad que genera el ciclismo colombiano, para él es motivo de orgullo, pues detrás de cada ciclista hay una historia de resiliencia y superación ante las dificultades y ejemplo para muchos jóvenes que lo necesitan como imagen, de que se puede hacer las cosas muy bien sin necesidad de coger malos caminos en la lucha del diario vivir.

Si uno indaga en la motivación que lleva a un ciclista verá que no sólo será por las oportunidades económicas, reconocimiento o fama, o porque simplemente sea bueno, se suma que, ante las presiones diarias de la sociedad colombiana y el constante bombardeo de noticias desalentadoras en términos sociales, influye la sensación de catarsis y libertad que proporciona la bicicleta.

Historias de superación como Rigo, al que paramilitares le asesinaron su padre, o como la de Higuita quien “se libró por uno minuto de un tiroteo a la puerta de su casa en el que murieron tres niños de su edad, 13 o 14 años en las comunas de Medellín” (Carlos Arribas, Diario El País, 2020), y de seguro decenas de historias saldrían.

Detrás de cada pedalada del ciclismo colombiano hay una historia personal que inevitablemente se une al entorno social

Por eso y aunque se trate de un deporte, las entrevistas en los medios de comunicación a veces se dirigen a la situación del país.

Cuando Lucho Herrera gano la Vuelta a España 1987, ante una pregunta que le hicieron los periodistas, respondió:

Mi mayor deseo, en este momento en que me acabo de coronar como campeón de la Vuelta a España, es que en Colombia haya paz, paz, mucha paz, entendimiento entre todos los colombianos, que el deporte y en especial una conquista como ésta sirve para unificarnos”.

Sin embargo, la violencia en Colombia no da tregua y siendo Lucho ya rey del ciclismo en Colombia, no hubo reino que lo protegiera del conflicto interno, pues en 2000 fue secuestrado en su natal Fusagasugá, misma suerte que corrió, Oliverio Rincón, ganador de etapas en las tres grandes, pero este siendo secuestrado dos veces el mismo año.

En la segunda gran vuelta ganada por un colombiano, Giro de Italia 2014, como si se tratara de un déjá vu o Lucho le estuviera susurrando al oído, Nairo dijo en el podio:

Colombia no es guerra, Colombia es paz, Colombia es amor”.

El “sueño” de Lucho se hizo “realidad”, aparentemente, años más tarde, con el Acuerdo de Paz firmado entre el Gobierno y las FARC, el mismo año en que Nairo Quintana sucedería a Lucho en ganar en Lagos de Covadonga.

Estas fueron sus palabras ese día, cuando le preguntaron al respecto:

La verdad es un momento histórico para nosotros, muy emocionado porque era un paso que necesitábamos dar. Y ahora nosotros todos los colombianos tenemos que apoyar este paso y todos los colombianos podamos vivir en paz…»

Es interesante la respuesta de Nairo a Carlos Arribas del diario El País cuando este, le pregunta:

¿Ha influido tanto como se escribe el ciclismo en la conciencia colombiana y en el proceso de paz? “-

Se ha hecho un trabajo. Hemos sido unos conductores para ese proceso. Desde que había la guerra nuestras alegrías eran como pañitos de agua tibia para tanta gente que había sido afectada, y luego, a medida de eso, fuimos conductores de esa paz de ir relacionando esto con esto; nosotros, los deportistas en general, y luego, los artistas, para que se llevara a cabo este proceso. El presidente ha apostado por eso y, como en todos los lados, ha tenido críticas fuertes, ha tenido otras críticas favorables

Similares ideas comparten los ciclistas, independiente de la región natural de Colombia, en pro de mejorar la imagen a nivel internacional.

Declaración de Fernando Gaviria, respecto a su apodo “El Misil Gaviria”:

«No me gusta este apodo porque hace referencia a la guerra… Colombia es ya un país criticado por la guerra, las armas, el conflicto armado. En el deporte tratamos de cambiar esta visión. Colombia es un país como los otros, no es un país del Tercer Mundo«.

 

Paradójicamente y remando contra el destino, en las mismas fechas en que Nairo se coronaba campeón de la Vuelta España 2016, expresó:

Que el mundo entero sepa que nuestro país es paz, es deporte, es amor«.

Cuatro años más tarde, el 11 de septiembre los medios de comunicación titulaban la realidad:“Masacre en Bogotá”, en relación a los más de diez manifestantes asesinados en protestas contra la Policía, y paradójicamente también, en la misma semana en que se conmemoraba el Dia Nacional de los Derechos Humanos, el 9 de septiembre.

Tres jóvenes muertos dejaron estas confrontaciones, en el municipio de Soacha, donde nació Daniel Felipe Martínez, mismo lugar donde fueron engañados más de un centenar de jóvenes en la primera década del 2000, con promesas de empleo y finalmente víctimas de lo que se conoce como ejecuciones extrajudiciales.

Etapa 13 de Tour de Francia 2020

Pocos kilómetros antes de coronar el Pas de Peyrol (Le Puy Mary), las letras en el pavimento 2SOS Masacre»eran un llamado de auxilio de una población queriendo ser escuchado, en un país donde un porcentaje de la gente, eso sí, incluyendo el Gobierno, estaba más preocupado y sentidos por los daños de infraestructura ocasionado en la ciudad que por las pérdidas humanas.

En un país donde expresarse ante los notables hechos de injusticia y corrupción del Gobierno es sinónimo de “castrochavismo” o “adoctrinamiento izquierdista”, resulta peligrosa esta estigmatización si se tienen en cuenta los cientos de lideres sociales y ambientales asesinados a lo largo del año 2020, más de 200 muertos.

Es la realidad que se vive, no se puede ocultar, así como no se pudo ocultar cuando la televisión pasó por encima del mensaje de SOS en el pavimento.

Y me pregunto ¿en algún otro país pasa algo mínimamente parecido?

Por eso, valoramos, gran parte de los aficionados, cada ciclista de Colombia, porque sabemos el contexto de lo que se vive en el país, y sabemos que hay tener mucho valor y fuerza de corazón para lograr el puesto que se han ganado, sin saber por las dificultades que haya qué tenido que pasar, porque al parecer el cicloturismo en algunas regiones rurales ya es declarado objetivo militar.

Ante esto se tiene que lidiar, y por eso nuevamente gran parte respetamos y admiramos el poder de resiliencia de los escarabajos colombianos.

En Colombia hay mucha gente que aún cree en el enemigo invisible del comunismo como el causante de todos los males del mundo.

Décadas de violencia y confrontación armada entre la guerrilla, paramilitares y el ejército, y con los medios de comunicación como influenciadores de la sociedad, han formado la idea que todo vestigio de protesta o reclamo es obra del comunismo, y que por ello se justifica la guerra, se justifican los asesinatos, se justifica la vulneración de la libertad y de los derechos humanos, incluso se justifica acabar con la paz, objetivo logrado por el actual Gobierno.

No sobra mencionar que en Colombia ganó el “No a la paz” por un 51% cuando se realizó el plebiscito del Acuerdo de Paz, lo que evidencia una polarización y estigmatización enorme entre unos y otros.

Finalmente aún no hay llegado el entendimiento ni la unificación que pedía Lucho Herrera.

El mismo Nairo se ha visto duramente criticado por fotos con el expresidente Uribe (hoy en casa por cárcel), aún cuando Nairo declaró varias veces su apoyó al proceso de paz.

La combinación de Cruz para tu portabicicletas

Claro ejemplo, de la polaridad de este país, lo describe esta columna sobre Egan Bernal.

Las críticas a Egan, simplemente, corroboran el vacío de una sociedad azotada por la violencia que requiere de figuras que llenen un vacío de las mismas frustraciones, y repito: si en un país gana el «No a la paz» no es extraño este tipo de linchamiento; años de violencia han dejado secuelas y cicatrices difícil de olvidar en un sector de la sociedad que no está dispuesta al perdón y a la reconciliación, y cuando pasa esto, de alguna forma se exterioriza.

No digo que los que critican a Egan sean de un partido político x o y, pero como dicen algunos ciclistas, “es lo que hay”.

Mismamente, se me tildara con algún calificativo no tan agradable al final de este escrito.

¿Quién sabe cuántos de esos fans que apoyan y corren tras los colombianos en las carreteras europeas, tuvieron que salir exiliados por el riesgo del conflicto armado o por alzar la voz denunciado algo hecho de corrupción o irregularidad?

Y, aun así, en el país que se encuentren, guardan un profundo sentimiento orgullo, de alegría y felicidad por esta tierra, a pesar de todo, y esto mismo lo reflejan los ciclistas cuando ganan, lo refleja las decenas de colombianos gritando apoyando sus ciclistas

¿Por qué tanto arraigo en la pasión por este deporte?

Estos representantes son la cara bonita de un país rico en culturas, biodiversidad, climas, gente; es la manera de decirle al mundo “somos más que un pueblo violento y estos ciclistas son prueba de ello”.

Es bueno conocer el contexto de lo que se vive en Colombia, porque de alguna manera u otra esto ha influido para tener este tipo de pasiones, lo digo sin ser psicólogo o sociólogo, pero supongo que algo tendrá que ver.

En medio de un país en el que se reprime o censura a quien osa reclamar condiciones dignas, la actuación de nuestros ciclistas es un desahogo profundo y liberador, y que tal vez por ello se celebra con tanta pasión.

Son la representación misma de la idiosincrasia colombiana… la tenacidad, el sacrificio, el valor de cada ciclista enfrentando un puerto, es el homólogo de superar un panorama socioeconómico y político que no es el mejor, pero que tiene ante sí, el orgullo de haber nacido en esta tierra.

Finalmente, es el mismo orgullo de los aficionados belgas, italianos, franceses, eslovacos, vascos o españoles, etc., que sienten por su país y que por ello ondean su bandera al paso de la caravana multicolor.

Por J. Viasus desde Bogotá

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